Reseña: Vivir Venecia, de Abel Posse
Una ciudad inolvidable
No es una novela pero se lee como si lo fuera. Abel Posse evoca en Vivir Venecia los seis años que residió como cónsul argentino en la deslumbrante ciudad del Adriático. Seis años junto a su esposa, su hijo, la empleada doméstica (una misionera que soñaba ser médica, y lo logra) y una gata encontrada en el apostadero de las góndolas a la que bautizan Ada, como la protagonista de la novela de Vladimir Nabokov.
El autor de Los perros del paraíso (Premio Rómulo Gallegos, 1987) relata a través de una prosa amena, pródiga en hallazgos verbales, momentos y experiencias vividas, así como el paso por Venecia de algunos personajes que lo visitaron en el palacio Margilli-Valmarana, donde funcionaba entonces el consulado argentino, suntuoso edificio en cuya “pianta nobile” el Canaletto instaló, hace más de dos siglos, su caballete de pintor.
El primero en visitarlo es Ernesto Sabato, preocupado por la persecución de que podría ser objeto en la Argentina del Proceso; el segundo, Alberto Moravia, entre soberbio y anodino; y el tercero Jorge Luis Borges, a quien el lector encontrará en la página 122 junto a María Kodama. Borges es invitado de honor a una comida en casa de Renato Mieli, antiguo partisano, fundador de ANSA y director de L’Unitá, reunión a la que asisten destacadas personalidades, casi todos de izquierda. Y mientras surgen los nombres de Gramsci, Togliatti y Berlinguer, Borges, desentendido, trata de recordar un soneto de la uruguaya Delmira Agustini.
Aparecen después el futuro Premio Nobel Joseph Brodsky, asiduo visitante de Venecia y enamorado de la talentosa y atractiva Andreina, rusa como él; el pintor Rómulo Macció y su compatriota Federico Vogelius; el cubano Alejo Carpentier, “imponente como un tótem tropical”; el artista plástico Andy Warhol, “inventor y gerente de su fama”, y Manuel Mujica Láinez, otro gran enamorado de la ciudad que confiesa a Abel Posse que hubiera sido capaz de complotar contra él para ocupar su puesto.
Venecia es en este libro inteligentemente estructurado algo más que el fascinante telón de fondo sobre el que se suceden los recuerdos de un escritor sensible a su belleza; leerlo es como recorrer la ciudad sintiendo el brazo del autor sobre nuestro hombro; es cruzar sus puentes, sus pintorescos “campi” e introducirnos por sus “fondamente” y “salizadde” hasta desembocar en la maravillosa Piazza San Marco, “digna de tener el cielo por techo”, como dijera Napoleón Bonaparte. En Vivir Venecia, el espíritu de la ciudad, su atmósfera de seducción, están siempre presentes en descripciones y situaciones que Posse narra con estilo atrapante, no ajeno a su condición de novelista.
VIVIR VENECIA
Por Abel Posse
Emecé
302 páginas, $ 379
Antonio Requeni