Una carrera a la presidencia con un gran elector: Macri
Mismo escenario, mismo mes, mismo tiempo faltante hasta las elecciones presidenciales. Lugar: Ruta 2, camino a Mar del Plata. Comparativo enero de 2015 versus enero de 2023.
Entonces quienes manejábamos hacia la costa fuimos sometidos a una experiencia inédita y sufriente: al menos hasta Dolores, la cartelería a favor del candidato oficialista, Daniel Scioli, era apabullante, continua, sin respiro. Los acompañantes, al menos, contaban con la posibilidad de cerrar los ojos y hasta dormir, pero no los conductores. En alrededor de dos horas se colaban en nuestra mirada sin pedir permiso gigantografías de quien hoy es embajador argentino en Brasil (y expectante candidato en las sombras para los comicios de este año si se le abre, una vez más, esa posibilidad). Insoportable monotema durante tanto tiempo, inclusive para quien estuviera dispuesto a votarlo.
Primera diferencia en idéntico recorrido en estos días: mal puede hacer el oficialismo lo mismo que entonces ya que todavía no cuenta ni por asomo con uno o varios candidatos concretos para seguir al frente de la Casa Rosada a partir del 10 de diciembre de 2023. Los nombres que se barajan son pocos y difusos, en contraste con Juntos por el Cambio, que los tiene en claro y en cantidad. A lo sumo aparecen de cuando en cuando modestos y diminutos recordatorios de alguna intendencia bonaerense o del propio gobernador Axel Kicillof. No más que eso.
Pero aun cuando en la principal fuerza de la oposición ya se han lanzado al ruedo Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich (en menor medida, María Eugenia Vidal) es mínimo, o nulo, el proselitismo de ese trío en el camino a Mar del Plata. Surcando el cielo de las playas de la Feliz, un avioncito pasa barrileteando una pancarta que dice “Morales 2023″ (por el gobernador cambiemita de Jujuy). ¿En serio cree el presidente del radicalismo que es un buen método para abrirse paso en la muy competitiva interna de JXC? ¿Sus cráneos proselitistas estarán convencidos de que cada mirada de veraneante que se pose en su aérea publicidad garantizará un voto?
Todo pinta austero por el momento o los candidatos eventuales o seguros han resuelto romper el chanchito de sus ahorros (o, más bien, de los poderosos aportantes de sus respectivas campañas) más cerca del momento de las definiciones.
Eso sí: ponen, y mucho, el cuerpo, que es gratis (salvo el cansancio y lo que cuesta movilizarse y dormir lejos de casa) y todo ese despliegue lo vuelcan en las redes sociales, que también son rendidoras y económicas.
Los dos jugadores principales del espacio oficialista y de su contrapartida opositora (Cristina Kirchner y Mauricio Macri, respectivamente) no definen aún qué van a hacer. La actual vice zigzaguea: dice primero que no va a ser candidata a nada y después que está proscripta (algo que no es verdad en la práctica, ya que la condena por corrupción que recibió en el juicio por Vialidad no está firme y nada le impide participar de los próximos comicios).
Ocurre que ha dado cuenta que mantenerse inflexible en su primera afirmación puede acarrearle dos graves consecuencias: 1) si no aspira nuevamente a ser senadora puede perder su libertad si no contara con fueros y el fallo termina confirmado y 2) negar la ilusión a su núcleo duro, que no ceja de vivarla con el repetitivo “¡Cristina, presidenta!”, es debilitar aún más las remotas chances de ganar que al menos por ahora tiene el Frente de Todos.
¿Y qué pasa con Macri? El expresidente, invariablemente, responde así a quienes lo apuran para que despeje el camino a quienes pretenden emularlo en pos del premio mayor: “¿Cómo me voy a bajar de lo que nunca me subí?”
Para el fundador del PRO, las internas son un mecanismo para crecer vigorosamente. Lo experimentó en carne propia en 2015 cuando les ganó las PASO a Elisa Carrió y a Ernesto Sanz. También cuando le permitió desarrollar músculos a Horacio Rodríguez Larreta al fogonear su competencia con Gabriela Michetti por la jefatura de CABA. Lejos de mantenerse neutral, en aquella ocasión, Macri terminó señalando a HRL como su preferido e inclinó la balanza a su favor.
Por el momento Macri parece más volcado a darle volumen y vigor a la nueva interna presidencial de su fuerza al sumar a María Eugenia Vidal como tercera en discordia, a la que se vislumbraba como una final cuerpo a cuerpo entre Larreta y Bullrich. Si los tres llegaran a las PASO pueden suceder dos cosas: una buena, que JXC sea la fuerza que acumule más votos y una mala, que el candidato de otra ideología (kirchnerista o el propio Javier Milei) sea el más votado y acapare los principales titulares.
Más allá de que a Juliana Awada (y ahora también a Antonia, su hija menor, de once años) no les atraiga la idea de que Macri pueda volver a ser presidente (en cualquier caso no será determinante ese factor) crece la sensación que más que competir, se reservará el papel de “gran elector” y persona de consulta de un próximo gobierno de su propio signo.
Lejos del incómodo papel de “jarrón chino” que se le suele asignar a los expresidentes, lo cierto es que Macri se mueve como candidato, pero su minué de últimos gestos, fotos y aseveraciones va inclinando la balanza hacia Patricia Bullrich. Cree, como Larreta, que hay que armar una mayoría, pero que tiene que ser nítida y no confusa o resbaladiza. No cualquier mayoría. Y que esta vez, el cambio tiene que ser profundo, claro y veloz.