Un "techo de billetes" entre las mujeres y la política
Si el dinero y el poder suelen ir juntos, las desigualdades de género hacen más difícil para las candidatas recaudar fondos y escalar posiciones
"Para que haya más mujeres en la política tiene que haber menos dinero." La frase de Nancy Pelosi, la primera mujer en convertirse en presidenta de la Cámara baja del Congreso de los Estados Unidos y la mujer que llegó (hasta ahora) más alto en la política de ese país, abrió un fuerte debate sobre si el dinero es una barrera de acceso de las mujeres al poder. Los críticos de Pelosi la consideran poco realista, teniendo en cuenta que el costo de las campañas electorales en ese país se duplicó entre 2000 y 2008, y alcanzó en la última elección presidencial cerca de US$ 2600 millones. Aun así, suscitó mayor discusión si el dinero es el techo más fuerte para que las mujeres se hagan un lugar en la política.
¿Por qué lo sería? El primer argumento podría denominarse "la teoría de las redes" y está muy extendido en los Estados Unidos, donde el financiamiento de las campañas electorales es centralmente privado. El mundo corporativo es mayormente un "club de hombres", por lo que para las mujeres es más difícil acceder a esas redes y conseguir donantes para la campaña. En ese país, además, hay estudios que muestran que las mujeres donan más a las mujeres. Allí, sólo el 27% de las donaciones de la elección presidencial de 2012 fueron hechas por mujeres. Hay menos mujeres donantes y donan, en promedio, menos que los varones. Esto no necesariamente implica que las mujeres sean menos generosas. Si tenemos en cuenta que no poseen ni el 10% de la riqueza ni los bienes que se producen, donan más de lo que tienen. Lo importante es que, en los Estados Unidos, se confirman las "redes": las mujeres donan menos y además reciben menos donaciones.
El difícil equilibrio entre el trabajo y la familia -que recae con mayor peso en las mujeres- es el segundo argumento sobre el "techo de billetes". Recaudar fondos conlleva invertir mucho tiempo (por ejemplo, en eventos en horarios nocturnos) y para una mujer es más difícil que para un hombre dedicar tanto tiempo a cenas y eventos. La situación se empeora por la teoría de las redes: para conseguir muchas donaciones pequeñas se necesita aún más tiempo que para obtener pocos aportes de grandes montos.
El tercer argumento tiene que ver con la lógica del statu quo: en la medida en que los oficialistas corren con ventaja y hay más hombres que mujeres en la política, las diferencias de género se acentúan. Aquí no juega un argumento estrictamente de género, sino de refuerzo de lo que existe: las ventajas de los oficialismos en el uso de los recursos benefician más a los varones que a las mujeres.
¿Existen estas barreras en la Argentina? Sabemos muy poco del financiamiento de la política y menos aún de su efecto en las carreras de las mujeres. Los datos de los aportes privados a las elecciones de 2013 publicados por la Cámara Nacional Electoral ofrecen un punto de partida. Esta información es parcial, sabemos, porque difícilmente represente la totalidad de lo que se aporta a una campaña (hay provincias donde, según este registro, el oficialismo provincial obtuvo contribuciones que no superan los 3000 pesos). Más deficiente es por el hecho de que los aportes privados son, a su vez, una porción pequeña del total del dinero con que se financia la política.
Aun así, estos datos muestran una distribución por sexo casi exactamente igual a la de las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2012. En la Argentina, sólo el 26% de los 43 millones de pesos donados a todos los partidos para todos los cargos nacionales fueron donados por mujeres. Las mujeres argentinas hacen donaciones más pequeñas que los varones: en promedio, donaron 6400 pesos y los varones, 8200.
Hasta el Congreso, sí
¿Hay diferencias entre los partidos y las alianzas? A grandes rasgos, pocas. En el Frente para la Victoria y el Frente Renovador en la provincia de Buenos Aires (que concentraron el 43% de todo el dinero aportado por individuos para la elección general de 2013), las mujeres donaron el 28% y, en Pro Capital, el 27%. Fue algo mayor, por ejemplo, la proporción de los aportes femeninos en el Partido Socialista de Santa Fe y en el Frente UNEN en Capital (36% y 34%, respectivamente), aunque las donaciones recibidas son drásticamente menores. El Frente UNEN sólo recaudó $ 53.400 (comparado con $ 6,3 millones de Pro Capital). En una elección legislativa esos aportes fueron a solventar la campaña de una lista de candidatos con un tercio de mujeres, y podemos inferir que la distribución fue más equitativa que en los Estados Unidos con cargos legislativos uninominales. Sin embargo, en elecciones ejecutivas, como en 2015, si opera también aquí la teoría de las redes, es probable que esas donaciones vayan en mayor medida a los candidatos hombres.
Más allá de estas similitudes en la proporción de donaciones por sexo, el contexto en la Argentina es bien diferente. En nuestro país, las campañas electorales tienen financiamiento mayormente público, con criterios equitativos (50% a todos por igual y 50% según cuántos votos sacaron). Este financiamiento público contribuye a equiparar las asimetrías en el acceso a fondos, como las que conllevan las diferencias de género, aunque no elimina otras fuentes de inequidad como las derivadas del uso de fondos públicos por parte de los oficialismos para actividades proselitistas.
Además, las cuotas permiten que casi el 40% de las bancas del Senado sean ocupadas por mujeres, el doble que en los Estados Unidos. Una mujer ejerce la presidencia, pero tenemos un muy desigual acceso a gobernaciones, intendencias, espacios de poder en ministerios y otros cargos jerárquicos.
¿Por qué las mujeres entran al Congreso pero luego se les hace muy difícil tener poder en los ejecutivos? Estudios recientes en otros países apuntan al techo de billetes: la plata no es tanto una barrera de acceso al poder como de desarrollo de la carrera política. El manejo del dinero no sólo importa para ganar una campaña electoral: es clave en la práctica cotidiana de la política. Y los hombres prefieren no negociar cuestiones de dinero con mujeres, especialmente si involucran temas oscuros. Es en el uso de los recursos del Estado, especialmente cuando tiene altos niveles de discrecionalidad, donde el dinero les jugaría en contra a las mujeres.
¿En qué medida el dinero es un obstáculo para que una mujer desarrolle una carrera política en la Argentina? No lo sabemos. Y difícil será conocerlo mientras el papel del dinero en la política sea invisible en la agenda pública y poco estudiado en la agenda académica. Mientras tanto, las mujeres siguen intentando quebrar el techo de cristal, con mucho mayor éxito en la política que en el sector privado (en la Argentina, las mujeres ocupan apenas el 4,4% de los puestos directivos de primera línea en las grandes empresas). Será por eso que cuando a Hillary Clinton, que podría convertirse en la primera mujer presidenta de los Estados Unidos, le consultaron sobre cómo se llamaría el libro sobre su experiencia en la política exterior estadounidense, bromeó: "Crónicas de una bandita elástica. Ciento doce países, pero todo es acerca de mi peinado".
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