Una crisis inédita. Venezuela, espejo de nuevos dilemas globales
La crisis de Venezuela se prolonga en el tiempo. El gobierno bolivariano de Nicolás Maduro parece decidido a resistir en medio de una situación económica y social cada vez más crítica, mientras el presidente encargado, Juan Guaidó, ha visto languidecer el alzamiento que encabezó a partir del último día del mes pasado. La escasez de productos básicos, la inflación descontrolada, la migración masiva y la violencia callejera forman parte del combo explosivo que vive la Venezuela chavista, sostenida sobre todo por las fuerzas militares. Tan incierto resulta el panorama que es difícil vislumbrar si mañana el mundo amanecerá con un Maduro fortalecido o, por el contrario, encaminado hacia la retirada definitiva. En el laberinto venezolano, los pronósticos son una quimera.
Más allá de esto, este drama que concita la atención global refleja o encarna muchas de las tendencias –no siempre auspiciosas– de un mundo marcado por la polarización ideológica, el rol desdibujado que hoy caracteriza a la diplomacia internacional y la trama confusa de un flujo informativo donde campean las operaciones y las noticias falsas. De algún modo, Venezuela es también espejo de estas transformaciones que han cambiado la fisonomía política y comunicacional del mundo.
"La crisis de Venezuela es uno de los conflictos actuales en los que la ideología influye más sobre los posicionamientos", señala el ensayista y editor Alejandro Katz. "Es un fenómeno respecto del cual los individuos se posicionan para afirmar una determinada identidad política o ideológica, y no para comprender lo que ocurre ni para encontrar vías de solución a los problemas reales. Es del tipo de situaciones que permiten que uno hable de lo que uno es, y muchos utilizan la oportunidad para confirmarse en un sistema de creencias o rechazar otro, pero con muy poco esfuerzo de comprensión y análisis. Y, mucho menos, de diseño de alternativas razonables".
Según Katz, las opiniones sobre Venezuela hablan sobre todo del emisor del discurso y no de lo que ocurre allí. Es necesario, dice, despojar el análisis de ideología: "¿Qué es un discurso no ideológico? Es aquel que produce argumentos que pueden ser recíprocos –afirma–. Es decir, yo justifico algo de modo tal que la justificación opuesta debería ser aceptada por mí. Eso no ocurre en el caso venezolano. Quienes dicen que es un régimen democrático y popular sometido al acoso del imperialismo no estarían dispuestos a aceptar eso si ellos fueran los opositores y no los oficialistas. Y quienes dicen que hay que invadir porque es una dictadura, no aceptarían que alguien dijera que su país debe ser invadido ante una situación semejante. Esto es lo que, de algún modo, marca el grado de ideologización de los discursos: todos dicen cosas que no aceptarían en una situación inversa".
Este mayor peso de lo ideológico, sin embargo, es un fenómeno global que el caso de Venezuela refleja de manera inequívoca. Así lo resume Katz: "Hoy la polarización se está convirtiendo en norma en la política. Lo vemos en países como Brasil, México, Ecuador, Italia, Francia, Hungría, Polonia, Gran Bretaña; y también en la Argentina".
En Venezuela las cosas, dice Katz, han ido un poco más allá de la simple polarización política. "Estamos ante procesos globales en los que los movimientos antidemocráticos avanzan, pero hasta ahora, en general, no han destruido la democracia; en Venezuela y en Nicaragua, en cambio, sí la han destruido. Claramente, Jair Bolsonaro tiene un discurso no democrático y no liberal. Pero la democracia brasileña, herida y con muletas, sigue funcionando. En Venezuela eso no ocurre; es claramente una dictadura".
Diplomacia fallida
A la hora de poner el foco sobre el rol de la diplomacia internacional, aparece otro efecto colateral de la crisis venezolana. Allí, la indefinición y la incertidumbre son parte fundamental del escenario y denotan un momento de fragilidad diplomática. Mientras se multiplican versiones contradictorias sobre una hipotética intervención militar de Estados Unidos, también se reproducen las reuniones, las declaraciones y los pasos en falso. Para esta semana, se esperan encuentros en Moscú de las altas esferas rusas y estadounidenses, que se agregarán a la cumbre que mantuvieron en Finlandia el canciller ruso, Sergei Lavrov, y el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, a principios de la semana pasada.
