Un nutrido coro de voces crispadas
Suman unos cuantos los funcionarios y militantes activos de este gobierno que se revelan engolosinados en el ejercicio del vituperio procaz y barato, habitualmente despachado contra personas o empresas que no comulgan con el credo kirchnerista, o que consideran esotéricos algunos de sus sacramentos. Como se sabe, el credo kirchnerista es bastante "mistongo", dado que deriva del peronismo matriz, un sacudimiento ideológico tan turbulento que supo cobijar a Cámpora y los montoneros, a Isabelita y López Rega, a Menem y Cavallo?
La ciudadanía puede testimoniar que la doctora Cristina ocupó durante hora y pico la cadena televisiva para expresar cuán entrañable amor le inspira la libertad de prensa, aun cuando -vean qué detalle- improvisó su conmovedora arenga bajo el retrato del hacedor de aquel peronismo matriz, en cuyas dos primeras presidencias impuso un monopolio mediático sumamente fascista, a la vez que desplegó censuras de toda índole, a cual más desvergonzada.
"Tales circunstancias históricas, ciertamente atrabiliarias, no arredran a esos funcionarios y militantes del oficialismo que incurren en felonías dialécticas para desvirtuar cuanta opinión divergente tome estado público", dijo anteayer la socióloga peripatética Filigrana Peribáñez, ante sus alumnas de la academia de corte y confección Botones y Moños. La estudiosa trajo a colación los dichos tendenciosos de una docena de grandes bonetes del oficialismo, todos ellos enrolados en un abrumador tráfico de exabruptos y otras vulgaridades.
Algunos ejemplos: con su proverbial frívola ligereza, Amado Boudou llamó buitres y pulpos a empresarios de la prensa independiente; Aníbal Fernández, un virtuoso en el arte de enchastrar a quienes no son oficialistas, endilgó catadura de traidores a Julio Cobos y Felipe Solá, y catalogó de personaje despreciable a Julio César Strassera; Guillermo Moreno, epígono del malevaje rupestre y proveedor mayorista de injurias, da muestras de su aparente bravuconería cada vez que se le encomienda la tarea de sembrar confusión y prepotencias; Héctor Timerman se definió como barrabrava para justificar sus frecuentes crisis de iracundia; la Presidenta llamó hipócrita a cuanta fuerza viva no resulte sumisa y funcional a ciertos requerimientos, esos que han de aflorar muy pronto, en cuanto las papas electorales empiecen a hornearse?
Filigrana Peribáñez se reconoce compungida: "El kirchnerismo malgasta muchas voces para hostigar a la oposición con epítetos revulsivos, truculentos o lapidarios. ¿No creen que sería suficiente con una sola voz? ¡Caramba! ¿Por qué no aprenden de la oposición? ¿No advierten que con Lilita basta y sobra?".
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