Una Corte firme en sus atribuciones
Las decisiones del máximo tribunal sobre las reelecciones de los gobernadores muestran a un Poder Judicial que se afirma en la defensa de la Constitución frente a los ataques de la política
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Que al kirchnerismo le molestan las instituciones que no controla es historia sabida, ya casi antigua. La justicia, órgano contrapoder por excelencia y garante de la salud republicana de nuestro país, tiene en su haber una interminable lista de ataques kirchneristas en sus intentos por someterla.
No han podido (y no van a poder) y ese impedimento ha funcionado permanentemente como el incentivo mayor a seguir intentando. Hay que reconocerles la tenacidad, aún a prueba de los límites que la realidad les viene imponiendo. En esta sintonía se inscribe el ataque que renovaron desde hace unos días, cuando la Corte Suprema, en resoluciones intachables, suspendió las elecciones en Tucumán y San Juan y finalmente decidió la inconstitucionalidad de la candidatura de Uñac (no hizo falta tratar el fondo de la cuestión en Tucumán porque Manzur terminó entendiendo que lo más decoroso era bajarse).
Las represalias son también simbólicas, por eso no invitaron a ningún miembro de la Corte al Tedeum del 25 de Mayo. Una “mojada de oreja” quizás pequeña e irrelevante, pero que marca la concepción del Estado que tiene este gobierno y especialmente su vicepresidenta: el Estado son ellos, los únicos electos por los votos, la república vale solamente en cuanto electiva y cualquier fallo adverso a sus intenciones espurias no son más que intentos de “destruir al peronismo”.
Este enfoque clásico de los populismos no ha terminado nunca bien, y la Argentina es una demostración más en este sentido.
Los ataques de la vicepresidenta, cada vez más acorralada por sus causas, son cada vez más inocuos, aunque no podemos dejar pasar que una vicepresidenta le diga “mamarracho indigno” al máximo tribunal o le enrostre la destrucción de un partido político. Los únicos culpables de la decadencia del partido peronista es Cristina Fernández de Kirchner y su séquito de obsecuentes que no logran siquiera gobernar.
Ningún país serio y sostenible se construye con el Poder Ejecutivo en una guerra abierta contra el Poder Judicial. Especialmente si esa guerra es para conseguir impunidad.
No se puede todo y lo que se puede, no se puede de cualquier manera. El kirchnerismo debería ya aprender que el poder omnímodo que supieron disfrutar en algún momento ya desapareció y que tienen todo el derecho a jugar el juego democrático, si respetan las reglas republicanas.
Lo mismo ocurre con la composición de la Corte, la cantidad de miembros y el juicio político. Lo que intentaron hacer siempre ya es imposible de hacer y bueno sería que dedicaran esos esfuerzos a tareas más nobles y más conducentes a aliviar el presente terrible en el que nos tienen sumidos a los argentinos.
En todo este contexto, para todos los que defendemos la república, el Estado de Derecho y las libertades que tanta sangre nos costó conseguir, es un alivio ver a la Corte firme en sus atribuciones, valiente para ejercerlas y unida en la defensa monolítica de un Poder Judicial como debe ser: independiente especialmente en los momentos de mayores ataques.
Vienen tiempos buenos en la Argentina, lo que en alguna época era parte del paisaje hoy es resistido desde la ley y la Constitución. Está en nosotros avivar esa llama, cuidarla y no dejar que nunca nada ni nadie vuelva a ponerla en peligro de extinción.
Consejera de la Magistratura Nacional