Un pastor del diálogo: apertura al encuentro entre religiones
El compromiso de Bergoglio con la convivencia fraterna con otros credos es una constante de su tarea religiosa, que prenuncia un renovado impulso al ecumenismo desde la conducción de la Iglesia
Con el nombre escogido al tomar el timón de la Iglesia Católica, el papa Francisco se comprometió con un programa de sencillez, austeridad y reparación que insinuó con gestos y decisiones desde su primera salida al balcón de San Pedro. El santo de Asís cuyo nombre resonó en la bellísima Capilla Sixtina en los labios del hasta entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio la tarde del último miércoles, es el Poverello, el hombre sencillo que siguiendo a Jesús se entregó a los pobres, a contemplar y asombrarse con la Creación, con su mayor obra, el hombre.
Asís, el lugar de Francisco, es también un punto de referencia del diálogo interreligioso desde que en 1986 Juan Pablo II convocó a una histórica jornada de oración y ayuno con el llamamiento a una tregua de todas las guerras.
"Lo que hemos hecho en Asís orando y dando testimonio de nuestro compromiso por la paz, hemos de continuar haciéndolo cada día de nuestra vida, pues lo que hoy hemos realizado es vital para el mundo. Si el mundo ha de seguir adelante, si los hombres y mujeres han de sobrevivir en él, este no puede valerse sin la oración", dijo aquella tarde el papa Wojtyla.
Era la lección de Asís, la lección de San Francisco, de un ideal de mansedumbre, de humildad, de un profundo sentido de Dios y del compromiso de servir a todos los hermanos, recordó el pontífice.
Tras la lluvia y la fumata blanca, el nuevo papa, el papa venido del Sur, el argentino Jorge Mario Bergoglio, el primer latinoamericano y el primer miembro de la Compañía de Jesús fundada por Ignacio de Loyola, al invocar al santo de Asís y con unas pocas palabras insinuaba desde el balcón de la basílica mayor la senda interreligiosa y ecuménica del pontificado que comenzará el próximo martes.
Porque al sugerente nombre de Francisco añadió los sencillos gestos y las pocas palabras de esa noche sin precedente: por una vez la sede de Pedro había quedado vacante no por la muerte de un pontífice sino por el fin de un modo de pontificado.
Una y otra vez, el papa Francisco se presentó como lo que es, el obispo de Roma y como tal el primero entre pares. Hablaba del gobierno colegial de la Iglesia. El obispo de Roma que "preside la Iglesia en la caridad" como dijo el nuevo papa valiéndose de la expresión de San Ignacio de Antioquía. Y vale acentuar esa expresión que, como otras, fue cuidadosamente elegida por el papa Francisco, por su inocultable valor ecuménico. Por su resonancia en las otras iglesias cristianas.
Aquella expresión es no sólo indicio de una concepción colegial del gobierno de la Iglesia. Sugiere y parece reforzar aquel pedido de ayuda formulado por Juan Pablo II a las otras confesiones cristianas para buscar nuevas formas de ejercicio del ministerio petrino, del servicio de los papas.
No fue el único gesto liminar que brotó esa noche del miércoles del balcón de San Pedro. Hubo algunas miradas atónitas cuando el papa Francisco pidió a la muchedumbre que en silencio pidiera a Dios la bendición para él, como preludio a la tradicional bendición del pontífice. Se hizo el silencio y el nuevo papa se inclinó ante el pueblo.
Como la sencillez de sus primeros gestos, el rechazo a formas ostentosas del protocolo, y otros cambios de forma y de fondo que insinúa el nuevo papa, no son poses de circunstancias, tampoco lo son estos primeros indicios ofrecidos por el papa Francisco sobre el futuro del diálogo interreligioso y del ecumenismo, ese esfuerzo renovado por el Vaticano II buscando poner fin al escándalo de la división de los seguidores de Jesús.
La figura del cardenal Bergoglio está comprometida con innumerables iniciativas ecuménicas, de diálogo interreligioso. Abundan los ejemplos de diálogo con los "hermanos mayores", el pueblo de Israel. Ahí está el diálogo semanal que desde hace tiempo mantenía por el canal 21, del arzobispado de Buenos Aires, con el rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, Abraham Skorka, recogido en un volumen.
