Un nacionalismo bien entendido
Todas las naciones americanas se han construido desde el constitucionalismo liberal. Todas, también, han evolucionado hacia el desarrollismo económico y el progreso social, incluyendo estos principios en sus reformas constitucionales posteriores. Así es como el amor a la patria, la defensa de la libertad, la justicia social, los derechos humanos y el cuidado del medio ambiente han dejado de ser valores en pugna entre globalización, regionalización y estricto nacionalismo local.
El nacionalismo primigenio enfrentaba sanguinariamente a vecinos por disputas fronterizas y llevó a las grandes naciones coloniales a embarcarse en conflictos globales que produjeron cientos de millones de muertos. El nacionalismo contemporáneo, en cambio, es la capacidad de aplicar los valores universales a una sociedad en particular, con los estilos y tiempos que mejor le quepan. Las fronteras son puntos de unión y las cadenas de valor multiplican la riqueza de los productos y servicios aportados por trabajadores que suman su esfuerzo desde lugares muy distantes. No hay argumento cultural ni nacional que pueda limitar legítimamente los derechos ni las obligaciones ciudadanas, ni la igualdad de género, ni la equidad contributiva, ni la libertad de prensa.
La utilización del nacionalismo como excusa para el autoritarismo, la corrupción o el populismo sólo queda reservada a las sociedades menos desarrolladas, cuyos pueblos pagan un alto costo por su aislamiento.
El 22 de noviembre no se enfrentan en las urnas "dos modelos", porque, sencillamente, esa alternativa no existe. No hay una Argentina enfrentada con el mundo y otra integrada; una Argentina "estatal" y otra "privatizada"; una Argentina de "los pobres" y otra de "los ricos". No hay una "patria" y una "antipatria". Durante una década incorporamos estas falacias argumentales como verdades reveladas. Ha llegado la hora de superarlas construyendo una Argentina justa, libre y soberana (sabia síntesis de Perón) en asociación con nuestros vecinos e interactuando con todo el mundo sin prejuicios ni preconceptos.
No podemos admitir más en la Argentina ni pobreza extrema, ni crecimiento del narcotráfico, ni una "grieta" que nos enfrente por lo que pensamos o hacemos dentro del marco del respeto a la Constitución y las leyes.
Somos sudamericanos, formamos parte del G-20, somos líderes en materia espacial, nuclear y bioenergética, en producción de alimentos, genética y software. Como país, no somos ni más ni menos que cualquier otro y estamos en condiciones de competir y cooperar solidariamente dentro y fuera de nuestra región.
No tenemos motivo para tener miedo de nosotros mismos ni de otros. Debemos fortalecer el Estado, proteger a los más vulnerables y estimular la inversión y la creación de empleo. Lo recorrido durante los últimos 32 años de democracia es parte de nuestro presente y nuestro futuro. No se desanda el camino: se hacen otros nuevos para transitar mejor.
La Argentina no está dividida en dos mitades ni en tercios. Es una gran nación que marchará unida, respetando la diversidad y haciendo de ella el motor de la creatividad y el progreso para todos.