Una década "es poco" y por eso van por otra
L a Presidenta viene insistiendo sobre una misma idea fija como si la "década ganada" hubiera sido un tiempo escaso e insuficiente para llevar a cabo un buen plan de gobierno. Primero esbozó su deseo en el acto del 25 de Mayo último, justo cuando se cumplían diez años de la llegada del kirchnerismo al poder.
El sábado de la semana pasada, cuando presentó a los candidatos del Frente para la Victoria que competirán en las próximas elecciones, volvió a la carga sobre lo mismo, pero se explayó en algo que, al menos, precisa un par de aclaraciones.
"Tenemos que ganar otra década más, para compensar 50 años de atraso", bramó en el microestadio de Argentinos Juniors.
Por cierto se le pasó por alto que en los últimos 67 años de vida argentina, 34 estuvieron ocupados por gobiernos peronistas. A los que habría que sumar tres años más, que fue el tiempo que duró la dictadura militar, que se extendió entre 1943 y 1946, cuya figura dominante fue Juan Domingo Perón, quien enmendaría su origen golpista en las urnas de 1946.
La cuenta es todavía más abultada si la circunscribimos al tiempo que transcurrió desde el regreso de la democracia en 1983: en los 30 años que pasaron desde entonces, 22 contaron en el poder máximo de la Argentina con gobernantes justicialistas.
Para hacer aún más dramático el cálculo, y que se tenga una cabal idea de lo que ello significa, sólo bastará con convertir esas tres décadas que se consumieron desde el fin de la última dictadura militar a escala de días. Así, de esos "escasos" tres días que han pasado desde entonces (uno por cada década), uno lo ocupó de manera completa la década menemista; otro, íntegramente la década kirchnerista y el día que resta no ha sido sólo para los gobiernos de Raúl Alfonsín (cinco años y medio) y Fernando de la Rúa (dos años). También debe computarse parte de ese tiempo a los herederos de Perón (Menem, Duhalde, el fugaz Adolfo Rodríguez Saá y los "suspiros" de Ramón Puerta y Eduardo Camaño).
Por lo que a la hora de hacer un balance, con el debe y el haber de la democracia recuperada en el 83, sin duda el justicialismo lleva las máximas responsabilidades sobre su conciencia. Para bien y para mal.
Claro que esto será puesto en discusión porque así como el peronismo muestra cada vez mayor versatilidad para ir de una punta a la otra del espectro ideológico, político y económico según la conveniencia de cada momento y la "inspiración" de su líder circunstancial, le resulta facilísimo deshacerse, como de un incómodo lastre, de aquellos episodios que no le son convenientes. Así, incluso ilustres funcionarios del actual gobierno que formaron parte neurálgica del menemismo, hoy negarán que esos diez años y medio ocupados por el hoy procesado ex presidente riojano deban ser computados a la cuenta del PJ. La capacidad formidable de negación y desdoblamiento hace que también miren como hechos ajenos los ya lejanos crímenes de Montoneros y de la Triple A, y que tampoco se hagan mayormente cargo del decreto de "aniquilamiento" de la guerrilla firmado durante el interinato de Ítalo Luder, ni del primer centro de detención clandestino (la "escuelita" de Famaillá, en la selva tucumana, que empezó a funcionar meses antes del golpe del 76).
José López Rega no es de nadie como tampoco, el día de mañana, nadie querrá hacerse cargo, lógicamente, de las patéticas extravagancias y maltratos varios de Guillermo Moreno, que, en la semana que pasó, tuvo un nuevo episodio de prepotencia misógina contra una periodista.
Pero así como rápidamente se quitan de encima las manchas que puedan desmejorar su historia, también van en busca de apropiarse de glorias ajenas que los puedan engrandecer. Con dos días de diferencia acaban de cumplirse 39 años de la muerte de Perón y 80, de la de Yrigoyen. Ambos aniversarios recientes sirvieron de excusa para probar nuevas alquimias de "fusión" entre esos caudillos. Canal 7 en horario central, con repetición posterior en Encuentro, puso a tres historiadores oficialistas a asentirse unos a otros sobre esta suerte de supuestos "hermanos siameses" de la política argentina. Pero, claro, siempre dejándolo un poquito peor al líder radical por "la mancha" de la represión en la Semana Trágica. Cuando hablaron de la "asonada" que lo depuso en 1930 aplicaron el olvido selectivo al no recordar que el entonces capitán Perón participó de ella.
A veces hay un "marketing" peronista superficial en torno de la UCR. Aunque el mismo Perón, que había encarcelado en los 50 a Ricardo Balbín, tejió el principio de una esperanzadora alianza con ese líder radical a su regreso en 1973, el propio PJ pateó el tablero para alejar esa "impureza" partidaria. El resultado fue la fórmula Perón-Perón, que a la muerte del jefe justicialista dejó el país a la deriva en manos de su viuda.
El kirchnerismo ningunea al radicalismo, pero a la hora del recordatorio inofensivo y amable ni el cuestionado Amado Boudou, que se olvida de su rancio origen en la UCeDé, se priva de poner en la misma vereda a Yrigoyen, Perón y los Kirchner, y en la de enfrente, al periodismo. Tal como sentencia Cambalache, "en el mismo lodo, todos manoseaos".