Reseña: No hay manera de escapar, de Boris Vian y Oulipo
En el marco del centenario de su nacimiento, los herederos del francés Boris Vian (1920-1959) decidieron proponerle al grupo literario experimental Oulipo que continuara una novela que el autor dejó inconclusa en 1950. De esta forma, seis integrantes del "taller de literatura potencial" –entre ellos el argentino Eduardo Berti, traductor también del libro al español– le agregaron doce capítulos al proyecto abandonado.
La continuación "tercerizada" del libro va muy bien con la estética del escritor y podría pensarse a No hay manera de escapar como un eslabón –no perdido, pero sí perfecto– entre los libros que Vian publicó con su nombre y los de su seudónimo policial Vernon Sullivan: mientras el erotismo y las escenas de violencia recuerdan al segundo, la santísima trinidad de humor, tragedia y melancolía tiene mucho en común con Vercoquin y el plancton, El arrancacorazones e incluso La espuma de los días. Frank Bolton, un combatiente de la guerra de Corea, regresa a su hogar en la pequeña ciudad de Black River y en el tren se pone a evocar las aptitudes eróticas de su primera novia hasta que se entera por los diarios de que acaba de ser brutalmente asesinada. Luego de reencontrarse con sus extraños seres queridos, toma conciencia de que todas sus novias corren idéntica suerte.
Si bien la intervención de Oulipo parece por momentos querer poner toda la carne en el asador y sucumbe a la tentación de explicar apodos y características de personajes in medias res, el resultado no solo es digno de Vian: también logra capturar el tono de la historia con humor propio y una maquinaria impresionante de referencias literarias sin perder la tensión del enigma policial.
Por otro lado, la versión consigue resonancias inesperadas: el hecho de que, ya desde el principio, el protagonista cargue con una mano de metal que los médicos le colocan a la manera de una prótesis y con la que parece perder el control rompiendo algunos vasos no deja de estar en sintonía con el dispositivo técnico que implica concluir en la actualidad una ficción comenzada en 1950 y, también, con la nueva normalidad de conexión online y distanciamiento.
Los seis continuadores de No hay manera de escapar supieron encarnar el papel de traductores-médiums: toda la maquinaria creativa que debe ponerse en juego a la hora de llevar un libro a otro idioma fue utilizada para dar vida a esta historia en un contexto por completo distinto.
NO HAY MANERA DE ESCAPAR
Por Boris Vian y Oulipo
Caja Negra. Trad.: E. Berti. 144 págs./$700