Un peligroso regreso a la violencia
Si la foto de la fiesta cumpleañera de Olivos confirmó las denuncias de que existe una casta gobernante privilegiada, la filmación de la violenta profesora Laura Radetich corroboró que el kirchnerismo usa la escuela pública para adoctrinar a jóvenes
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Las imágenes les dan significado y sentido a las palabras. Si la foto de la fiesta cumpleañera de Olivos confirmó las denuncias de que existe una casta gobernante privilegiada, la filmación de la violenta profesora Laura Radetich corroboró que el kirchnerismo usa la escuela pública para adoctrinar a jóvenes. Radetich no está en condiciones emocionales para dar clases. Sin embargo, el sistema de captación política de estudiantes está vigente, muchas veces con más sofisticación que la pobreza intelectual de Radetich, en las escuelas y universidades. Pero ¿es casualidad que haya regresado en esos mismos días el temible dirigente sindical Juan Pablo “Pata” Medina, dueño y señor de La Plata? ¿Es mera coincidencia que el antisemita Luis D’Elía haya desafiado al Estado el mismo día en que consiguió la libertad condicional? ¿Es casualidad que D’Elía haya hecho el espectáculo público de cortarse la tobillera electrónica con un cuchillo casi en el mismo momento en que el abogado Gregorio Dalbón hacía declaraciones judeofóbicas?
Dalbón es abogado del Presidente y de Cristina Kirchner. Acusó a la colectividad judía en general de haber coimeado al fiscal Ramiro González, que lleva la causa por la fiesta de Olivos. Ese fiscal no tuvo ni tiene ningún caso relacionado con la DAIA y la AMIA, las principales organizaciones de la colectividad judía. Antisemitismo puro y duro. Silencio del Presidente y de la vicepresidenta. ¿Están de acuerdo con Dalbón? En el caso de la profesora Radetich, Alberto Fernández se entusiasmó por el supuesto debate que ella abrió en un aula de estudiantes secundarios. La apoyó. Desautorizó públicamente a su ministro de Educación, Nicolás Trotta, que había tomado distancia del método de adoctrinamiento de Radetich. Lo de Radetich no fue un debate, sino la imposición violenta de sus ideas por parte de una docente a sus alumnos. Una cosa es el debate de ideas que existió siempre en la universidad; otra cosa es el discurso partidario de un docente frente a sus alumnos del secundario. Peor: es profesora también del Instituto Superior de Formación Docente 2 de Abril, que capacita a futuros docentes. El alumno que interpeló y refutó a Radetich merece una medalla al mérito civil, y el que filmó ese instante de locura debería ser premiado con el Pulitzer.
Radetich es profesora de Historia y Geografía. Si manipula la historia como lo hizo con la política de estos días, la historia está condenada de antemano. Le gritó al alumno que Macri había nombrado dos jueces de la Corte Suprema de Justicia por decreto. El dato es cierto, pero parcial. El Senado no permitió que esos jueces asumieran hasta contar con el imprescindible acuerdo de esa cámara. Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti asumieron sus cargos de jueces supremos cuando concluyeron todos los trámites legales y constitucionales. También dijo que el expresidente citó a un juez para decirle que debía “meter presa” a Cristina Kirchner. No existe ninguna prueba ni testimonio que ratifique esa afirmación. Es solo una inferencia de la expresidenta. Hay un problema con lo que dijo Radetich, que consiste en una obscena militancia en un aula llena de adolescentes, y hay otro problema por cómo lo dijo. Usó un lenguaje soez, grosero, cargado de palabras impropias de un docente. Si esas son las personas que están a cargo de la enseñanza de los jóvenes, no se necesita el informe PISA para sorprendernos. Según ese informe, la Argentina está entre los países con peores niveles de educación en el mundo.
