¿Una oposición constructiva?
El Gobierno transita arenas movedizas. En general, las grandes crisis socioeconómicas, como la que enfrentará la Argentina producto del Covid y la extensa cuarentena, quiebran la confianza en los gobernantes y el sistema representativo. El fenómeno rally round the flag, que inicialmente mejora la popularidad de los Ejecutivos, acaba convirtiéndolos en chivos expiatorios y los sienta en el banquillo de los acusados.
A este escenario de extrema inestabilidad, el Gobierno suma dos complicaciones innecesarias. La primera es su apuesta por profundizar la grieta. Ya no se trata de una grieta ideológica contra una supuesta derecha golpista y neoliberal. Es una grieta clasista y territorial, que presenta como enemigos internos a sectores enteros de la población: los ricos, los que vienen del extranjero, los porteños, etc.
El manual populista enseña que la mala gestión se encubre con boicots de saboteadores imaginarios. Como reconocen Mouffe y Laclau, siguiendo a Carl Schmitt, la inclusión populista se funda en la exclusión de un otro al que se expulsa simbólicamente de la comunidad
No debería sorprendernos. El manual populista enseña que la mala gestión se encubre con boicots de saboteadores imaginarios. Como reconocen Mouffe y Laclau, siguiendo a Carl Schmitt, la inclusión populista se funda en la exclusión de un otro al que se expulsa simbólicamente de la comunidad.
El segundo agregado innecesario es la puja facciosa dentro del propio gobierno. Cuando el Presidente necesita mayor cohesión interna, el ala radical de su frente lo empuja al abismo, obligándolo a avanzar con medidas que la sociedad rechaza. Si Alberto F. es el político inteligente y pragmático que esperábamos, tal vez debería jugar sus cartas a suerte o verdad. La inestabilidad de un gobierno elegido por el voto ciudadano es una calamidad que debe evitarse a cualquier precio. Esa es la responsabilidad de todos los ciudadanos. Tal vez por eso varios actores públicos convocan a apoyar al Presidente, reclamando implícitamente una oposición colaboradora y dialoguista. Esta idea no es ajena a muchos dirigentes de Juntos por el Cambio.
Pero a veces la pasividad opositora no es la mejor receta para la estabilidad de la república. En el ideario republicano siempre fue crucial la idea del "contrapoder", entendido como una trama de espacios formales e informales que evitan los desbordes y la concentración de poder. El rol de una oposición republicana consiste en canalizar el descontento ciudadano por vías institucionales. Cuando los indignados interpretan que sus representantes no los representan, pasan a la acción directa y alimentan la crisis institucional.
Si el análisis anterior es plausible, Juntos por el Cambio tal vez debería revisar su estrategia de cooperación. En la medida en que el Gobierno no encuentre límites firmes, insistirá en una agenda ampliamente resistida. Y en la medida en que se imponga la percepción de que el sistema de contrapesos es obsoleto, florecerán los peligrosos impulsos antiestablishment, que los populistas aman, pero que destruyen la democracia.
Filósofo, doctor en teoría política y premio Konex a las humanidades