Reseña: Cuentos para lectores sombríos
Lo sombrío, lo triste o lo melancólico son palabras clave poco excluyentes a la hora de rastrillar el cauce de la literatura en busca de pepitas de oro. Las tres son tonalidades más bien genéricas: seguramente más de la mitad de una biblioteca cualquiera entre dentro de esas categorías.
La antología Cuentos para lectores sombríos, compilada por Ezequiel Alemián, es en ese sentido una buena oportunidad para encontrarse y reencontrarse con una serie magnífica de relatos clásicos de raigambre anglosajona, europea, rusa y china entre mediados del siglo diecinueve y principios del veinte. O sea: no contemporánea, no latinoamericana (primera declaración de principios).
Como en la recordada Antología del cuento triste, de Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs, no importa tanto corroborar si estamos, efectivamente, ante los relatos más sufridos de la historia. No se juega ahí la apuesta del libro, sino en tomar ese concepto como reactivo para plasmar un itinerario de lecturas, un canon personal, un mapa detrás del que fosforece la silueta de un lector argentino del siglo veintiuno. Un vistazo al índice, lo dice todo: Jack London, Lovecraft, Poe, Chéjov, Tolstoi, Joyce, Wharton, Kafka, Dostoievski, Katherine Mansfield, Maupassant, Lu Sin. Una selección de próceres inoxidables.
La novedad de la antología pasa por poner el acento no en el autor, tampoco en los relatos, sino en el carácter, en el ánimo del lector. Lo sombrío no anidaría en los papeles, como si –segunda y última declaración– más que una cualidad intrínseca del texto, la literatura fuera un fenómeno que acontece en el cuerpo del lector.
Cuentos para lectores sombríos
Ezequiel Alemián (compilador)
Sudamericana. 250 páginas. $ 709