Una larga tradición que revive en Europa
Con comida típica, artesanías y villancicos, los numerosos mercados navideños están de vuelta
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El ritual se repite desde hace siglos y son muchos los que aseguran que se mantienen con el mismo espíritu que en sus comienzos. El olor de las salchichas que se asan lentamente compite con el aroma del azúcar quemado de las garrapiñadas de almendras, nueces y castañas y del típico glühwein, el vino caliente, especiado e imperdible que reconforta del frío. Las galletas de jengibre, los adornos y artesanías se suceden de puesto en puesto. Los villancicos en continuado acompañan.
En esta época del año, los mercados navideños son la atracción principal de numerosas ciudades europeas. No importa que haga un frío extremo o que nieve, porque la cita es obligatoria para locales y también para turistas. Son el punto de encuentro con amigos para una charla distendida, para darse una vuelta en familia después del trabajo, el remanso de tranquilidad en un momento del año vertiginoso. Son siempre iguales, no se esfuerzan por mostrar innovaciones (o quizás se esfuerzan por evitarlas): árboles de Navidad gigantes, recitales, espectáculos, juegos infantiles como vueltas al mundo, calesitas antiguas y talleres de almanaques de adviento. Una conexión con el pasado necesaria. Esa tradición que se perpetúa es la que reconforta, la que asegura que se mantenga la identidad de un lugar. Especialmente después de dos años donde muchos mercados no abrieron por el avance del Covid o lo hicieron con restricciones.
Son siempre iguales, no se esfuerzan por mostrar innovaciones (o quizás se esfuerzan por evitarlas): árboles de Navidad gigantes, recitales, espectáculos, juegos infantiles como vueltas al mundo, calesitas antiguas y talleres de almanaques de adviento
El regreso, en muchos casos, está marcado por los altos costos de la energía eléctrica que obligan a reducir los juegos de luces y las decoraciones, pero que no opacarán el ambiente festivo.
La extensa historia de los mercados navideños se remonta a la Edad Media, a los siglos XV y XVI. Y el consenso establece que los primeros fueron en territorio alemán. El mercado Striezelmarkt toma por completo la plaza Altmarkt y los alrededores en el centro de la ciudad de Dresde, muy cerca de la frontera con República Checa. El mercado de Dresde, que fue una de las ciudades más destruidas durante la Segunda Guerra Mundial, se atribuye el honor de ser el más antiguo: abrió por primera vez en 1434. Aquí será imperdible saborear el stollen, una especie de pan dulce que hasta tiene fiesta propia, reina y competencia por el más grande.
Más chicos, más grandes, más o menos conocidos, cada ciudad alemana tiene su propio mercado navideño. Pero no son exclusividad alemana: hace siglos que cruzaron las fronteras y se extendieron principalmente por Centroeuropa. Un viaje al Viejo Continente en esta época debería incluir una visita a un mercado. Además de Alemania, se organizan en Austria, Francia, Hungría, Suiza, Estonia, Suecia, Bélgica y también llegaron a España e Italia, entre otros países.
Suelen abrir los últimos días de noviembre, durante el adviento, y se extienden hasta el 24 de diciembre, incluso algunos hasta fin de año.
Los mejores
Como sucede con las playas y otras atracciones, hay ránkings que eligen los mejores mercados navideños. Por ejemplo European Best Destinations realizó un concurso para distinguir los más lindos de Europa.
Al podio subieron el de Budapest, en Hungría, uno de los mercados más grandes de Europa, que cuenta con más de 100 vendedores, entre puestos de decoración, artesanos y gastronómicos, un gran árbol y pista de patinaje sobre hielo, en el casco antiguo de la ciudad. Cada noche impactan los shows de luces sobre la fachada de la basílica.
Al de Budapest, lo escoltaron el mercado de Basilea, en Suiza, donde se destaca el pan de especias llamado Läckerli, y el mercado de Metz, en el noreste de Francia, cerca de la frontera con Bélgica, Luxemburgo y Alemania, que se extiende por toda la ciudad.
Entre los más curiosos se destaca el del pequeño pueblo de Govone, entre las colinas y viñedos de la región de Piamonte, Italia. El Castillo de Govone, patrimonio de la Unesco, se convierte en la Casa de Papá Noel y la ciudad en “La aldea mágica de Navidad”.
Lejos del crudo invierno, Málaga tiene su reconocido mercado, donde ya se instalaron 16 Ángeles Celestiales sobre la famosa calle Larios para un espectáculo de luz y sonido. Además, por primera vez, según anunciaron desde el Ayuntamiento, habrá espectáculos luminosos con drones que serán visibles desde diferentes puntos de la ciudad y volverá a haber espectáculos de proyecciones arquitectónica o video mapping en la torre mocha de la catedral.
Los mercados también cruzaron el Atlántico: en Toronto, sobre las calles empedradas de la ciudad canadiense, ofrece 65 puestos dentro del Distillery District Winter Village y un árbol de 15 metros.
La magia especial de la Navidad sigue intacta, a pesar de todo.