La grieta no es la construcción discursiva de dos grupos políticos diferentes; es una construcción del cristinismo y su “vamos por todo”
Un tercer problema es el Presidente. Defendió a la profesora, tal vez porque esta le hizo recordar a Cristina Kirchner. Ella usó los mismos argumentos de la expresidenta, y también se pareció a Cristina en las formas enardecidas de replicar. En la intimidad, Cristina es tan mal hablada como la profesora de Ciudad Evita. La única diferencia es que Cristina se enfurece con políticos o con jueces, no con jóvenes del secundario. “No es literalmente cierto que Alberto no duerme desde hace dos años, como él dijo, pero es más o menos cierto. Duerme poco y mal”, trata de justificarlo un colaborador cercano. Así como la profesora Radetich necesita un psiquiatra, Alberto Fernández está necesitando un descanso. La grieta no es la construcción discursiva y anímica de dos grupos políticos diferentes; es una creación del cristinismo (comenzó en 2011 cuando Cristina convocó al “vamos por todo”), que sigue cavando en ese abismo que dividió a la sociedad en bandos irreconciliables. Las imágenes de Radetich son una prueba irrefutable. ¿Otro ejemplo? Máximo Kirchner, que acusó a los medios periodísticos por el criminal atentado a balazos contra el diputado correntino Miguel Arias.
Radetich y Alberto Fernández provocaron la agitación del oficialismo. “Empezábamos a salir del escándalo de la foto, que nos quitó a sectores importantes de la clase media, y nos metemos solos en este conflicto de la docente, que también hiere a sectores independientes. Con los propios, no ganamos”, acepta un ministro que responde directamente al Presidente. Su pensamiento es racional, pero, en efecto, el Presidente se metió solo. Los padres, aun los peronistas que no militan en el kirchnerismo, no quieren que sus hijos vayan a la escuela para que los adoctrinen. Las elecciones están cerca, la sociedad perdió la esperanza y la dirigencia política está huérfana de confianza social. Alberto Fernández prometía que llevaría al despacho presidencial un busto de Sarmiento, porque impulsó la educación pública y gratuita. Lo que hacen él y Radetich es empujar a los padres a mandar a sus hijos a colegios privados, si la escuela pública naufraga en semejante mar de disparates. Los padres que pueden, desde ya. Son ellos, gobernantes y secuaces, los que están promoviendo un sistema de clases sociales en la educación, que nunca antes había existido en el país. Es una apostasía ante la figura y la historia de Sarmiento.
Otro video muestra a un grupo de encapuchados presuntamente adeptos al brutal líder sindical platense Pata Medina amenazando con matar al juez, a los hijos del juez y al fiscal que juzgan al cacique de la Uocra. Medina está acusado de extorsión, asociación ilícita y lavado de dinero. Su caso está en manos de un tribunal oral que todavía no lo juzgó, pero le dio la libertad condicional porque llevaba preso más de tres años. Se supo siempre en La Plata que la construcción valía ahí un 25 por ciento más que en el resto del país; ese porcentaje iba al bolsillo de Medina o del sindicato, que eran lo mismo, según las versiones y las denuncias en la Justicia. Un sistema mafioso frena el progreso del país. No es necesario buscar más explicaciones para la decadencia argentina. Medina es la caricatura de un perverso sistema político y sindical.
Enemigo del líder nacional del sindicato de la Construcción, Gerardo Martínez, Medina tenía prohibido volver a la actividad sindical hasta que termine el juicio. No bien salió de la cárcel, sin embargo, participó de un acto sindical de apoyo a su liderazgo. La Justicia lo devolvió a la cárcel. Medina dijo luego que ese video de encapuchados fue hecho por sus opositores en el sindicato, por “los narcos que quieren apoderarse de los trabajadores”, precisó. Medina notificó de esa manera que el narcotráfico está metido también en sectores del sindicalismo. ¿Una novedad? No.
Dalbón y D’Elía son seguidores del Gobierno. Dalbón es abogado del actual oficialismo. D’Elía es un viejo piquetero que ocupó por la fuerza una comisaría en 2004. Estaba preso por eso. Los dos cultivan el antisemitismo. Dalbón acusó a la “colectividad judía” (es decir, a todo el colectivo de una religión) de haber coimeado a un fiscal. No hay mejor prueba de antisemitismo que las generalizaciones cuando se alude al pueblo judío. Ni mejor ejemplo de que ciertos líderes políticos (no Dalbón ni D’Elía, que son otra cosa) han perdido definitivamente la sensibilidad política y moral.