Una oposición que debe aprender a serlo
La ausencia, en una sesión clave, de tres diputados de Juntos por el Cambio genera malestar e interrogantes en votantes de esa coalición
- 4 minutos de lectura'
“Hace seis años que soy diputado, tengo 100% de asistencia a todas las sesiones y frente a un hecho personal pedí licencia por 15 días. Se desató todo esto, intenté volverme y no pude, es una fatalidad”, aclaró el diputado Alvaro González, que junto a Camila Crescimbeni, que dio positivo en el test de Covid que le hicieron en el Congreso para ingresar al recinto, y Gabriela Brouwer De Koning, que se encuentra disfrutando un viaje familiar, son los tres legisladores de la oposición que fueron criticados el lunes por su ausencia en la sesión donde el oficialismo pudo aprobar la modificación al impuesto de Bienes Personales.
Más allá de la aclaración de González y de la situación generada por un problema de salud como el de Crescimbeni y que resulte inexplicable que Brouwer De Koning organice un viaje de placer a pocos días de asumir como diputada nacional, todo el contexto justifica la bronca que generó en gran parte de los votantes de Juntos por el Cambio que vieron una gran irresponsabilidad en algunas actitudes, en especial, en esta última ausencia.
También entre sus pares hubo broncas y pases de facturas y no faltaron las críticas y señalamientos: “No podemos ser tan verdes, estamos frente al kirchnerismo que te impone su voluntad con o sin poder ¡y nosotros tenemos una diputada que se va a Disney! No aprendemos más”, bramaba por lo bajo un diputado del PRO enojado con la situación.
La oposición tuvo así su primera derrota parlamentaria, un escenario que podría volver a repetirse. En realidad, tanto el oficialismo como la oposición podrían ganar y perder votaciones en el recinto en los próximos dos años, donde los resultados de cada una iniciativa dependerán de los votos de los bloques minoritarios.
Lo que no puede permitirse la principal fuerza política opositora, triunfante en la última elección de medio término, es a no poner toda la carne en el asador ante cada desafío parlamentario porque su electorado se encuentra en un momento de tensión muy particular: siente que ganó una elección y ese triunfo, con sus correspondientes demandas, no fue interpretado y ni siquiera aceptado por el gobierno. Esta situación límite pone a los representantes opositores elegidos por ellos frente a un gran desafío: ser implacables con un gobierno que no dialoga, no escucha y avanza en un proyecto de país que la gran mayoría acaba de rechazar en las urnas.
Y no está mal que tengan esa presión, que no sea todo lo mismo para sus votantes, que parecen entender mejor que algunos dirigentes que el 2023 no está ganado y que al kirchnerismo no se le puede permitir un mínimo viso de debilidad.
Los dirigentes más duros, no en vano llamados “halcones”, entienden esta situación y tienen una lucha interna cada vez más visible para que todas las voces opositoras sean implacables. El exdiputado Álvaro de Lanadrid señala convencido que “hay que bajar un poco las banderas de la UCR, del PRO y de la Coalición Cívica y levantar más la de Juntos por el Cambio; no podemos encerrarnos en nuestros propios espacios y debemos estar más unidos que nunca, tanto para el diálogo como para oponerse”.
La sesión del lunes pasado expuso, de alguna manera, ciertas debilidades en los bloques opositores, porque justificadas o no, esas ausencias no deberían volver a repetirse, no solo porque así pierden votaciones trascendentales que modifican la calidad de vida de los argentinos (un aumento de impuestos lo es), sino porque dan una señal muy preocupante de no estar a la altura de la situación.
Si durante la campaña electoral convocan a sus votantes a participar de una gesta histórica para ponerle un freno a un poder mezquino que privilegia los intereses personales de una dirigente sobre los desafíos colectivos, con eufemismos que hablan de llevarse “puestas las instituciones”, si el desafío es tan grande y tan importante para la democracia, lo que menos pueden exigirles sus votantes es que prioricen su labor parlamentaria y política en lugar de planificar divertidos viajes familiares.
Porque en una república la oposición también gobierna, sobre todo, cuando sabe cómo y cuándo oponerse.