El peronismo, sin necesidad de resetearse
"No importa cuánto cemento pongan, la calle es nuestra". Y un día el estigma terminó. Macri, el ingeniero que toda la vida se dedicó a asfaltar, descubrió tarde que podía cubrir las calles con otra cosa: gente. La gran lección del "Sí, se puede tour" es que Cambiemos –sobre todo Pro– tan obsesionado por la infraestructura, además de hacer plazas podía llenarlas. Y que la nueva política no tiene por qué ser excluyente: se puede mejorar el espacio público, ¡y también ocuparlo! Como el zorro y las uvas, el gobierno siempre despreció con argumentos racionales lo que en verdad temía: convocar a una movilización y que no fuera contundente "porque la clase media solo marcha cuando le quitan sus ahorros". Se dirá que cualquier espacio con 30 puntos o más de intención de voto puede llenar las calles que quiera. Sin embargo, una plaza desbordante sigue siendo una demostración de fuerza que sosiega las malas intenciones de los rivales externos e internos. ¿Cuál es la principal red social? Un dron que muestra miles de personas apoyándote. Esa es la verdadera red que te sostiene. Un millón de visitas a tu posteo de Instagram no valen lo que cien mil personas "físicas". La política, sobre todo en tiempos de crisis, necesita del mundo analógico, ese que se toca y que te abraza. Y hacer política "analógica" es importante para un gobierno que siempre tuvo problemas de autoimagen que lo llevaron a verse más pequeño de lo que es.
¿Para qué más le sirvieron las plazas llenas a Macri? 1- Para impedir la fuga de capitales... políticos, es decir, para sellar su liderazgo dentro del espacio que integra. 2- Para darle un mensaje de fortaleza a la Justicia, que si deja el poder lo investigará desde las 12.01 del 11 de diciembre. Y 3- Para pasar al manual de historia como el que llegó con lo justo pero sin licuarse.
La novedad es que, en tiempos de patrullaje moral, el peronismo también quiere pasar al manual de historia. No como el que llegó, sino como el que dejó llegar. No es para subestimar: un pequeño paso para el hombre peronista, un gran paso para nuestra humanidad.
"¿Qué tendría de distinto un nuevo gobierno de Cambiemos?", puede preguntar un votante desencantado de Macri. Más allá de las últimas medidas paliativas, no hubo hasta ahora una respuesta clara. El "yo te escuché" no está acompañado de la contundencia necesaria acerca de un posible nuevo rumbo económico. Para los abandónicos, el incentivo para volver es bajo.
¿Y qué haría Alberto Fernández? Le va a "poner plata en el bolsillo a la gente". ¿Y si eso no es sustentable y la economía no mejora? Maquiavelo diría: "Si no hay satisfacción material, ¡pruebe con la simbólica!". Alberto Fernández ya se opuso a una Conadep del periodismo. ¿Pero qué opina de Pérez Esquivel auditando periodistas? Pérez Esquivel no es un electrón libre, sino que está atado a la historia del espacio que integra. El kirchnerismo multó la publicación de estadísticas y prohibió hablar de inflación ("puja distributiva") y de inseguridad. Y obligó a los anunciantes a no pautar en grandes medios. Amigos K, venimos de una sobredosis de dedo. Perdonen la sensibilidad.
Y hablando de satisfacciones simbólicas, ¿es verdad que los equipos de Alberto planean revisar la posición de la Argentina frente a Gran Bretaña por Malvinas y que intentarán volver a discutir la soberanía? Las islas ofrecen combo 1 y combo 2. Si las recuperamos, les extraemos petróleo. Y si no, les extraemos otro combustible vital para todo gobierno con problemas: nacionalismo. Malvinas es un inagotable yacimiento para extraer nacionalismo offshore.
Es importante cuán entero llegue Cambiemos al final, porque si no gana deberá ser capaz de ponerle un dique al peronismo, que decodificó el mensaje de las urnas como una carta blanca: "Vuelvan como quieran y con quien quieran. Pero que se vaya Cambiemos". El riesgo más grande es que el peronismo interprete que puede volver sin actualizar su sistema operativo para ser más transparente.
"Miren el fracaso económico de Macri. ¿Por qué tenemos que resetearnos?".