Una infeliz sentencia írrita de la Corte Suprema
Hemos oído y leído críticas irrefutables sobre la sentencia de la Corte y acerca del Poder Judicial, porque no se puede limitar a los casos de los jueces en cuestión. De modo que esta sentencia trasciende obviamente a toda la judicatura argentina y, por consiguiente, a toda la vida del país. Y aun a todas las relaciones internacionales que requieren un fundamento suficiente de confianza en el Poder Judicial de la Nación.
La sentencia de la Corte es manifiestamente nula, porque desconoce muy sorpresivamente el acuerdo prestado a los jueces y su estabilidad e inamovilidad, que han quedado ignoradas, menoscabadas y heridas de muerte por la propia Corte.
Sé muy bien la gravedad de lo que estoy diciendo acerca de esta írrita sentencia de la Corte. Es indispensable y urgente que ella misma la anule. Ello devolverá al tribunal la confianza de todo el mundo.
La Corte ha sacado como consecuencia de un traslado, bien hecho o no, la írrita consecuencia de hacerles perder los efectos de sus acuerdos senatoriales. Esto no puede quedar así. Negó los efectos de los acuerdos de los jueces trasladados aun con la autorización de la propia Corte, y con la misma composición.
Tan írrita es esta sentencia que de sostenerse, como se ha advertido por el periodismo más sagaz, hiere de muerte a todo el Poder Judicial. Considerándome yo mismo en situación análoga, ruego y exhorto a los jueces de la Corte que mediten en esta alternativa de autoanulación de esa sentencia, que muchos juzgan jurídicamente inexistente, aunque políticamente eficaz y que tiene tal vez el beneplácito gubernamental.
Ningún juez trasladado, aun con todas las de la ley, hubiese imaginado siquiera que perdería, por el traslado, la inamovilidad, propia del efecto más eficiente de su acuerdo senatorial. Para el juez y para todos el acuerdo es sagrado. Y así debe reconocerse como inviolable.
Obligar a los jueces trasladados en sus cargos actuales a concursar para obtener nuevo acuerdo configura un inicuo menoscabo de su investidura. Exhorto a la Corte a que ponga remedio a este fallo que compromete la responsabilidad internacional de la Nación.
A los jueces de la Corte que conozco, quienes me han dado pruebas de solidaridad, les ruego que corrijan esta irregularidad manifiesta, porque eso los enaltecería como jueces del más Alto Tribunal. Y como yo mismo me siento espiritualmente consustanciado con nuestra Corte, ruego nuevamente que, por la vía que mejor estimen, dejen sin efecto esta sentencia que, como digo con gran pesar, es írrita.
Expresidente de la Corte Suprema