Una cajonera de objetos inútiles
El periodista Ezra Klein echó una mirada a su cuenta de Gmail y pensó en una de esas cajoneras en las que se amontonan (sin criterio alguno) objetos útiles e inútiles. Cuanto más se las llena, más difícil resulta la idea de encontrar algo. Imposible de ordenar.
Google prometió el universo al alcance del teclado, Gmail el mundo en un casilla de correo. Klein terminó siendo dueño de una sofisticada cajonera de objetos sin uso. Tenía más de un millón de mensajes sin leer en su bandeja de entrada -basura en su mayor parte-, 23.000 fotos, 2000 videos, decenas de miles de canciones, miríadas de conversaciones.
Entonces se rindió y abandonó Gmail, una decisión valerosa si se toma en cuenta el miedo que nos produciría borrar nuestros contactos, fotos y chats, quedar desnudos e, inmediatamente después, desaparecer. Preferimos aferrarnos a nuestro bote de basura digital, esos correos que nunca leeremos, las fotos que deberíamos tirar. ¿Y ese mundo que nos prometió la Web? Sigue siendo ancho y ajeno.
Y además...
La opción siguiente de Klein fue la de contratar un servicio de correo electrónico que solo admite mensajes de las personas que él elige. Tiene una pantalla limpia, sin tantos elementos. Se ve obligado a elegir antes de almacenar. No es mala idea.