La diplomacia está desdibujada. Según Rosendo Fraga, ha fallado por triplicado. "El error de la diplomacia occidental, de Estados Unidos, del Grupo de Lima y de algunos países de la Unión Europea, fue creer que el régimen venezolano es un populismo autoritario y no un totalitarismo. Esta ha sido la clave del fracaso de Guaidó y de los 56 países que lo reconocieron. Si fuera un régimen populista autoritario, como lo fueron el de Perón en 1955 o el de Marcos Pérez Jiménez en la Venezuela de 1958, la insurrección de un sector militar y la movilización cívica hubieran producido el derrocamiento de Maduro. El venezolano es un régimen totalitario, como el de Cuba o como el soviético impuesto en los países de Europa del Este. Los militares nunca se sublevaron en Cuba en 60 años y, al no haber elecciones competitivas, los costos no son relevantes. En los regímenes totalitarios, los militares son del partido y no de la Nación o la patria, como en el caso de los regímenes populistas autoritarios. Este ha sido el principal error, que llevó a la diplomacia a embarcarse en una estrategia que no podía tener éxito", subraya Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.
El analista completa con los otros dos aspectos en los que considera que la diplomacia occidental tomó un camino equivocado: "Se agrega la falta de visión sobre lo que estaba pasando en la región. En América, los países que reconocieron a Guaidó fueron solo 15 sobre 34, menos de la mitad. En el mundo, en total lo reconocieron 56 países, pero un número tres veces mayor no lo hizo. Se creó entonces una falsa idea de que el mundo lo apoyaba. El tercer error fue no negociar antes con Moscú, Pekín y La Habana, ya que comenzar ahora es hacerlo desde una posición débil, tras el fracaso".
Juan Gabriel Tokatlian, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), señala los movimientos erráticos de la diplomacia en la crisis chavista y ofrece una propuesta. "El multilateralismo está en crisis a nivel global y regional. En América Latina, y en el caso Venezuela en particular, el papel de la OEA, en especial de su secretario general, Luis Almagro, fue patético. El Mercosur, después de desprenderse de Venezuela, se desentendió de la dinámica negativa que se fue acelerando en el país. Los socios de Caracas en el ALBA no aportaron nada en términos de una solución al creciente empate catastrófico que caracterizó la evolución de la crisis venezolana. La Celac fue inexistente. La Unasur tuvo un intento mediador fallido. El Grupo de Lima solo se orientó a cercar y aislar a Venezuela, su gestión diplomática quedó limitada a la crítica del gobierno de Maduro. El Prosur, presunto sustituto de Unasur, no es por el momento más que una hoja de papel y un ámbito marcado por lo ideológico, más que por lo pragmático", dice Tokatlian.
A la hora de las propuestas, plantea: "Quizá sea momento de desplegar una diplomacia combinada de actores regionales y extra regionales que tengan como objetivo efectivo una solución política y pacífica. Y, para eso, no se requiere concebir una gran negociación interna hoy casi imposible de lograr, sino contribuir a crear ‘islas’ de acuerdos parciales, verificables y concretos entre el gobierno y la oposición en la dirección de reducir los enormes padecimientos de la sociedad venezolana en su conjunto".
En medio de la actuación de la diplomacia regional que Tokatlian describe, la influencia rusa y estadounidense parece consolidarse cada vez más. "Hay que entender que, por tercera vez desde la Segunda Guerra Mundial, nuestra región es parte de lo que se conoce como alta política –afirma el experto–. Esto es, de asuntos que involucran cuestiones de seguridad, de alcance estratégico y de impacto geopolítico. La crisis de los misiles en Cuba, en 1962, y la guerra de Malvinas, en 1982, fueron dos acontecimientos que ubicaron temporariamente a América Latina en la cima de la agenda mundial. Venezuela hoy represen-ta el tercer ejemplo. En la medida en que no se avance en una solución política y pacífica en el marco de la región y a través de una diplomacia concertada y propositiva con otros actores medianos, incluso de fuera de la región, más preponderancia tendrán Moscú y Washington. Como región, nuestras fracturas internas para lidiar con el delicado y degradado estado de situación en Venezuela serán entonces una prueba adicional de que, en vez de primar una evaluación desde la política internacional, predomina una lógica de política interna como guía de las acciones respecto de Venezuela", puntualiza.
