Una chica que maduró
WASHINGTON
(The New York Times)
NUESTRA chiquilina creció. Tuvo momentos en los que hizo tonterías, y también cometió errores. Pero quien logre quedar indemne frente a Bill Clinton, Ken Starr, Linda Tripp, William Ginsburg, los líderes de la Cámara de Representantes y el monstruo de la prensa saldrá de allí con más fortaleza y sapiencia.
Y Monica Lewinsky lo logró.
Cuando fue interrogada por vigésima tercera vez acerca de su imprudente romance, Monica manipuló con facilidad al representante Ed Bryant, de Tennessee, al que hizo quedar como un balbuceante colegial.
Evidentemente aprendió algunas lecciones del novio que tuvo antes, el operador. Se mostró hábil para no recordar. Prefirió decir que no se sentía "cómoda" al tener que responder a tal o cual pregunta. Dio la impresión inofensiva de los hechos sospechosos. Y fue, igual que Clinton, brillante en comparación con los que tenía enfrente.
Monica aplastó la inaceptable incursión de Bryant en el terreno de la lascivia y lo corrigió cuando describió su primera cita con el presidente como una ocasión "supuestamente lujuriosa". La joven sugirió un término más neutral: "encuentro".
El Truman Show de Monica
Bryant sabía que había sido superado, al comparar a Monica con Marlene Dietrich, que salvó a su hombre con su testimonio deslumbrante en la película Testigo de cargo .
Cuando Bryant, refiriéndose a Clinton, expresó: "Supongo que usted piensa que es un hombre muy inteligente", Monica replicó: "Pienso que es un presidente inteligente".
Este juicio es descabellado. El Congreso tiene una insigne historia de políticos que mantuvieron relaciones amorosas con colaboradoras más jóvenes y mintieron al respecto. Los líderes de la Cámara fingen sentirse indignados porque Clinton le mintió a Sidney Blumenthal acerca de Monica. Como si los miembros el Congreso nunca mintieran a los colaboradores con la intención de que las mentiras se propaguen.
Los republicanos actuaron como burdos hipócritas. Los norteamericanos odian la falta de equidad, y saben que la conducta implacable, partidista, de Starr ha viciado su investigación.
El presidente se comportó de manera espantosa. Pero fue entrampado y obligado a mentir por enemigos políticos ladinos, una repugnante banda proclive a las intrigas que incluyó a la agente literaria Lucianne Goldberg, a Linda Tripp y a los abogados de Paula Jones. A Clinton lo fortaleció el hecho de que un grupo de jóvenes abogados conservadores que, en secreto, se ocuparon desde el principio de la demanda judicial de Jones, luego ayudaran a orquestar el fatídico llamado de Linda Tripp a Kenneth Starr. Pese a que el fiscal negó que su oficina se hubiese confabulado con los abogados de Paula Jones, esos vínculos han quedado demostrados.
En estos días sobresalieron dos mujeres jóvenes en sendas tapas de revistas. Monica Lewinsky, retratada en The New Yorker como una Mona Lisa nada misteriosa, se quejó entre sus amistades de que su vida se había convertido en una especie de Truman Show . Chelsea Clinton fue tapa de People , y tanto el presidente como la primera dama se enfurecieron, pese a que el artículo era agradable.
Asumir responsabilidades
La prensa merece un reconocimiento por el buen gusto y la discreción que ha mostrado respecto de Chelsea. Si los políticos no desean que la cobertura periodística abarque también a sus respectivas familias, quizá deberían dejar de usarlas para promoverse, escudarse en ellas y hacerse rescatar, y aprovechar la oportunidad de tomarse de las manos cuando les sacan fotos.
Este presidente norteamericano debería comenzar a asumir la responsabilidad de sus propios desatinos. Debería dejar de culpar a la prensa por la aflicción que ha sufrido su hija debido a la cobertura de sus andanzas amorosas. Después de todo, las andanzas amorosas fueron de él.
Mientras irasciblemente exige que una joven mujer sea resguardada del monstruo de la prensa, Clinton no vacila en dejar que otra joven mujer sea devorada por ese monstruo.
El presidente le comentó a Sidney Blumenthal que Monica era una cazadora al acecho. Hillary le dijo a Sidney que Monica era una joven "conflictuada" que interpretó mal el generoso afán del presidente por "atenderla".
Bill Clinton trata de ordenar su mundo caótico en un tramado de vírgenes y prostitutas. Espera que sus "chicas buenas" lo rescaten cuando sus "chicas malas" cuentan todo. El presidente debería madurar.
Monica ya lo hizo.