Una gira desequilibrada
La política internacional desarrollada por el presidente Fernández es la peor cara de su gobierno, incluso por encima del pésimo desempeño económico. El Ejecutivo viene desarrollando una política exterior errática, carente de un horizonte claro y de espaldas a nuestras necesidades de desarrollo. Con una narrativa geopolítica por momentos banal y cargada de ideología, plantea las relaciones externas en términos de amigo-enemigo, bajo falsas premisas de alineamiento con unos en detrimento de otros, e incurriendo en expresiones muy desaconsejables para los usos y buenas prácticas diplomáticos. De esa forma, nuestro país ha venido perdiendo confianza y gravitación internacional.
El presidente Alberto Fernández se encuentra en la parte final de su gira por Rusia y China en el marco de la celebración de los Juegos Olímpicos de invierno, donde se anunció, entre otros temas, la adhesión formal para el ingreso a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés).
Es necesario y beneficioso para los intereses nacionales que los presidentes viajen al exterior y establezcan relaciones personales con los líderes mundiales. La diplomacia presidencial tiene el potencial de abrir caminos, ampliar iniciativas y constituirse en hitos importantes del vínculo con socios externos. Sin embargo, esto debe hacerse en un marco de planificación estratégica adecuada, teniendo en cuenta los tiempos y las formas.
Que Alberto Fernández visite China es, en principio, una buena señal, habida cuenta los importantes vínculos actuales y la posibilidad de extenderlos y profundizarlos, en el marco de la asociación estratégica integral entre ambos países. Lo cuestionable es que no haya hecho lo mismo con nuestro otro socio político y económico principal, que son los Estados Unidos. O que se niegue deliberadamente y por cuestiones partidarias a encontrarse con el presidente de Brasil, mayor socio del Mercosur y primer destino de nuestras exportaciones.
La gira no parece tener el equilibrio que la delicada situación nacional y global ameritan. Que se haya incluido una parada en Rusia y se hayan realizado declaraciones al más alto nivel como las que trascendieron del presidente Fernández en momentos de extrema tensión por el conflicto en Ucrania, resulta inexplicable. Cabe preguntarse: ¿no hubiese sido deseable que habiendo realizado el extenso viaje al otro lado del mundo se incluyera por ejemplo una visita a Japón, segunda mayor cuota dentro del FMI y sede de numerosas empresas con inversiones en la Argentina?. ¿Es Barbados un destino prioritario en esto momentos?
La Argentina necesita del apoyo de todos los principales socios globales, por igual. La delicada situación actual y futura requiere de un largo, profesional y trabajoso proceso de integración y construcción de confianza en el mundo. Elegir solo una parte de éste por afinidades ideológicas no hace más que cerrarnos las puertas y aislarnos, sin beneficio alguno.
Pekín se ha convertido en un socio indispensable, una gran puerta de ingreso de la Argentina para una pragmática integración con Asia, y que ocupa un lugar central en una política exterior orientada al futuro y al progreso económico de nuestro país.
El cambio de época que estamos experimentando y las transiciones de poder global que se están produciendo invitan a resistir tres tipos de impulsos muy arraigados en el debate contemporáneo. Primero, a tomar el atajo mental que nos lleve a mirar la competencia estratégica China-Estados Unidos como una nueva guerra fría. Segundo, a pasar todo exclusivamente por el cristal ideológico. Y tercero, a interpretar los hechos únicamente desde la propia cosmovisión (un llamado a vencer el desconocimiento).
Ambas superpotencias proyectan sus líneas rojas con claridad (al menos por ahora) y es en ese espectro en el que debe moverse el posicionamiento estratégico de la Argentina. Por ejemplo, abriendo espacios temporales más largos para decidir y negociar, idealmente en coordinación con nuestros socios de la región, aquellos temas críticos y materias sensibles en las que ninguno se muestra dispuesto a ceder. Es cierto que se trata de un delicado equilibrio. Pero también es cierto que el interés nacional y los valores que la Argentina defiende ofrecen criterios ordenadores para administrar nuestro rol en los asuntos críticos en los que se expresa la competencia estratégica China-Estados Unidos. Así entendido, nuestro margen de maniobra tal vez no sea tan acotado como algunos piensan.
Un error habitual al abordar temáticas relacionadas a China es hacerlo sesgadamente, con preconceptos. Así como la disciplina de la historia nos llama a no interpretar el pasado con mentalidad del presente, tampoco es recomendable el abordaje a la cultura y los modos orientales desde una cosmovisión netamente occidental que impide la comprensión en profundidad de sus formas y tiempos.
El ejercicio que proponemos es desprendernos de los prejuicios y reconocer y superar el desconocimiento. La nueva Ruta de la Seda es un concepto, un marco sin definiciones concretas ni obligaciones de ambos lados más que la voluntad y el compromiso de trabajar juntos. Una iniciativa con principios ordenadores a partir de los cuales elaborar políticas específicas, que luego deberán ser discutidas en los ámbitos nacionales correspondientes.
Si sabemos aprovecharla, la firma del BRI puede constituir la oportunidad de abrirse camino en la región Asia Pacífico profundizando nuestro vínculo con China, Japón y los países de Asean y un punto sólido de apoyo para una estrategia más amplia y ambiciosa de integración pragmática que contemple la posibilidad de ser parte del RCEP (el mayor tratado de comercio del planeta). Visto así, podemos pensar en la adhesión a la BRI como la oportunidad para la Argentina y no como una penetración de China avasallando nuestros intereses. Si el presidente Fernandez decide tomar el camino de la ideologización de las relaciones exteriores y la incontinencia verbal seguramente sigamos perdiendo oportunidades y credibilidad.
Se está cocinando un plato geopolítico en el que China y Asia tendrán un papel determinante. Un plato del que los argentinos, más temprano que tarde, tendremos que probar. Debemos sentarnos con todos a la mesa. Tengamos la esperanza de que así sea, porque, como solía decir Zbigniew Brezenzinski (consejero de Seguridad Nacional del gobierno del presidente de los Estados Unidos Jimmy Carter), “si no estás en la mesa, estás en el menú”.
Cagliolo, exsubsecretario de Relaciones Internacionales y Cooperación de la provincia de Buenos Aires; Pontiroli, excoordinador de Asuntos Estratégicos de la Nación; integrantes de los equipos de la Fundación Argentina Global