Una autoridad global para frenar la amenaza climática
Las evidencias científicas son contundentes, ya no hay dudas de que las emisiones contaminantes están contribuyendo al aumento de la temperatura en todo el planeta y al crecimiento de los daños ambientales. Las temperaturas más altas se registraron en años recientes (2015, 2016 y 2017); la Organización Meteorológica Mundial estima que en este año se podría llegar a batir el récord de alta temperatura.
Estas emisiones son generadas por el consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), más algunas prácticas agropecuarias y la deforestación. Esta amenaza ambiental de carácter global no se solucionará simplemente por el agotamiento de las reservas de recursos fósiles. Nunca hubo en el planeta tanto petróleo y gas como hoy. El consumo creciente de combustibles fósiles juega un papel preponderante en el incremento de este tipo de emisiones, que antes de la Revolución Industrial eran casi nulas.
El cambio climático es un hecho global con un gran impacto negativo que aumentará año a año, si seguimos incrementando las emisiones contaminantes, como venimos haciendo desde la Revolución Industrial. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), las actuales emisiones contaminantes a nivel mundial son de 6 toneladas por habitante. Para estabilizar el clima en un aumento no superior a 2 grados centígrados en 2030, es necesario reducir estas emisiones a apenas 2 toneladas por habitante, con una mayor eficiencia energética.
Por esta razón es importante que las inversiones en infraestructura que hoy se están realizando (transporte, industrias, construcción, urbanización), que probablemente estarán vigentes en las próximas décadas, sean consistentes con esta importante exigencia sobre la reducción de emisiones para los próximos años. Las nuevas energías limpias, solar y eólica, también deberán acentuar su expansión.
Es importante destacar que existe una gran desigualdad de carácter regresivo, ya que los estratos sociales con ingresos más altos generan más emisiones por habitante que los sectores más humildes. Este hecho es obvio y está directamente vinculado a los distintos niveles de consumo. Al mismo tiempo, las personas más humildes son las más afectadas por el cambio climático, ya que, por ejemplo, viven en áreas geográficas fácilmente inundables y más expuestas a otros fenómenos climáticos extremos.
Estamos en presencia de una enorme externalidad negativa muy particular, porque es de carácter global y no local. Esto exige un enfoque institucional también de carácter global, definido mediante negociaciones internacionales. La manera más eficaz de reducir las emisiones contaminantes podría ser la imposición de un tributo universal a esta externalidad también universal. Este tributo podría integrarse con los actuales impuestos a los combustibles que ya existen en muchos países, si bien con niveles de tributación muy dispares. De acuerdo con las últimas estimaciones del FMI sobre la magnitud económica de esta externalidad negativa, hacia el año 2030, el tributo debería ser de 70 dólares por tonelada de emisión de dióxido de carbono. Este impuesto haría subir el precio de la gasolina en 15 centavos de dólar por litro y triplicaría el actual precio del carbón, el fósil más contaminante, ya que daña más que el petróleo y mucho más que el gas.
El FMI estima que una tarificación eficiente de la energía hubiera reducido las emisiones mundiales de carbono en más de 20% en 2013, lo que hubiera ayudado a disminuir drásticamente muchos daños ambientales y hubiera generando al mismo tiempo una recaudación fiscal adicional en el orden del 4% del PBI global. Este importante recurso financiero adicional podría haber sido dedicado a la promoción de las nuevas energías limpias, las inversiones en modernas infraestructuras no contaminantes y estímulos al desarrollo de procesos de captura y almacenaje del CO2, o simplemente a la reducción de impuestos regresivos e impuestos al trabajo.
El cambio climático es la consecuencia directa de un proceso de desarrollo que se inició a partir de la Revolución Industrial y dio lugar a un tipo de producción y consumo de energías contaminantes, ya que no se aplicaron los mecanismos adecuados para internalizar en el sistema de precios las grandes externalidades negativas de carácter global. Enfrentar ahora la amenaza climática exige una solución institucional de alcance global; también es evidente que el creciente riesgo causado por más emisiones plantea la necesidad de una autoridad global, ya que está comprometido un importante bien común global.
Hay que tener presente que los gases que hoy se emiten permanecerán en la atmósfera por muchos años y no queda mucho tiempo para enfrentar el problema, ya que al actual ritmo de acumulación de CO2 en la atmósfera, en apenas 20 años, habríamos cruzado la barrera crítica de 450 ppm de gases acumulados alrededor de nuestra casa común.
El futuro del planeta depende hoy de la capacidad de la humanidad para diseñar nuevas instituciones y reglas económicas de carácter mundial que involucren a las casi 200 naciones que, convocadas por Naciones Unidas, se reunirán en Katowice (Polonia) en diciembre, para avanzar en la implementación del Acuerdo de París. Es hora de cuidar a las próximas generaciones.
Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente