Una confiscación al trabajador
Según Borges, los peronistas no son ni buenos ni malos, sino simplemente incorregibles. Incorregible es quien insiste en su conducta errada acaso convencido de su buena intención. Pero bien dijo Voltaire que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Parafraseando a Borges, hoy podemos decir que la política económica argentina es incorregible, siempre entregada con religiosa convicción a la repetición de modelos del fracaso.
Entretanto, una suerte de leucemia económica va devorando los pocos glóbulos rojos de la nación, la cual es mucho más que empresarios poderosos y tristes desposeídos; es, en cambio, un engranaje que de funcionar de manera justa puede crear sus anticuerpos contra los dislates políticos. Lo dijo Aristóteles: la virtud no está en los extremos, sino en el áureo justo medio, ese que nunca transitan los gobiernos argentinos, hipnotizados en sus porfiadas convicciones.
El presidente Fernández sostuvo desde el principio que su prioridad eran los más necesitados. La prioridad de todo gobierno debe ser la sociedad toda, que generará los antídotos a los desastres perpetuados políticamente, posibilitando la redención de la pobreza, que ya alcanza cifras desesperantes. Un gobierno no es una sociedad de beneficencia. Es una administración que debe considerar a todos los actores sociales por igual. De lo contrario, la buena intención expresada en placebos no hará más que institucionalizar la necesidad y debilitar a la Nación. Quienes nos gobiernan contraponen política económica y política social, sin comprender que una buena política económica es intrínsecamente social, y una política social justa es económicamente equitativa.
Los argentinos somos rehenes de la imposibilidad debida a sostenidas taras económicas, entre ellas, la del dólar. Ávido de dólares que no hay para hacer frente a una deuda intempestiva, el Gobierno busca hacerse de ellos. Buena intención que está pavimentando el infierno de muchos argentinos. Porque entre el variopinto surtido de la moneda: el blue, el turista, el solidario, el ahorro…, está fundamentalmente el prohibido. Y donde hay una prohibición, se augura un fracaso.
El Gobierno pierde de vista una amplia franja de la sociedad conformada por profesionales, técnicos, intelectuales, artistas, científicos, capaces de ingresar divisas al país en virtud de sus trabajos en el mercado global. Freelancers que hoy, debido a la pandemia, potenciaron sus servicios de excelencia al exterior cobrando en moneda extranjera. Quieren trabajar desde la Argentina, facturando y pagando los impuestos correspondientes e ingresando sus honorarios para ahorrarlos en su país. De manera absurda, el Gobierno se lo impide. Poder recibir pagos legítimos implica permisos de recepción, y el pago de 90 dólares + IVA + 0,2% del monto recibido, a lo que sigue la pesificación leonina de los haberes. El trabajador termina recibiendo menos de la mitad de lo que cobró. Una real confiscación del trabajo del ciudadano. Una depredación de los haberes de los individuos perpetrada por una voracidad fiscal sin parangón.
Sigue luego el camino tortuoso para salvar el fruto del esfuerzo: abrir cajas de ahorro en el extranjero que amparen los haberes. Hoy somos el hazmerreír internacional. Y es el Gobierno el que empuja a los argentinos a protegerse en el exterior contra el saqueo interno. Entonces sobrevienen la criminalización, el espionaje fiscal y hasta el castigo, cuando en realidad el ciudadano busca preservar lo que le pertenece. Contrario a la fuga, aquí es un ingreso legítimo bloqueado por una sandez económica.ß
Presidente del Capítulo Argentino del Club de Roma