Jaque a la información
La crisis venezolana también refleja con claridad el auge de la confusión informativa y de las noticias falsas. Las dudas se imponen a las certezas y forman parte del paisaje para la prensa y las audiencias. Para graficar las dificultades, Adriana Amado, doctora en Ciencias Sociales e investigadora de medios y periodismo, recuerda un ejemplo de febrero, cuando el tema excluyente era la llegada de camiones con ayuda humanitaria: "Desde afuera era casi imposible saber si el camión que había cruzado el puente fronterizo con la ciudad colombiana de Cúcuta había sido incendiado por los de un lado o los del otro".
Esa situación de incerteza informativa que ilustra Amado tiene condiciones previas muy concretas. "Tenemos que partir de un hecho que no estamos registrando, que es que la información que se produce en Venezuela no es equivalente a la información que produciríamos acá. Estamos tomando la cobertura que está haciendo la prensa y lo que aportan las redes sociales, que son fuentes tradicionales en cualquier país, pero no lo son en Venezuela. Los medios de allá y los ciudadanos tienen muy poco acceso a la información. Cualquier cosa que venga de allá, por más que sea de fuente directa, tiene esa limitación", explica la especialista.
"El sesgo ideológico existe, y existe en la información con pleno acceso. Pero cuando uno tiene limitada la infraestructura para acceder, porque es cara, es mala y está controlada, lo que se pone en circulación no está limitado solo por el sesgo ideológico. Los medios saben que, si dicen determinadas cosas, son enjuiciados. Vimos que en Venezuela se levantó a la CNN. La Conatel (Comisión Nacional de Telecomunicaciones) tiene un nivel de arbitrariedad tremendo. Mucho más importante que el sesgo, es que hay que desarrollar estrategias de autocensura para seguir informando", dice Amado.
El levantamiento del 30 de abril, conocido como "Operación Libertad", quedó envuelto en una maraña desinformativa. Desde Caracas, Daniel Lozano lo reportó así para este diario: "El país supo desde temprano que algo pasaba, pero la censura y la desinformación planteada por el gobierno impedían conocer la realidad más allá de la propaganda chavista. Esperanza y estupor, miedo y parálisis en dosis muy parecidas, pero difíciles de medir en un país que ya funciona al 50% por el efecto de la crisis y los apagones".
Para Silvio Waisbord, profesor de la Escuela de Medios de la George Washington University, el flujo informativo sobre Venezuela es confuso e ideologizado, como era de esperar. "Es más fácil encontrar propaganda de ambos lados que información estrictamente factual. La situación incierta también contribuye a la confusión. Pero no es tanto un problema de acceso como de perspectiva. Según dónde uno acuda a buscar información, se encuentra con diferentes panoramas y hechos, documentados o no. Sin embargo, y a pesar de las enormes dificultades para el trabajo periodístico, es posible encontrar sitios con información fehaciente. El problema es el intenso bombardeo de ambas partes en pugna para presentar versiones incompletas de lo que ocurre, a lo que se suma la persecución de voces independientes del régimen en Venezuela y el debilitamiento de varios medios".
Obtener información medianamente confiable sobre Venezuela exige ciertos recaudos, dice Waisbord: ampliar fuentes de información, escuchar más que las dos campanas alineadas puramente con la propaganda, salir del microclima, buscar información que disienta y chequee las versiones del oficialismo y la oposición".
La crisis sigue su camino hacia un final incierto. En los últimos días se conocieron procesamientos del Tribunal Supremo de Justicia para varios diputados opositores por traición a la patria, así como detenciones de autoridades de la Asamblea Nacional, en una embestida del chavismo tras el fallido levantamiento del 30 de abril. Además, el gobierno venezolano ordenó bloquear YouTube y Google Drive. Mientras, Estados Unidos prometió levantar sanciones a militares que apoyen a Guaidó. Qué rumbo tomará el conflicto es un misterio. Lo único cierto es que seguirá reflejando aquellas transformaciones globales que están cambiando la fisonomía de las democracias.