Una noble y silenciosa tarea
En 2017, la Asamblea General de las Naciones Unidas institucionalizó el 30 de septiembre como el “día internacional de la traducción”, coincidiendo con la fecha en que se recuerda y honra a San Jerónimo, maestro de la Iglesia, patrono de los traductores, erudito laborioso de origen italiano que trabajó en la traducción de la Biblia al latín, y de textos fundamentales del hebreo al griego. Más allá de los altares, es un acto de justicia recordar que el aporte de San Jerónimo, se extendió a ámbitos de reflexión, filosofía, liturgia y teología.
“Traducir” viene de la palabra latina traslatio, llevar a través. Significa decir “casi” lo mismo, pero en otra lengua; así lo entendida el escritor, ensayista y semiólogo Umberto Eco. Pesan el conocimiento y la impronta del traductor, que deberá intentar ser lo más fiel posible, en su tarea, al texto original. El aporte del traductor es de incalculable valor, no por el mecánico acto de traducir, sino por la responsabilidad específica de elevar su trabajo a lo más cercano, en letra y espíritu, al texto que tradujo.
Traducir no es un acto carente de contenido emocional. Se está interpretando desde un texto; es un acto no solo de conocimiento sino también de altísima importancia, para transmitir, por vía del lenguaje, el deseo del autor, su época. Los giros idiomáticos deben reflejar lo que el autor deseaba imprimir al texto original, cuidando que la puntuación no toque el sentido de la oración. Traducir conlleva la inconmensurable riqueza de trasladar a otras culturas textos que, de otra manera, nunca hubieran sido conocidos; acercarnos culturas a las que que no habríamos accedido, textos perdidos e inalcanzables.
Temas literarios, científicos, culturales, históricos, textos religiosos, costumbres y hasta la música misma se hubieran visto impedidos de ser conocidos, sin la acción silenciosa del traductor. Solo imaginar que esta tarea no existiera dejaría a la vida misma en sombras y grises, por no decir en la oscuridad de la ignorancia.
Las ONU es un organización, que por sus características, se ve en la imperiosa necesidad de utilizar oficialmente 6 idiomas: árabe, chino, español, francés, inglés y ruso, además de usar el alemán para algunos documentos puntuales, siendo seguramente la estructura que mas reclama cientos de traductores, que laboriosamente acompañan las diversas actividades de esta organización, haciéndolo en traducciones simultáneas o escritas.
Debemos advertir que la labor del traductor, de llevar a los 193 miembros de las Naciones Unidas, textos, ordenanzas y resoluciones donde el universo se juega la paz y la guerra, así como condiciones de seguridad política, conductas universales de convivencia y empatía internacional, habla por sí misma de su trascendencia. Valga este modesto recordatorio, como una manera de reivindicar la sutil tarea del traductor, tantas veces soslayada en la voracidad de conocer el contenido de una obra.