Una nueva rebelión de las masas asoma en este siglo
Distancia: tanto la elite económica como la educada se alejan del resto y eso impacta en la política
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El trapero L-Gante triunfó gracias a una computadora que le dio el Estado. Ah, no, parece que no; la compró en el mercado de usadas. Solo 600 personas pueden entrar por día del exterior y todos deben hacer cuarentena al llegar. Ah, no, parece que no; algunos funcionarios están exceptuados.
En solo una semana, estas dos contradicciones –o meteduras de pata, para decirlo en criollo– estuvieron protagonizadas por dirigentes progresistas y son claro ejemplo de que este sector tiene cada vez más dificultades para encarnar las aspiraciones, necesidades y agenda de aquellos a quienes representa.
Pero este fenómeno no es nuevo ni exclusivo de nuestro país: la brecha entre la élite de izquierda y los trabajadores es cada vez mayor en muchas partes del mundo. En la Argentina, encuestas recientes muestran que los políticos están al tope de la lista de quienes más privilegios reciben y últimos en la lista de quienes deberían recibirlos. “Vamos a ver cómo es el reino del revés” podría ser la banda de sonido de esta columna. La distancia que se impone cada vez más entre las élites políticas y el ciudadano de a pie no es solo retórica: tiene consecuencias notables en términos de políticas públicas, resultados electorales y valores democráticos.
En la Argentina, encuestas recientes muestran que los políticos están al tope de la lista de quienes más privilegios reciben y últimos en la lista de quienes deberían recibirlos.
La idea de que los varados en el exterior, por ejemplo, no representan un problema electoral para el Gobierno porque no lo votan es una lectura sobresimplificada de la mecánica electoral. El foco en los 600 pasajeros muestra que la agenda del Gobierno no responde a las preocupaciones de los votantes. Para muchos que no viajan, no piensan viajar y quizás ni siquiera empatizan con los viajeros, el mensaje que reciben por parte del Gobierno es que, en vez de estar enfocado en ponerles vacunas en el brazo y dinero en los bolsillos, se distrae lidiando con los turistas en Miami.
La élite política hiperpolarizada pone sobre la mesa una discusión ideologizada e intelectualizada de la realidad, mientras deja libre el campo del sentido común.
La élite política hiperpolarizada pone sobre la mesa una discusión ideologizada e intelectualizada de la realidad, mientras deja libre el campo del sentido común. El antropólogo y analista político brasileño Renato Pereira describió recientemente cómo operó este fenómeno en Brasil, impulsando la llegada de Jair Bolsonaro al poder y explicando la pertinencia de su discurso en el campo popular. En palabras de Pereira: “La tendencia a considerar el negacionismo como un subproducto de las redes sociales o reducirlo a una opinión exótica de absurdos deja escapar el punto fundamental: que empodera a los que no tienen voz y brinda un atajo para los que jamás tuvieron un camino. Ésta es la raíz de la lucha entre la élite instruida, que está acostumbrada a establecer las reglas del juego, y las masas que ya no están dispuestas a jugar ese juego”.
Las recientes primarias para la Alcaldía de Nueva York demostraron algo similar. De acuerdo al Pew Research Center, el 19% de los liberales sólidos que componen el electorado estadounidense son en su mayoría blancos, de altos ingresos y, por supuesto, también tienen educación universitaria. Por eso, no es sorprendente que los votantes demócratas de clase trabajadora se sientan cada vez más incómodos con el discurso de líderes como Alexandria Ocasio-Cortez, que no da respuesta a las cuestiones que para ellos son fundamentales. Esto se hizo evidente en la reciente elección primaria del Partido Demócrata para definir al candidato para competir por la Alcaldía de Nueva York, donde Eric Adams logró la delantera con una campaña basada en temas más conservadores y erigiéndose como un hombre negro que sobrevivió a los embates del racismo pero, al mismo tiempo, como un policía que podía proteger a la ciudad. Como él mismo dijo luego de que se anunciaran los resultados finales: “Una coalición histórica (…) liderada por neoyorquinos de clase trabajadora nos ha llevado a la victoria”. Con ese postura le sacó ventaja a candidatos que tenían un discurso más progresista, como Kathryn Garcia o Maya Wiley, que obtuvieron mucho apoyo en los barrios ricos de Manhattan mientras que Adams tomó la delantera en los distritos de menores ingresos.
Pareciera que la tendencia que se está imponiendo es que los representantes del pueblo tienen cada vez menos relación con el pueblo
Pareciera que la tendencia que se está imponiendo es que los representantes del pueblo tienen cada vez menos relación con el pueblo. De acuerdo a estudios realizados por el Proyecto de Elites Latinoamericanas, de la Universidad de Salamanca, en promedio, el 90% de los parlamentarios de la región tiene educación universitaria, mientras que solo el 20% de los ciudadanos que representan llegó al mismo nivel educativo. Es precisamente esta brecha la que lleva a nuestros representantes a discutir, por ejemplo, la aceptación o no del lenguaje inclusivo mientras la preocupación principal de los argentinos es la economía.
El economista francés especializado en temas de desigualdad Thomas Piketty fue incluso más allá. En base a un estudio realizado en los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia entre 1948 y 2017, concluyó que se produjo un corrimiento en la relación entre el apoyo a la derecha y el nivel educativo de las personas. Mientras los sectores más ricos siguen sosteniendo una ideología conservadora, los sectores educados comenzaron a identificarse cada vez más con la izquierda. Así, tanto la izquierda como la derecha pasaron a representar a las élites y son dos facciones de ésta: la intelectual y la económica, respectivamente.
Quien abra los ojos y despierte a esta nueva realidad podrá interpelar a una masa de ciudadanos que quiere ser parte, decidir sobre su futuro y dejar de ser excluida o interpretada por una élite que no la representa.
Con los dos extremos del espectro político capturados por la élite, no debería sorprendernos que cada vez más votantes no se sientan representados. Un populismo antielites aparece como el nuevo clivaje de nuestros tiempos y anticipa una rebelión de las masas contra los que saben y tienen el conocimiento técnico para decirnos qué hacer. Quien abra los ojos y despierte a esta nueva realidad podrá interpelar a una masa de ciudadanos que quiere ser parte, decidir sobre su futuro y dejar de ser excluida o interpretada por una élite que no la representa.
Politóloga, directora de Dynamis Consulting