Una cuestión de método
Quien visite a menudo los quioscos de diarios en cualquier parte de Brasil habrá observado la frecuencia con que los periódicos traen notas de tapa sobre la presencia de las nuevas tecnologías en la educación de niños y jóvenes. La mayoría retrata el impacto real o virtual de las herramientas contemporáneas dentro y fuera de las aulas. El tema está a la orden del día y atraerá aun más atención ahora, con el lanzamiento del Plan Nacional de Banda Ancha, que facilitará el acceso a Internet al mayor número de brasileños. La cobertura de este tema por parte de la prensa representa una preocupación saludable respecto de uno de los aspectos más relevantes de la educación: la situación de la enseñanza y del aprendizaje en tiempos de conectividad mundial.
Algo similar sucede en la Argentina, Uruguay, Chile y Perú, donde las políticas de conectividad se entroncan con las políticas educativas. Hoy parece una verdad regional que conectar es también incluir y transformar la educación.
Por detrás de esta cuestión se esconde otra: la de la metodología. Independientemente de las tecnologías en boga, ante la nueva realidad cabe debatir, además de "con lo que se enseña y se aprende", también con "cómo se enseña y se aprende". Si las actuales tecnologías de comunicación y de la información, las TIC, son de por sí piezas relevantes en el actual proceso de enseñanza y aprendizaje, a la vez representan un desafío a ese mismo proceso. Al final, como se sabe, según sean utilizadas, podrán ser poderosas aliadas o vacilantes competidoras en la educación formal.
Aquí es donde entra la metodología de enseñanza y aprendizaje. El método, vale recordar, tiene relación directa con la calidad de la educación. Es el método el que hace la diferencia, tanto en un ambiente altamente tecnológico como en uno más tradicional. Se trata, a fin de cuentas, de trabajar con las mentes de niños y jóvenes en un mundo donde hay contrastes, disparidades. Para ese mundo desigual, pero en el cual la ciencia y la tecnología van ganando terreno, el método debe estar comprometido con el razonamiento lógico, la capacidad de pensar por sí mismo, la curiosidad científica, la investigación, el descubrimiento, la innovación.
El niño y el joven que manipulan hábilmente una computadora y la vasta red mundial necesitan un ambiente escolar igualmente estimulante. El niño y el joven que todavía no están familiarizados con teclados y monitores necesitan, aun más, de ese ambiente escolar instigador que los capacite para actuar en una sociedad altamente informatizada y un mercado de trabajo sediento de innovación. Para unos y otros, la metodología más adecuada está comprometida con el presente y en vistas al futuro.
Si los tiempos del pizarrón y la tiza resisten en numerosas partes del globo, en otras tantas regiones, especialmente las que más se desarrollan, van quedando atrás. La interactividad, aún banal en la TV o en Internet, llega atrasada (pero llega) a las aulas. La muletilla "yo hablo y ustedes oyen" cae en desuso y va dando lugar a indagaciones como "¿qué descubrimos aquí y ahora juntos?".
Análisis como el Programa Internacional de Evaluación de Alumnos (Pisa), de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), demuestran que los estudiantes de los países más desarrollados económicamente ya poseen habilidades equivalentes en la lectura en libro impreso y en la pantalla de una computadora. Lo que ellos leen, en uno y otro formato, es sin embargo lo que hace toda la diferencia. Debatir las ideas presentes, ya sea en una novela, ya sea en un blog, es tarea para docentes hábiles. Asistir a un film de ciencia ficción en HD o en 3D, cruzar galaxias en un videogame o visitar un planetario son apenas buenos pretextos para dialogar sobre astronomía, y la calidad de ese diálogo depende de la calificación de los docentes y del material didáctico disponible día tras día.
Transformar el mundo en una aldea virtualmente global trae numerosas ventajas. Pero aprovecharlas en términos pedagógicos es un desafío que, en gran parte, se encuentra en la misma metodología de enseñanza. En principio, ésta debe anteceder a la máquina. La mente del estudiante debe estar preparada para lidiar con la enorme cantidad de información disponible, tanto en forma de texto, de imagen o de sonido. Filtrarla, por ejemplo, es un paso fundamental, que depende principalmente de la escuela. Aprender a aprender, en fin, está en el núcleo mismo del proceso educativo. Sólo una metodología avanzada y docentes altamente capacitados podrán garantizarles a los estudiantes el aprovechamiento adecuado de las TIC y de todo lo que implica el contacto con éstas.
En la educación del presente enfocada en el futuro, la afirmación cede espacio a la indagación, la cual va en busca de soluciones que muevan el mundo y lo hagan mejor. Los niños siempre supieron eso. Parece que sólo faltaba que los adultos les prestasen oídos.
© La Nacion
El autor es doctor en Educación por la Universidad Stanford y es presidente de Sangari Argentina
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