Vida eterna: una guerra millonaria contra la muerte
Las empresas tecnológicas más poderosas invierten en desarrollos para aumentar la expectativa de vida
No sería nada descabellado renombrar Silicon Valley. En el valle del silicio lo que desvela ya no son los microchips sino cómo ganarle la pulseada a la muerte. O, al menos, cómo extender varias décadas la contienda? hasta que se descubra cómo ganarla.
Todas las empresas tecnológicas de primera línea en el mundo cuentan, al menos, con una división, desprendimiento o fundación especializados en rubros tales como biotecnología, neurociencia o nanotecnología con los que esperan, en un futuro más o menos cercano, poder curar enfermedades hasta ahora incurables, mejorar la calidad de vida a medida que envejecemos, o prolongar nuestra existencia por varias décadas más.
Algunas iniciativas: Craig Venter (Google) y Peter Diamandis (Singularity University) encabezan Human Longevity Inc., organización con la que se proponen lograr un mayor conocimiento del genoma humano y contribuir así a un envejecimiento más saludable y lento; Google creó una empresa independiente llamada Calico (California Life Company) que también buscará combatir el envejecimiento y que cuenta con científicos de primer nivel y con la asesoría del tecnogurú Ray Kurzweil; hace algunas semanas el líder de Facebook, Mark Zuckerberg, anunció junto a su esposa una inversión multimillonaria para dar con la cura de enfermedades como el cáncer y diferentes males cardíacos, neurológicos e infecciosos, en tanto que el fundador de PayPal, Peter Thiel, también lleva gastados miles de millones de dólares en el financiamiento de investigaciones relacionadas con la longevidad. La lista sigue y suma proyectos en otras partes del mundo.
Con matices y variaciones, lo que suele estar presente en el discurso de estos referentes es un completo cambio de perspectiva con respecto a la muerte, a la que ya no miran como el desenlace natural de la vida. Sostienen, más bien, que durante muchos años el envejecimiento no fue preocupación de la ciencia y que, por ende, es muy poco lo que se sabe de él. No se preguntan aún –o no aparece en un debate público incipiente sobre el tema– por los alcances éticos de estos desarrollos.
Sí aseguran que son muchos los caminos inexplorados que podrían extender la expectativa de vida humana. Las estrategias para lograrlo van desde bases de datos genómicas ultra detalladas que permitan neutralizar las enfermedades a las que somos propensos antes de que se manifiesten, impresión 3D y recambio de órganos, hasta nanorrobots que no sólo les corten el paso a las enfermedades neurodegenerativas sino que, en un futuro no muy lejano, también permitan descargar todo el contenido de nuestro cerebro a la nube para permanecer en el mundo virtual cuando ya no estemos en el real. ¿Exceso de ingenuidad, de dinero o de soberbia? Nadie lo sabe. El siglo XXI promete cambiar por completo el mundo en que vivimos. Tal vez sea, simplemente, que nadie quiere perdérselo.