Una novela argentina se quedó con el Premio Norma 2018
Este año, en la categoría juvenil resultó elegido el escritor argentino Ezequiel Dellutri con su novela Koi, una historia de búsquedas de dos jóvenes: Laura y su hermano Julián, que padece el trastorno del espectro autista.
Este año, en la categoría juvenil, el Premio Norma fue otorgado a la obra presentada bajo el título Koi, del escritor argentino Ezequiel Dellutri, con el seudónimo de Mariela Jeremías. Por su larga trayectoria, el Premio Norma es uno de los mayores galardones que se otorga a la literatura infantil y juvenil en la región. El jurado, conformado por el escritor Sergio Andricáin (Cuba-Estados Unidos), el escritor mexicano Benito Taibo y la editora Laura Leibiker, decidió dar por unanimidad el reconocimiento a Koi, de Ezequiel Dellutri escritor, conductor radial y profesor de Literatura, especialista en géneros. En la temática fantástica ha escrito Sobre la convergencia (Booklet), y Sobre los inmortales (UPV), además de la miscelánea de horror Las tres brujas (Saco de Huesos). También es el autor de dos libros de ensayo para adolescentes, uno de ellos dedicado a la influencia de las nuevas tecnologías en la vida de los jóvenes.
En Koi, Dellutri se sumerge en una historia diferente, la de una adolescente que comienza a indagar sobe la muerte de su padre que la abandonó. Esta búsqueda la lleva a encontrar que tiene un hermano autista. A pesar de la resistencia inicial, poco a poco se va consolidando entre ambos hermanos una relación tejida por la música, que va aliviando en la protagonista sus sentimientos por un pasado doloroso, y va abriendo en el lector una forma distinta de mirar al mundo.
–El jurado destacó que Koi posee: “…escenas conmovedoras. Escrita en un lenguaje directo, de estructura sencilla y un punto de vista convincente. Deja en el texto ciertos silencios que permiten al lector construir las historias que no se han contado o se han contado a medias. Se plantean en esta obra una opción de gran potencia para los lectores juveniles, que encontrarán en las referencias musicales y en los personajes fuertes elementos de identificación”. ¿Cómo definís tu novela?
–Koi trata sobre la forma en la que nos contraponemos al vacío. Durante mi adolescencia, la sensación de vacío fue muy intensa: el pensar que el mundo era un sinsentido, el no poder explicar el mal, la frustración de las puertas cerradas aún antes de que uno se acercara a golpear. Luego, entendí que, si bien el caos es una realidad, también hay en el ser humano, una búsqueda profunda para construir un sentido. En Koi coexisten dos personajes que viven en el vacío: Laura y Julián. Una trata de llenarlo con música, el otro con sus obsesiones. Pero al final, la única manera de derrotarlo es tener el coraje de enfrentarse al otro, de mirarlo a la cara, de reconocerse perdido y de buscar juntos el camino. La vida es intolerable sin el otro.
–¿Cómo surgió la idea?
–Venía de escribir varias novelas policiales, unas siete u ocho, y necesitaba cambiar de aire, porque empezaba a sentir que estaba preso de un esquema. El policial clásico te aporta muchos recursos, porque es un género con cierta complejidad técnica, pero tiene un grave problema: la trama, el misterio, el enigma, devoran todo lo demás. Con Koi quise escribir una historia que me permitiera liberarme de cierta tiranía que me había impuesto. Quise contar con absoluta libertad una historia sencilla sobre personas muy diferentes que intentan descubrir, construir, la manera de entenderse.
–¿El título que elegiste para tu obra se relaciona de alguna manera con la leyenda japonesa?
–La historia de Koi tiene un valor muy grande para mí, porque habla de cosas que han sido y son muy importantes en mi vida. Quise descorrerme, dejar afuera cualquier cosa que pudiese entorpecer la pureza de la historia, que pudiese pautar la lectura. No hay ningún tipo de vinculación con la tradición japonesa, más allá de su gusto por los peces de colores.
–¿Por qué decidiste incorporar un personaje que encuadra dentro del Trastorno de Espectro Autista? ¿Te asesoraste para componer este personaje?
–Julián es nada más que una persona, y así lo vi durante todo el proceso de escritura. Me cuidé mucho de no mencionar su condición, aunque se encuadra con facilidad dentro del Trastorno de Espectro Autista. Antes de escribir la novela, tenía algunas nociones básicas sobre el autismo. Más allá de esto, no quise documentarme: quería descubrir por mí mismo quién era Julián a medida que iba escribiendo sobre él. Sentía, y creo que fue un acierto dejarme llevar por esa intuición, que si me informaba iba a terminar convirtiéndolo en un lugar común, y eso hubiese impedido la continuidad del relato, porque la novela trata precisamente de la necesidad de romper los encasillamientos.
–¿Qué te motiva escribir para adolescentes?
–Escribir para adolescentes es recuperar la libertad de transitar por ciertos temas sin temor al melodrama o al exceso. Encuentro más permisos que restricciones, porque si la adolescencia es por definición intensa, esa es también la literatura que me gusta escribir, la que se da permiso para hablar de sensaciones que a veces quedan afuera de la literatura para adultos. ¿Hace cuánto que no leemos una novela sobre la amistad o sobre el amor? Son temas que atraviesan nuestra vida, pero que a veces parecen demasiado simples para la literatura de cauce general. No sé si escribo tanto para adolescentes: escribo para mí, para mis amigos, para mis enemigos, para que lo pueda leer un adolescente delante de todos y un adulto, a escondidas.
–¿Qué significado tiene para vos ser reconocido con este prestigioso premio?
–El premio es una enorme posibilidad de llegar a los lectores. Hay escritores que hablan del temor a la página en blanco; mi más grande frustración es la inversa: que la página ya escrita nunca se encuentre con el lector. Además, ganar el Premio Norma es situarse dentro de la mejor tradición del relato juvenil argentino. Norma ha publicado novelas que me fascinan como Los ojos del perro siberiano, El mar y la serpiente y Los vecinos mueren en las novelas. Son los libros que me gustaría haber leído cuando era adolescente, que me hubiesen permitido sentir más cercana la literatura o pensar sobre ciertas cuestiones a las que llegué mucho tiempo después.
–¿Qué esperas que encuentre el lector en tu historia?
–Un latido de vida. Al menos, eso es lo que busco yo en la literatura: que palpite. Quiero que el lector sienta. Que se deje llevar. Que piense. Y sobre todo, aunque parezca redundante, que lea. Leer es una de las formas más hermosas de comunión con el otro.