Un pueblo que ve en la prensa la llave para la justicia
La sensación de impunidad y de connivencia política y judicial es algo que sobrevuela, aunque son pocos los que se animan a ponerle nombre y apellido
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NUEVE DE JULIO.- “No se vayan, porque al día siguiente de que se retiren los medios nacionales no lo buscan más”, es la frase que la veintena de periodistas de medios nacionales recibimos en forma cotidiana desde hace 17 días en Nueve de Julio o en Goya, Corrientes, donde está el epicentro de la investigación por la desaparición de Loan Danilo Peña, el niño de cinco años del que no se sabe nada desde el mediodía del jueves 13.
Tanto el tranquilo poblado de 2500 habitantes, donde vivía y desapareció Loan, como la segunda ciudad más grande de Corrientes, donde están la fiscalía y el juzgado federal que se hicieron cargo de la investigación ante un posible caso de trata de personas, se vieron invadidos de cámaras, micrófonos, fotógrafos, reporteros y drones que sobrevuelan campos y edificios en busca de una nueva imagen del caso que conmueve al país y que ya tuvo dos “dramáticos giros”.
Sin embargo, a pesar de la invasión, los pobladores tratan de mantener las costumbres que los caracterizan desde siempre. Al mediodía la actividad se frena, salvo en el juzgado y la fiscalía, y retoma entre las 16 y las 17. La siesta es sagrada y no se negocia, ni siquiera ante un caso que puso en alerta a todos.
También en Nueve de Julio, donde el padre Cristian González definió a la comunidad como una “gran familia”, a cada uno de los foráneos se nos saluda con amabilidad. Incluso abren las puertas de sus casas y hasta acercan alguna que otra bolsita de papel con chipas recién horneados para que las largas jornadas de guardia periodísticas sean más amenas. Tampoco falta el que ofrece agua caliente y hasta el sanitario a ese grupo externo que se mueve en bloque y con lógicas propias.
“Como este caso, lamentablemente, hubo muchos más, pero no llegaron a la prensa nacional. Entonces, agarran a un perejil y todo queda en la nada. Ojalá esta vez no pase. Por eso, es importante su presencia acá”, argumenta otro de los vecinos que se acercan a ofrecer su casa a quien necesite poner a cargar el celular, la computadora o las baterías de las cámaras.
La sensación de impunidad y de connivencia política y judicial es algo que sobrevuela, aunque son pocos los que se animan a ponerle nombre y apellido. Incluso, la nueva versión lanzada ayer por Laudelina, tía del pequeño Loan y esposa de uno de los detenidos, no hace más que generar un mayor número de suspicacias.
En el medio, como si fuesen actores de alguna serie o película del momento, los curiosos hacen fila para tomarse una selfie con los cronistas que antes veían por la pantalla y ahora están en las puertas de sus casas.
Con el paso de las horas y los días, los periodistas, fotógrafos y técnicos también se vuelven una especie de “gran familia” donde, en los parates informativos, se comparten charlas, anécdotas y teorías sobre qué le pudo haber pasado a Loan.
Por otra parte, varias personas que claman por justicia en causas propias llegan hasta donde están los reporteros. Lo hacen provistos de expedientes y fotos para pedir que su caso trascienda y tenga un fallo o se revierta la decisión que se tomó.
Denuncias de mala praxis, usurpación de tierras y hasta regímenes de visitas son algunos de los expedientes que se acercan en las largas jornadas en Goya y Nueve de Julio, dos lugares donde un caso dramático hizo despertar viejos reclamos no escuchados.
El panorama se completa con las marchas, en su gran mayoría sin banderías políticas, que se repiten casi a diario y que son encabezadas por niños apenas un par de años más grandes que Loan. Ellos, protagonistas del reclamo, también levantan su voz y piden por el menor de los ocho hermanos de José Peña y María Noguera.
“Ahora nos miramos todos con desconfianza”, le había dicho esta semana a LA NACION una vecina que participó de la décima marcha en la Plaza San Martín, en Nueve de Julio. Entre las manifestaciones de dolor y de apoyo cundían la angustia, la sorpresa y, también, las sospechas.
“¡Que hablen!”, son las dos palabras que se repiten en las marchas tanto en el pueblo de Loan como en Goya y en las diferentes localidades correntinas donde se organizan para reclamar por la aparición del pequeño.
“Victoria Caillava me trajo el botín de Loan y me dijo que me iba a matar si no lo ponía en el campo”, declaró en un video ante la Justicia provincial Laudelina Peña en la denuncia en la que acusó a la exdirectora de Producción del municipio de Nueve de Julio y a su esposo de atropellar y matar a su sobrino. Sin embargo, los dichos de la tía, que se dieron en la madrugada de ayer, no hicieron más que poner de manifiesto que, aunque los protagonistas de la historia “hablen”, lo que la sociedad sigue pidiendo es que se sepa la verdad.