La Argentina, un país varado en el aeropuerto
El domingo 1 de septiembre, en las pantallas de los televisores argentinos se vieron dos escenas que jamás debieron coexistir: 1- la transmisión de los partidos de fútbol con las cámaras enfocando a las tribunas para quienes no pagan el codificado. Y 2- los noticieros hablando del decreto que reinstalaba el control de cambios. Las pantallas sintetizaban el fracaso económico de Cambiemos y la derrota del paradigma del esfuerzo y del ahorro: "para ordenar las cuentas públicas Macri nos quitó el Fútbol para Todos pero terminó con cepo, porque no pudo ordenar las cuentas públicas". En 2015 y 2017 la sociedad le dio a Cambiemos la oportunidad de terminar con el populismo, confiando en una premisa tácita: "te vamos a quitar para luego darte". No sucedió. La batalla por el cambio cultural estaba perdida. La desastrosa herencia de la macro kirchnerista debía ser saneada, pero, ¿cuál es la diferencia entre el remedio y el veneno? La dosis. Macri calculó mal la dosis del ajuste.
Pero lo preocupante de la letalidad del ajuste no es sólo lo que mató sino lo que revivió: voces de la gestión económica anterior, que habían perdido toda legitimidad por lo ineficaz de sus medidas y que parecían condenados al descrédito eterno, hoy vuelven a la vida pública. En el reseteo de los umbrales de dolor que produjo la crisis, frente al 55 por ciento de inflación proyectada para 2019, los que después de 12 años no pudieron bajarla de 27, salen de sus lápidas, se sacuden la tierra del saco y vuelven a los estudios de tv, sonrientes, insinuando que les pidan perdón.
¿Y por qué una parte de la sociedad que los rechazaba los vuelve a escuchar? Porque necesitan creer en algo. La esperanza es una necesidad vital, al igual que comer o dormir. Y la negación y la idealización, que posibilitan muchas veces estar esperanzado, son mecanismos de defensa de los cuales las personas echan mano, a pesar de las distorsiones que produce. Desde las PASO y hasta el 27 de octubre los argentinos estamos como Tom Hanks en La Terminal, la película de Spielberg, atrapados en un aeropuerto. ¿Hacia qué país embarcaremos? Aunque todavía no se sabe, observamos que alrededor de la "Gate Alberto" se agolpan muchos y sorpresivos pasajeros. La idealización hace que muchos que no lo votaron ahora lo vean como el que puede licuar al kirchnerismo desde adentro y aquel que podría impulsar las reformas estructurales que Argentina necesita. Lo que Macri no pudo. Otro grupo de pasajeros que sí lo votó, también usa el fotoshop de la idealización y mezcla análisis con deseo: un importantísimo líder sindical, muy cercano hoy a Alberto, cuando se le pregunta si gobernaría él o Cristina y su "nuevo orden", responde con orgullo: "Olvidate de Cristina. Alberto va a ser un emperador".
De la faraona al emperador. Nos quedamos tranquilos.
¿Y en qué anda la "Gate Cambiemos"? Los pasajeros que, a pesar de todo, desean embarcar nuevamente allí, esperan que Macri se rearme y les ofrezca un discurso convocante. Mientras un sector del gobierno proclama el "Sí, se puede", Rogelio Frigerio –que representa a otro grupo- dijo que "llegar a un balotaje garantizaría un equilibrio de poderes". O sea, llama a frenar otro "vamos por todo". Son dos discursos diferentes. Voluntarismo y realismo son dos estaciones psíquicas diferentes y Cambiemos tiene de los dos públicos.
Volvamos por último a la "Gate Alberto". Todos los que se juntan con él se llevan un "sí". Pero la era del "todo para todos" terminó. Y el pensamiento mágico de "Macri quita, Cristina da" chocará pronto con la escasez. Se viene el juego de las sillas. Y no hay para todos. Los trabajadores del Bapro le pidieron a Kicillof que deje sin efecto la reforma jubilatoria de Vidal. ¿Les dirá que sí o que no? ¿Naranjas o mandarinas? En el baúl ya no entran las dos bolsas.
Axel dijo en un acto que volverán más austeros y transparentes, pero luego vio cómo su candidata a vice, Verónica Magario, llegaba a Tucumán cuestionada. ¿Es un pájaro, es un avión? Si es un superhéroe peronista, es un avión sanitario.