Una festividad judía universal
El miércoles al anochecer comienza el Iom Kipúr (en español, Día del Perdón) y termina el jueves ya entrada la noche. El mismo está precedido por cuarenta días de reflexión. La palabra hebrea kipúr tiene relación con verbo lejaper que significa “mejorar”, “reparar” y “perdonar”.
El Iom Kipur es la conmemoración más característica y más respetada de la liturgia judía, pero su significado la trasciende, ya que tiene una dimensión mucho más amplia. Lo particular y lo universal se dan la mano. En este sentido es un llamado a rectificar conductas para con nuestros semejantes, a volver al sentido ético de la existencia, a recordar a los fallecidos, a reflexionar sobre el sentido de la vida y del tiempo. Todos estos conceptos tienen vigencia para todas las épocas y para todos los seres humanos.
Es realmente significativo que personas del siglo XXI se re-unan (en el sentido original de la palabra de “volver a unirse”) y se conmuevan al leer oraciones de alabanza al Creador y de arrepentimiento que tienen, algunas, más de dos milenios de antigüedad. Otras fueron originadas en la diáspora donde “germinó una increíble teología”, según se admiraba Jorge Luis Borges, que rubricaba: “Durante siglos, en toda Europa el Pueblo Elegido fue confinado en barrios que tenían algo o mucho de leprosorios y que, paradójicamente, fueron invernáculos mágicos de la cultura judía”.
En este marco, esta festividad nos pide –además de un ayuno total– tres actividades que representan a los seres humanos en todas sus dimensiones (éstas comienzan en español con la letra “t”): Teshuvá, Tefilá y Tzedaká. La primera, Teshuvá es el arrepentimiento personal y también puede significar volver (a sí mismo); la segunda, Tefilá (oración, ruego), es la relación con el Creador. La tercera es la Tzedaká (es mucho más que “caridad”) en el trato con nuestros semejantes. Tzedaká significa hacer justicia. Cuando apoyamos a los necesitados estamos restableciendo el equilibrio que alguna vez se rompió y que generó una injusticia que estamos reparando.
Estamos en estos días atravesando un momento angustioso para la humanidad, por la pandemia que nos acosa, sin poder avizorar su final. Nos encontramos sometidos a incertidumbre, aislamiento social y lamentablemente a la pérdida de seres queridos. En este contexto las grandes religiones nos brindan cobijo y esperanza para soportar la crisis. Los ruegos por la salud toman nuevos y profundos significados. Debido a la pandemia los servicios en las sinagogas serán restringidos a pocos feligreses. Muchos deberán seguirlos on line.
Una reflexión final. Todos nos declaramos defensores de la justicia pero somos indiferentes ante los millones de seres humanos que mueren por hambre, enfermedades evitables, guerras inútiles, destrucción del medio ambiente. Entre 720 y 821 millones de personas sufren hambre (FAO 2020). La pandemia ha acentuado las diferencias entre los ultra ricos y el resto de la población. Es hora de volver a la solidaridad antes de que sea tarde,
¡El universo puede ser mejor! y para ello, todos debemos ajustar nuestro proceder a los principios éticos, aun en nuestro micro cosmos. Esta celebración es un buen momento para reconciliarnos con el Todopoderoso y con los seres humanos. Como señalaron los poetas: “por un día los seres humanos y los ángeles son iguales”.
Presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí