Un proyecto de Ushuaia a La Quiaca
Por muchas razones de enorme complejidad, la Argentina ha configurado un modelo territorial desequilibrado demográficamente. Generalmente se tiende a simplificar las causas y es habitual que se postulen falsas soluciones basadas en prejuicios. Lo cierto es que la concentración excesiva y amplios espacios subocupados no son más que un resultado del desarrollo desigual. Hemos postergado amplias regiones con inexplicables argumentos geopolíticos o con un sistema fiscal predatorio.
Conscientes de esa circunstancia y de la necesidad de promover políticas que generen las condiciones de reequilibrio y posibiliten la mejor gestión de nuestros activos, impulsamos la creación de una comisión bicameral en el Congreso de la Nación, como ámbito de estudio y acuerdo para que el país pueda dar cumplimiento al sueño de sus “padres fundadores”. La promesa federal no se agota con la elección de autoridades provinciales: el país debe darse un desarrollo territorial que contemple sus potencialidades, de modo tal que el lugar de nacimiento no constituya una ventaja o desventaja.
La dimensión territorial fue soslayada en el debate político argentino, a diferencia de lo que ocurre en otros lugares del mundo. En Europa es prioridad permanente de la UE sostener el equilibrio territorial. La República Popular China gestiona con mano de hierro la movilidad de las personas y planifica de modo permanente el formato de ocupación territorial. Israel (por imperiosa necesidad) es un caso extremo de coordinación público-privada de la dinámica territorial. Estados Unidos históricamente nunca dejó al azar la cuestión, y el Estado lideró iniciativas de todo tipo para generar una ocupación efectiva y adecuada del territorio. Más cerca, Brasil sostiene una agenda muy consistente en esta materia. En la Argentina, en cambio, son muy pocas las políticas federales que contienen entre sus objetivos el mejor aprovechamiento de las posibilidades espaciales del país.
El listado de problemas que se expresan en el territorio es muy extenso, pero al mismo tiempo el país se encuentra en condiciones de revertir esa situación si logramos poner blanco sobre negro obstáculos y posibilidades, y diseñar un abordaje pertinente y respuestas concretas, con una visión responsable y fundada técnicamente, contribuyendo a alinear incentivos y capacidades institucionales, sociales y económicas.
Las respuestas parciales y las visiones tradicionales no van a resolver el desfase económico de los conurbanos basados en la industrialización sustitutiva, ni las promociones mejorarán las condiciones institucionales de las regiones menos desarrolladas; tampoco la logística puede resolverse de modo fragmentario ni las migraciones internas tienen una respuesta automática, etc. Se necesita una comprensión de las transformaciones territoriales globales en marcha, los impactos de los cambios tecnológicos en la movilidad y en las formas de producir, vincularnos y habitar, y un modelo fiscal, infraestructural y de administración de bienes públicos orientado a producir cambios sostenibles.
El territorio se comporta como una epidermis que expresa decisiones políticas y tendencias estructurales. Aunque parezca sorprendente, el más fuerte vector de organización espacial en la actualidad es la capacidad de aprovechar la información disponible y transformarla en valor económico. Un debate contemporáneo no es la replica de “porteños vs. provincianos”, sino la punta de lanza de un país que no quiere quedar atrás y se propone aprovechar sus recursos y experiencia, y generar una nueva lectura de los desafíos de cómo y para que ocupar el territorio.
La Argentina tiene posibilidades de adaptarse a las necesidades de las revoluciones económicas en marcha: bioeconomía, transición energética, sociedad informacional. La Argentina es un país maravilloso. De Ushuaia a La Quiaca dispone de recursos de todo tipo. No estamos condenados a ningún éxito, pero lo podemos ganar. Las condiciones para ir a un modelo de ciudades de economía diversificada, alta calidad de vida e integradas a los circuitos más avanzados de producción y consumo están disponibles. Las reformas que necesitamos deben ir más allá de la estabilización económica y no deben ser expresiones de voluntarismo. De manera abierta y plural, buscamos que el Congreso lidere esta iniciativa.
Quetglas es diputado nacional; Vischi, senador nacional