Macri, ¿un padre reparatorio para Milei?
“Está bien decir siempre la verdad, pero a veces está bueno callarse”, lo coachea Mauricio Macri a Javier Milei por estos días, a más de una semana del acuerdo de Acassuso y en su nueva faceta de domador de leones, en la que cree que tendrá éxito. Desde ayer también es su virtual jefe de campaña. Cerca de los impulsores del pacto, que destruyó Juntos por el Cambio, aseguran que Milei no podrá llevar adelante sus propuestas más alocadas o exóticas, como cerrar el Banco Central o dolarizar. “No hay dólares; no podrá hacerlo. Tampoco van a conseguir la plata que necesitan para concretarlo. Se va a ir moderando. Lo que sí va a mantener es la idea de la casta”, confían cerca del expresidente.
La amalgama de Macri con Milei no solo está hecha de la necesidad de ganar el balotaje y destronar a Sergio Massa. También los une Boca. Y mucho. “Eso es fuertísimo”, revela Macri a sus íntimos. En el mundo libertario admiten que Milei le tiene mucho respeto a Macri y que el primer eslabón de esa admiración arrancó cuando Macri lideró al equipo xeneize. “Siguió toda la campaña”, se entusiasma Macri. En las charlas aceleradas que ambos tuvieron desde el 24 de octubre por la noche, cuando Bullrich y Macri comprometieron su apoyo al libertario, Milei confesó que votó a Macri tanto en la ciudad como a nivel nacional. Mutuos mimos políticos en esas ganas de arreglarse, como diría Milei.
¿Nace el segundo tiempo para Macri? ¿Es Milei la encarnación de una etapa superior del macrismo? La verdad se esconde en los detalles. Y hay uno no menor: el 24 el ganador fue a la casa del perdedor. ¿O del verdadero jefe de la nueva coalición de centroderecha? Aquella noche, Milei estaba en una entrevista en LN+ cuando recibió un sorpresivo llamado de Macri. Javier Lanari, periodista de la señal, advierte el movimiento y lanza la primicia, que primero es negada, como suele suceder con las bombas periodísticas, y al otro día, ampliamente confirmada. Lo extraño es que, por lo general, uno va a la casa de su jefe y no al revés. “Es que Javier no tiene problemas de ego”, explica Macri en la intimidad.
El lunes negro de la derrota, Patricia se levantó temprano. Sorprendida por no haber recibido aún el llamado del expresidente, esperó hasta el mediodía y lo llamó ella. Tenía un plan. Macri no quería llamarla pensando que estaría deprimida por haber quedado afuera del balotaje, pero no. Desde hacía cuatro días, Bullrich sabía que perdía. Lo venía procesando, como también venía procesando un acuerdo con el libertario, que ese mismo lunes le propuso a Macri. Es cierto que Macri venía hablando con Milei desde hacía, por lo menos, dos años, pero el plan de acercamiento fue idea de ella.
El martes 24, a las 20, Bullrich habló con Ernesto Sanz, uno de los dirigentes más lúcidos y coherentes del radicalismo que, en 2015, cofundó la alianza Juntos por el Cambio, en la asamblea de Gualeguaychú, llevando a su partido hacia una coalición entre Pro y la Coalición Cívica. Hablaron varios minutos. Bullrich estaba (o está) convencida de que estamos en un escenario similar al de 2003 y de que Massa es una versión corregida y aumentada de Néstor Kirchner. Sanz no estuvo de acuerdo y lo argumentó. Sin embargo, a la hora de cortar la comunicación, nada le dijo sobre la noticia que dos horas más tarde rompería el tablero político. ¿Cómo se entiende semejante destrato? Cerca de Bullrich y Macri lo justifican: no había tiempo de debatirlo con los radicales. Milei no tiene fiscales. Había que actuar en la emergencia.
En su casa de Valle Claro, Milei cree en las señales. Axel Wahnish es su guía espiritual. A Macri le gusta esa contención. El libertario enhebra dos datos: el padre de Cristina era colectivero; su padre Norberto también. Macri tenía una mala relación con Franco, igual que él. Milei fue estafado y humillado desde niño por un padre que lo descalificaba y lo hacía sentir menos. Coincidencias presidenciales. Quienes han tenido malos padres suelen seguir uno de dos caminos. O repiten la historia buscando nuevos verdugos en la vida adulta o eligen figuras reparadoras para restañar la dolorosa historia infantil. ¿Es Macri un “padre” reparatorio para Milei, en el sentido metafórico de la palabra? ¿O esa alianza político-afectiva se vuelve frágil, justamente por la historia personal de Milei con su propio padre?
La vida es azarosa, pero si algo articula la construcción política, acaso mucho más que las estrategias racionales, son las emociones y las relaciones personales. Los celos, la traición, la revancha, las fragilidades, el amor o el odio están subestimados e invisibilizados en los análisis políticos clásicos, aunque, a menudo, son la verdadera motivación detrás de acuerdos y desacuerdos. ¿Y si gana Massa?, le preguntaron ayer, en privado, a Macri en el Faena Art Center, después del panel que compartió con el expresidente de España, Mariano Rajoy. Macri pensó unos segundos y ofreció toda una respuesta: “Yo ya estoy jugado”. ß