Una conversación urgente y necesaria
Un escándalo se suma a otro escándalo. Una protesta a otra protesta. Una frustración a otra frustración. Opinamos sin reflexionar y, la más de las veces, sin conocer el tema. Nos va ganando la impotencia y crecen la angustia, el temor y la incertidumbre.
Surge la pregunta, ¿qué puede hacer cada uno de nosotros para cambiar, para superar el ciclo recurrente de crisis -empezando por la actual- y reducir los daños que nos causan? Las respuestas más escuchadas son: no se puede, la responsabilidad no es nuestra, la política es una porquería, la corrupción es sistémica.
Debemos asumir que el bienestar de las sociedades que envidiamos por su calidad de vida y de instituciones no es producto de milagros. La política en su forma tradicional cumple un papel importante, pero la participación de la comunidad es fundamental. La democracia moderna no es solo el acto electoral, sino, sobre todo, lo que ocurre entre elección y elección donde los ciudadanos puedan participar y sentirse parte de un proyecto común de país.
¿Cómo hacerlo? A través de conversaciones en y con la comunidad que trasciendan el comentario fácil e inconducente o la crítica destructiva sin propuesta. Abrirnos a escuchar otras opiniones e incorporar distintas perspectivas para lograr consensos básicos desde los cuales se pueda construir. Las conversaciones son fundamentales en una verdadera democracia y han sido vitales en varios países para resolver conflictos antiguos, mucho más graves que los nuestros.
¿Es posible? Sí, mediante mecanismos que faciliten los intercambios para que los participantes puedan generar ideas, soluciones creativas y compromisos para su implementación a partir de preguntas como ¿qué nos pasa?, ¿cómo salimos?, ¿quién debería hacer qué? Estas conversaciones deben realizarse en la mayor cantidad de lugares con la mayor diversidad de protagonistas: miembros del Gobierno y de la oposición, líderes sociales y religiosos, empresarios y trabajadores, educadores, periodistas y todo ciudadano o ciudadana dispuesto a transformar su inquietud en energía cívica para la acción.
Analizar y sistematizar las respuestas permitiría entender qué piensa la ciudadanía sobre distintos temas políticos cuando se crea un espacio público propicio para la deliberación y se la corre de la polarización y de la agresión. Si queremos superar nuestras frustraciones y recrear lo bueno y mucho que tenemos, nos debemos una conversación nacional para aprender a trabajar juntos sobre el país real para llegar al país que soñamos.
Estamos a tiempo de hacerlo. Convivimos hoy con una nueva crisis que puede causar graves daños y poner en riesgo las reglas democráticas de convivencia. Hay urgencias que atender y a la vez, como en toda crisis, se abre una nueva oportunidad.
Sería ingenuo pensar que encontrarnos a Conversar (vale la mayúscula) puede resolver todos los problemas que hoy nos preocupan pero, con seguridad, sería el primer paso para transitar el camino de un cambio cultural tantas veces invocado y tan pocas veces encarado con seriedad y compromiso. Para que juntos podamos enfrentar el mayor de los escándalos: en la Argentina, país con grandes recursos, la mitad de los niños son pobres y la mayoría de los pobres son niños.
Oyhanarte es abogada y mediadora; Drucaroff Aguiar, abogado, especialista en ética pública