Un largo camino
"La Iglesia exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y la colaboración con los seguidores de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socioculturales que se encuentran en ellos", decía Nostra Aetate, el documento del Concilio Vaticano II, un hito en el largo camino de diálogo entre católicos y judíos.
Ahí están sus nada publicitados y frecuentes encuentros de oración con pastores de iglesias cristianas y su reconocido compromiso y estímulo a las iniciativas ecuménicas e interreligiosas que promueve la Comunidad de Sant'Egidio.
Hace años el cardenal Bergoglio celebraba el hecho de que la Comunidad de Sant'Egidio recordara aquel histórico acontecimiento de Asís, poniendo a disposición las reflexiones de protagonistas directos e indirectos de aquel encuentro, al prologar un volumen compilado por Marco Gallo.
"El imperativo de Asís es, aun hoy, después de veinte años, profundamente actual, con el desafío de la convivencia entre culturas y religiones diversas, que requiere de hombres de fe profunda que sepan escrutar e interpretar los signos de los tiempos. La profecía de Asís es un legado de Juan Pablo II para las generaciones actuales y futuras. En tiempo de crisis, la fragmentación de las sociedades contemporáneas, donde parece prevalecer la cultura del conflicto, surge imperioso el desafío de una convivencia renovada, fraternal", escribía Bergoglio en abril de 2007.
Un gesto de la misma naturaleza que el pedido de bendición en el balcón de San Pedro lo había producido el arzobispo de Buenos Aires en el estadio Luna Park, en uno de los encuentros anuales del grupo Comunión Renovada de Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo (Creces), cuando en un estadio colmado se arrodilló para pedir la bendición de un grupo de pastores evangélicos.
Habitual concurrente a esos encuentros, el predicador de la Casa Pontificia, el franciscano Raniero Cantalamessa agradeció "infinitamente al cardenal Bergoglio por el ejemplo que da con su apoyo y participación en esa iniciativa de los cristianos carismáticos".
Presencia y compromiso
"Es de los pocos que se comprometen estando presente, no simplemente dando una bendición o participando de una actividad. El cardenal participa; está ahí. El Señor quiere que los pastores, como era Pablo, no dirijan los carismas desde el exterior, sino desde el interior, participando de esta iglesia institucional y carismática al mismo tiempo", dijo Cantalamessa en octubre último en Buenos Aires.
En esos días, pronunció aquí , en la Pontificia Universidad Católica, una recordada y significativa conferencia por los 50 años del Concilio Vaticano II, cuyo texto se negó a divulgar porque iba a utilizarlo en el retiro espiritual que antes de la Navidad iba a predicar al papa Benedicto XVI.
No será a diario, pero quien posiblemente continúe siendo el predicador de la Casa Pontificia, conversará asiduamente con el papa Francisco.
Decía Cantalamessa en aquellas declaraciones : "San Pablo disciplinaba los carismas, pero decía «yo hablo en lenguas más que todos vosotros». Me parece que un paso adelante sería que los pastores se den cuenta de que la Renovación Carismática es una cosa y el ser Pentecostal es otra cosa y que ambas no necesariamente coinciden. Este estilo de vivir el ecumenismo no significa apegarse a un movimiento. La Renovación Carismática puede tomar el aspecto de un movimiento en diferentes iglesias y lugares. En el conjunto, es una corriente de gracia destinada a toda la Iglesia, no tiene un fundador ni una espiritualidad: es el cristianismo vivido".
El sendero ecuménico y de diálogo interreligioso de otro pontificado ha de continuarse en el pontificado que se abre el próximo martes.
Es un papa venido del Sur, de la Argentina, al que le tocará orientar a esta nueva etapa.
Benedicto XVI le confesó a su biógrafo Peter Seewald que se sentía "ambas cosas" lo último de lo viejo y lo primero de lo nuevo. Una gran bisagra ha comenzado a construirse en la Iglesia milenaria. Al papa Francisco le tocará el primer turno.
El ha invocado aquel espíritu de Asís instalado por Juan Pablo II en 1986. Asís no ha sido una sesion de diálogo multilateral o un negociado. Más bien fue una manifestación común de confianza en las energías espirituales de la humanidad y en la fuerza de la oración: una oración sin mezclas sincretistas, respetuosa de las diferencias y confiada en su fuerza desarmada, como claramente ha dejado escrito el italiano Andrea Riccardi.