Un nuevo modelo para superar la grieta
La impresionante movilización de más de cinco millones de personas el martes 20 de diciembre, con motivo de la bienvenida a los jugadores de la Selección luego de levantar la Copa del Mundo en Qatar, representa mucho más de lo que sugieren los análisis preliminares. Ni siquiera la alegría más importante de los últimos tiempos le puso un freno al principal atributo del gobierno nacional: la improvisación constante.
Va terminándose un año que tuvo de todo a nivel político, social y económico. Ya no hay especulaciones sobre la ruptura del Frente de Todos; la fragmentación del oficialismo es una realidad incontrastable, con consecuencias de alto impacto en la gestión cotidiana. La indecisión, la partidización del Estado, y la pésima comunicación con la ciudadanía, se convirtieron en tres características centrales de la administración de los Fernández.
Estos tres factores estuvieron presentes en la previa, durante y después de los festejos del equipo de Scaloni en Buenos Aires. El Gobierno aportó su menú completo de confusión a una fiesta popular sin precedentes. En todo momento. Desde el feriado absurdo hasta la búsqueda desesperada de la foto con Messi y sus compañeros, pasando por una logística que jamás dio certezas ni previsibilidad. Hay que sacarse el sombrero ante la coherencia a rajatablas del oficialismo: termina el año igual que como lo empezó.
La renuncia a ser candidata de Cristina Kirchner, expresada luego de que recibiera la condena por corrupción en el juicio de Vialidad, descompuso aún más al Frente de Todos. Entre un presidente devaluado que increíblemente insiste con ponerse el traje de candidato, los movimientos sugestivos de Sergio Massa y las operaciones de desgaste interno que comanda La Cámpora, queda claro que el kirchnerismo no puede, de ninguna manera, brindarle confianza y tranquilidad a la sociedad.
Con el calendario electoral ya en marcha, y a pocos meses de la definición de la oferta política y del cierre de listas, Juntos por el Cambio es mucho más que una alternativa con grandes posibilidades de triunfar. Por aciertos propios y por errores del Gobierno, la coalición se convirtió en la principal garantía de la estabilidad democrática. A semejante responsabilidad hay que reconocerla primero para hacerse cargo de ella después. Aquí está, sin ninguna duda, el principal incentivo para dejar de lado los tironeos internos que consumen energía y tiempo. La sensación de que las elecciones de 2023 pueden ser un punto de inflexión para el corto y el mediano plazo va extendiéndose en el arco político, los medios de comunicación, actores relevantes del mundo productivo y laboral, y lo que es más importante, en la ciudadanía. El hartazgo social (medido frecuentemente en las encuestas, pero también palpable por cualquier persona que recorra las calles) confirma que el componente emocional será determinante en la decisión de millones de personas en el cuarto oscuro.
A las familias frustradas por la crisis educativa y la caída del salario, a las pymes asfixiadas por la presión impositiva, a los jóvenes que nunca vieron crecer a la Argentina: ¿qué les ofrecemos desde la política? No hace falta perderse en razonamientos complejos. Ahí está el meollo de la cuestión, y también la explicación de por qué la grieta en el país no es un problema social, sino político. Demasiados años de anuncios y promesas incumplidas contrastan con una realidad de pobreza y atraso. La sociedad no está dividida: la política está extraviada.
Con las mismas herramientas de las últimas décadas no vamos a conseguir mejores resultados. Para prestigiar la política hay que apostar con fuerza a nuevos liderazgos que inspiren a la gente y aprovechen el potencial de cada región del país. La vinculación productiva y estratégica con el mundo, la revolución del conocimiento, y la decencia en el ejercicio de la función pública, son los tres ejes programáticos sobre los que se está construyendo una Argentina mejor.
Diputada Provincial UCR - Juntos, presidenta Fundación Poder Buenos Aires