Un proceso largo que culmina en Tucumán
Con el impulso oficial a la corriente revisionista, se ha puesto en cuestión el 9 de julio de 1816 como la fecha en que la Argentina se declaró independiente de España, lo que provocó una controversia sobre aquellos hechos históricos
En recientes publicaciones, se ha sostenido que la fecha de la declaración de nuestra Independencia no habría sido el 9 de julio de 1816 en Tucumán, sino un año antes, el 29 de junio de 1815, en el Congreso de las Provincias de la Liga Federal, convocado por Artigas en Concepción del Uruguay. A su vez, en los considerandos de un decreto de enero se considera este acontecimiento "la Primera Declaración de la Independencia de las Provincias del Río de la Plata".
El proceso de la Independencia fue largo y complejo. Comenzó el 25 de mayo de 1810, con la revolución que derrocó al virrey y transfirió su autoridad a una junta. Éste fue el comienzo del gobierno propio en las Provincias del Río de la Plata. Se siguió el ejemplo de España, donde, tras la invasión napoleónica y el reemplazo dinástico forzado en Bayona, se formaron juntas de gobierno tras considerar que se había producido una vacancia monárquica que revertía la soberanía en los pueblos. Este argumento se usó también en Buenos Aires. La Junta ejerció el poder y armó ejércitos. La Asamblea del Año XIII declaró que residía en ella "la representación y ejercicio de la soberanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata" y se aprobaron los símbolos nacionales. Pero el acto definitivo que declaró la Independencia fue el Congreso de Tucumán de 1816. El acta del 9 de julio fue firmada por los diputados de los pueblos de Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Salta y Jujuy. Estuvieron ausentes Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y Misiones, entonces parte de la Liga Artiguista.
Los congresales de 1816 sabían que las Provincias Unidas de Sudamérica se enfrentaban a un mundo donde la reacción monárquica había vencido en Europa y rechazaba las tendencias independentistas. También, que Fernando VII había vuelto a ejercer un poder absoluto con el repudio a la Constitución de 1812 y que había recuperado por las armas la mayor parte de su imperio colonial, de México a Chile. Y no desconocían que Bolívar estaba refugiado en Jamaica, que las fuerzas de la patria habían sido derrotadas en Sipe-Sipe y que el ejército portugués avanzaba hacia el Sur, con el objetivo de ocupar la Banda Oriental. En ese mundo tan difícil, el Directorio convocó un Congreso en Tucumán, un punto medio en las provincias del Río de la Plata. Su nombre evocaba el de una batalla decisiva para la suerte de la Revolución, y su población estaba acostumbrada a soportar los costos del patriotismo. El Estatuto Provisional de 1815 designó a Tucumán sede del Congreso. Su objetivo de máxima era declarar la Independencia y volcar el esfuerzo económico y militar en la expedición libertadora a Chile y Perú. Por eso, San Martín siguió las actividades del Congreso, lo urgió a definirse y se alegró al conocer la Declaración del 9 de julio.
Por otro lado, en junio de 1815, José Artigas había convocado al Congreso de Oriente con la intención de reunir a los representantes de los pueblos que lo reconocían como protector para intentar soluciones a los problemas que lo separaban del gobierno de Buenos Aires y considerar la posible invasión española del Río de la Plata. Por entonces, el caudillo oriental se encontraba en la cúspide de su poderío, que abarcaba no sólo a los pueblos de la Banda Oriental, sino también los de Corrientes, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba, que enviaron representantes a la reunión realizada en la Villa de la Concepción del Uruguay -también llamada Arroyo de la China- el 29 de junio de 1815. Como las actas se perdieron, no se sabe con precisión cuántos delegados acudieron. En la primera sesión, Artigas expuso las propuestas y contrapropuestas intercambiadas con los emisarios del gobierno directorial y luego lo que calificó de "ningún efecto de la negociación". Resolvió entonces enviar una nueva misión ante el gobierno de Buenos Aires y explicó en carta al Cabildo de Montevideo (Concepción del Uruguay, 30 de junio de 1815) lo ocurrido, pero no hizo referencia a una posible declaración de la independencia (Ministerio de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico y Diplomático del Uruguay, La diplomacia de la Patria Vieja (1811-1820), Montevideo, 1943, p. 262). A su vez, el representante de Córdoba, Cabrera, escribía a su gobierno que había aceptado la comisión con el objetivo "de conservar nuestra integridad e independencia provincial, restableciendo el equilibrio de las provincias que deben unirse". En parecidos términos se dirigió el delegado santafecino a su gobierno. Las tratativas de los enviados del protector fracasaron y la asamblea se disolvió.
Hasta aquí los hechos. Lo que no se puede afirmar es que el Congreso de Oriente haya dado la primera declaración independentista de las provincias argentinas, puesto que ni el propio Artigas la menciona en la carta antes citada. Quienes insisten en la declaración se basan en una carta del jefe de los orientales, del 24 de julio de 1816, al director Pueyrredón, en respuesta a la invitación a sumarse a la Declaración de Tucumán. Sin embargo, en Uruguay, el día de la independencia se celebra el 25 de agosto (1828).
El 2 de julio de 1817, en Buenos Aires, el Congreso Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata recibió una consulta del director supremo referida a si el aniversario de la Independencia debía celebrarse el 9 de julio, día que corresponde a la sanción en el Congreso, o el 10 de julio, en que fue publicada y celebrada por primera vez en Tucumán. El Congreso decidió conmemorar la Independencia el 9 de julio (Emilio Ravignani, Asambleas Constituyentes Argentinas 1813-1898, volumen 1, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1937-1939, p. 307). En 1826, el presidente Bernardino Rivadavia decretó feriado el 9 de julio como el día memorable en que se había declarado la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Casi una década después, en 1835, el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, declaraba fiesta solemne aquel día, ya que no "debe ser menos célebre que el 25 de mayo de 1810, porque si en éste el pueblo argentino hizo valer el grito de la libertad, en aquél se cimentó de modo solemne nuestra independencia, constituyéndose la República Argentina en nación libre e independiente del dominio de los reyes de España y de toda otra dominación extranjera".
Presidente y secretaria académica de la Academia Nacional de la Historia
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