Una enfermedad que avanza y nos obliga a estar atentos
La enfermedad de Alzheimer es la causa más frecuente de demencia en todo el mundo: cada tres segundos se realiza un diagnóstico de demencia. Entre el 60 y el 70% de las demencias corresponden a la enfermedad de Alzheimer, cuyo principal factor de riesgo es la edad. Hoy, cuando la expectativa de vida está aumentando gracias a los avances científicos, a la calidad de vida y a la tecnología, el mundo se enfrenta a un "tsunami" de un impacto humano, social, económico y político de gran magnitud.
En la Argentina hay más de medio millón de personas con demencia y se calcula que, debido al aumento en la expectativa de vida, ese número ascenderá a más de un millón de personas en 25 años.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa progresiva, que se manifiesta a través del deterioro cognitivo y de trastornos en la conducta. Se desarrolla en el cerebro años antes de que aparezcan los síntomas. El comienzo más frecuente es la pérdida progresiva de la memoria.
Es normal olvidarse ocasionalmente las llaves, tener una palabra "en la punta de la lengua que no sale" y pasar por alto una cita, o no recordar el nombre de un compañero. Y si alguien sufre alteraciones anímicas (por ejemplo, depresión o ansiedad) o está estresado, es común que los síntomas sean más frecuentes. Hay muchas razones por las cuales la gente tiene problemas de memoria. La mayoría de las veces las quejas de memoria en los adultos no están relacionadas con el Alzheimer, pero de todas maneras es importante encontrar la causa, buscar tratamiento adecuado y eliminar los miedos.
En la etapa inicial de la enfermedad, la mayoría de los pacientes tienen dificultades en la memoria reciente (por ejemplo que si comió ayer a la noche) o se les dificulta frecuentemente encontrar las palabras adecuadas. Cuando la enfermedad progresa, más áreas del cerebro se ven afectadas y muchos aspectos de la vida diaria se ven comprometidos, por lo que la persona empieza a necesitar asistencia para realizar tareas cotidianas, como por ejemplo ir al cajero automático o preparar una comida. Así, pueden estar más confundidos, experimentar cambios de humor, sentirse enojados, frustrados, volverse más introvertidos porque perdieron la confianza o tienen problemas de comunicación.
Todos tenemos, a veces, dificultades para encontrar la palabra correcta, pero la persona con Alzheimer se olvida en forma frecuente de palabras simples o las sustituye de forma inapropiada, haciendo que sus oraciones sean difíciles de entender. Es probable que muchas veces intente describir un objeto en vez de utilizar su propio nombre.
Las personas podemos tener distracciones de tanto en tanto. Por ejemplo, dejar algo cocinando en el horno más tiempo del necesario porque nos ponemos a hacer otra cosa y se nos pasa. La persona con enfermedad de Alzheimer puede preparar una comida y no solo olvidarse de servirla, sino también de que la ha preparado.
Quienes sufren Alzheimer pueden sentirse desinteresados en realizar sus actividades diarias. La pérdida de iniciativa, falta de energía y depresión son otras de las características. Además, suelen tener problemas en la toma de decisiones, resolución de problemas y en la planificación. Una persona con Alzheimer puede vestirse inapropiadamente de forma exagerada.
Cualquiera puede perderse en una ciudad que visita por primera vez, sin embargo, los pacientes con esta enfermedad pueden llegar a desorientarse en su propia cuadra, sin saber dónde están, cómo llegaron a ese lugar o cómo volver a casa. También es normal olvidarse momentáneamente del día de la semana, pero no en qué mes o año se está. Mientras que hacer un balance contable puede ser un gran desafío para muchas personas, para alguien con Alzheimer hacer un simple cálculo puede ser imposible. Quienes padecen esta condición suelen experimentar cambios en el humor y en el comportamiento. Pueden presentar irritabilidad, agitarse y esconder cosas.
En la actualidad, no existe ningún test o análisis que nos permita diagnosticar la enfermedad con una certeza del 100%. Los métodos clínicos para el diagnóstico combinan la evaluación profesional, pruebas neuropsicológicas, neuroimágenes cerebrales, con las referencias que brindan las personas que cuidan al paciente. Realizado por un médico entrenado, este método tiene una gran precisión. En general, el reconocimiento depende de la integración de los datos de la historia clínica con el examen médico, con la evaluación del estado mental y con el resultado de exámenes complementarios. Es fundamental para realizar el diagnóstico que el profesional se concentre en la información que brindan el paciente y los familiares. La evaluación cognitiva o neuropsicológica es de valor para determinar el tipo de compromiso intelectual, cuantificar el grado de deterioro y posibilitar el control de la evolución del paciente.
Hay estudios de laboratorio que son indispensables en los pacientes con demencia para descartar la presencia de una enfermedad clínica que afecte la memoria (el hipotiroidismo, por ejemplo). La tomografía computada y la resonancia magnética tienen también un papel fundamental en el diagnóstico. Ambos procedimientos se utilizan para descartar la presencia de lesiones (por ejemplo, tumores o infecciones) que pueden afectar los procesos cognitivos como la memoria o el lenguaje. En la enfermedad de Alzheimer se observa atrofia cerebral, fundamentalmente en el lóbulo temporal medial, por lo que su presencia puede orientarnos al diagnóstico. Existen además estudios de mayor complejidad, que no se utilizan de rutina, y que en casos dudosos pueden ser de gran utilidad para arribar a un diagnóstico más preciso.
Si bien las personas que padecen la enfermedad son sin duda quienes merecen toda nuestra atención y cuidado, debemos considerar también la salud de quienes los cuidan, porque a menudo experimentan momentos de estrés, algunas veces severo. Por estas razones, se los llama el "otro enfermo". Aunque actualmente no hay un tratamiento que modifique el curso de esta enfermedad, contamos con evidencia que parece indicar que una dieta y un estilo de vida sanos, hacer ejercicio regularmente, mantener una vida social activa y tener desafíos intelectuales reduce el riesgo de tener síntomas de deterioro cognitivo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Internacional de Alzheimer (ADI) propusieron hoy 21 de septiembre como el Día Mundial del Alzheimer. Dedicarle un día especial a esta enfermedad tiene como fin principal contribuir a tomar conciencia colectivamente y aunar los esfuerzos para apoyar la investigación, desafiar los estigmas existentes y mejorar la calidad de vida de los enfermos y de sus cuidadores.
El rol primordial que podemos cumplir los profesionales, y toda la sociedad, es comprender y acompañar a quienes sufren, y conocer y hacer conocer la enfermedad. Corramos la voz.
Neurólogo y neurocientífico