Una humanidad mejor
Las acciones y reflexiones del papa Francisco se inspiran en la figura de Jesús. Su actuar con humildad, su preocupación por los pobres, por el prójimo sufriente en general, posee su correlato en las acciones de aquel Rabino de Nazaret. Pero las acciones de Jesús -que nació y fue educado en el seno de una familia judía- se corresponden a su vez con la esencia del mensaje profético desarrollado en el siglo octavo anterior a esta era, cuando un conjunto de profetas dejaron una indeleble marca en la fe de Israel. Fue la generación de Isaías, Oseas, Miqueas y Amós. Bregaron por la justicia social, contra la explotación del individuo en todas sus formas, y enseñaron que la búsqueda del Dios trascendente pasa indefectiblemente por el respeto y la consideración al prójimo.
Dios sólo considerará la plegaria del hombre mientras éste cuide su obra, comenzando por la responsabilidad que debe asumir para con su hermano. Los sacrificios y ofrendas, dicen literalmente estos enviados de Dios, son aborrecidos por él mientras la corrupción, la insaciable apetencia de bienes, el egoísmo y egocentrismo sean los verdaderos ídolos a los que se les rinde pleitesía. No cabe en la fe, por ellos proclamada, ninguna posibilidad de servir a Dios manteniendo una actitud hedonista, en la que uno se sirve a sí mismo. Servir a Dios demanda indefectiblemente el servir su obra.
Francisco siempre tuvo y tiene a flor de labios los versículos de Isaías (58: 6-7): "Éste es el ayuno que habrá de agradarme: Desatar las ligaduras de la iniquidad, desligar los haces de la opresión, liberar a los oprimidos y romper todo yugo. Compartir tu pan con el hambriento, albergar a los pobres y errantes en tu hogar, cuando viereis un desnudo habrás de cubrirlo y de tu cercano no habrás de desentenderte" .
Tanto Jesús como sus colegas rabíes de su tiempo, más allá de sus diferencias, consolidaron las enseñanzas de los profetas mencionados. "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" fue considerado un precepto central tanto por Jesús como por Hilel, su contemporáneo, y luego por el Rabí Akiva.
El compromiso de procurar la paz entre las naciones que manifiesta Francisco en su pontificado está inspirado en las visiones de Isaías (capítulo 2) y Miqueas (capítulo 4), en donde se describe la certeza de la llegada de un tiempo en el que los pueblos trocarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces, no alzará la espada un pueblo contra otro, ni aprenderán más para la guerra.
Abraham Joshua Heschel, uno de los pensadores judíos de mayor influencia en el siglo pasado, trató de revitalizar el legado profético en su tiempo. Edward Kaplan, un experto en su vida y obra, afirma que "el legado más perdurable de Heschel es, probablemente, un humanismo sagrado: cada persona, más allá de su forma de pensar, raza, género y posición social, es una imagen de lo divino". Este humanismo sagrado, que puede hallarse en los escritos de Maimónides del siglo XII, es parte esencial en la teología del actual Papa, así como del ideario de los muchos que bregan por una realidad mundial distinta a la presente.
Recientemente visité a Shimon Peres en su departamento en Tel Aviv. La última vez que habíamos conversado fue en los jardines del Vaticano en ocasión del encuentro por la paz en el cual, junto a Francisco y Mahmoud Abbas, plasmaron un mensaje de entendimiento y concordia. Peres es uno de los discípulos más cercanos a David Ben Gurión, uno de los forjadores más conspicuos del Estado de Israel. Ambos, distando de ser judíos comprometidos con las tradiciones religiosas, dedicaron su vida a enaltecer aquel humanismo sagrado con el que Heschel redefinió el mensaje de los profetas.
Peres me manifestó su sentimiento de cercanía y afecto por Francisco, y me obsequió un libro de su autoría acerca de su maestro, Ben Gurión. En su dedicatoria, refiriéndose al diálogo que desarrollamos con Bergoglio, escribe: "Nunca hubo relaciones tan cálidas como las presentes, en las que el papa Francisco ha insuflado un espíritu nuevo en el corazón de su religión y en la confianza en los miembros de otras religiones, que han brindado a nuestro mundo esperanza, modestia y humanismo".
Peres y Francisco reconocieron el uno en el otro el brillo de ese mensaje profético que guarda en sí la esperanza de una humanidad mejor. Una meta, como suele repetir Bergoglio, alcanzable.
Hace unos años solía mandar mis saludos al entonces arzobispo de Buenos Aires en ocasión de la Navidad. Eran pequeñas esquelas en las que expresaba mis deseos de una muy significativa celebración espiritual para él y su grey. Fueron los principios de un encuentro humano en busca de lo sagrado que yace en nuestra condición y que devino en una profunda amistad. Sirvan estos pensamientos como renovado deseo para el hoy Papa y su grey en ocasión de esta celebración navideña.
Rabino del Seminario Rabínico Latinoamericano y de la comunidad Benei Tikva