Un oficio clave para la salud democrática
¿Qué podemos celebrar el Día del Periodista que conmemora la fundación de La Gaceta de Buenos Aires en 1810?
Hay varias razones para celebrar en la Argentina y en América latina. La ausencia de restricciones legales en varios países de la región es, sin dudas, un signo positivo. En la última década, hubo avances legales importantes en la despenalización del periodismo. La aprobación de leyes de acceso a la información pública en muchos países es un dato alentador, aunque subsisten problemas de implementación. Además, la multiplicación de plataformas y herramientas digitales ofrece oportunidades para hacer un mejor periodismo, con acceso a diversidad de fuentes, variedad de contenidos y formatos, e interacción con los lectores.
Sin embargo, persisten graves problemas. El periodismo sigue sujeto a una combinación de dinámicas negativas que socavan su autonomía, un requisito imprescindible. Sin autonomía es imposible la visión de Mariano Moreno de un periodismo que ayude a que el pueblo conozca "la conducta de sus representantes" y se develen "reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos".
Cuando el periodismo está amarrado a cálculos extraperiodísticos, su autonomía es la primera víctima. Tejes y manejes por arriba de las redacciones entre gobiernos y empresas convierten al oficio periodístico en un bien negociable y en propaganda servicial. Periodistas críticos son sacrificados para preservar relaciones amigables. Prácticas contrarias al periodismo como institución clave de la democracia y a la información como bien común indispensable.
Cuando las redacciones son eslabones dentro de estructuras empresariales-políticas, el periodismo sufre. Se desvirtúa su esencia crítica cuando es concebido simplemente como pieza en el ajedrez de intereses comerciales y políticos. En esos casos, no hay compromiso con la investigación del funcionamiento del poder en sus diferentes formas. Ni se busca que el periodismo estimule la curiosidad por temas de relevancia pública y muestre la realidad en su inmensa diversidad. La presión es informar para agradar al poder y producir contenidos fáciles y sensacionalistas que atraigan audiencias. No es precisamente la realidad de los ideales morenistas del periodismo.
A estos problemas se suma la crónica precarización de las condiciones de trabajo periodístico. Cuando el pluriempleo y la inestabilidad laboral son moneda corriente, es imposible la producción de información con calidad y cuidado, profundidad y precisión. ¿Cómo puede el periodismo servir a la democracia cuando las condiciones de trabajo son malas? Sin apoyo ya sea de dueños privados o públicos, domina la autocensura, el desinterés y la vulnerabilidad en medio del achicamiento de la planta laboral y la reducción de costos de producción.
Algunos gobiernos insisten en censurar la información inconveniente a través de leyes que criminalizan al periodismo. Equipados con una delicada piel frente a la crítica, pretenden eliminar datos disidentes y visiones contrarias en el caótico mundo comunicacional actual. Insisten en mecanismos del siglo XIX para controlar la información en el siglo XXI. Sólo creen en el periodismo que prolonga su monólogo dogmático y recita sus verdades.
El recrudecimiento de la violencia contra periodistas empaña cualquier celebración. El año 2014 fue uno de los peores de la última década en materia de agresiones de diferente tipo contra periodistas. La situación es especialmente preocupante en países como México, Honduras, Brasil y Colombia, donde episodios de violencia verbal y física, incluidos asesinatos, son muy frecuentes. La impunidad de los crímenes es pasmosa. Cualquier periodista que se atreva a relevar actividades ilegales de políticos, empresarios y poderes paraestatales, inmediatamente, se convierte en blanco de amenazas.
En estas condiciones, es difícil caracterizar al periodismo como "el mejor oficio del mundo", según la frase de Gabriel García Márquez. Imágenes de periodistas con guardaespaldas y en autos blindados, arrastrados a las cortes judiciales por malicia oficial o haciendo malabarismos para lograr salarios dignos no hablan muy bien del estado del oficio.
Por supuesto, hay muchos periodistas que intentan mantener su autonomía entre fuegos cruzados, respetan datos y hechos, y hacen excelente trabajo en circunstancias difíciles. Su pasión y dedicación merecen un reconocimiento especial.
La mejor forma de celebrar el Día del Periodista es comprometer a todas las partes involucradas a fortalecer las condiciones que el periodismo necesita para contribuir a la democracia.
El autor es profesor de la Escuela de Medios de la George Washington University y editor jefe de la Revista Latina de Comunicación Social