Un mundo sin k
"Si pudieran prohibir la letra k del abecedario, lo harían." (De la ex presidenta Cristina Kirchner, luego de ser indagada por el juez Claudio Bonadio.)
No se equivoca Cristina Kirchner. La Real Academia Española ya eliminó la ch y la ll del alfabeto. En realidad, no eran letras sino parejas de letras que vivían en feliz y público concubinato hasta que los académicos las pescaron. No es el caso de la austera y rotunda k, letra soltera y de escasa utilidad en nuestro idioma.
Si se cumplieran los temores de Cristina, las dos principales novelas de Kafka estarían en problemas, empezando por el apellido del autor y siguiendo por sus personajes principales, Josef K en El proceso y K a secas en El castillo. El primero se ve envuelto en un proceso judicial tan misterioso e intrincado que no llega a saber de qué se lo juzga, situación que guarda alguna semejanza con la de Cristina en la causa por la venta de dólares en el mercado de futuros, en la que Bonadio la acusó e indagó. A menos que el juez tenga elementos que se desconocen, no habría pruebas serias en contra de la ex presidenta. Las pruebas que podrían incriminarla en otros hechos se encuentran en otras causas. En las causas en las que no la indagan.
Por kafkiana, esa situación alimenta las sospechas de quienes encuentran complots en todos lados. Algunos enfebrecidos imaginan que la brújula política de Bonadio enloqueció y después de pasearlo por el antikirchnerismo lo depositó de nuevo en la orilla kirchnerista, aunque de incógnito. Allí, consciente de que la situación de Cristina podría complicarse en la causa de los hoteles, Bonadio maquinó una acusación absurda, la de integrar o liderar algo parecido a una asociación ilícita para abusar del dólar en el mercado de futuros (otro ámbito kafkiano). En esa línea, una vez que la procese, la medida será apelada y la Cámara Federal deberá revocar el procesamiento otorgándole a Cristina una victoria judicial. Mientras tanto, el llamado a indagatoria la rescató del ostracismo santacruceño y la devolvió a los medios durante varios días.
Volviendo a un mundo sin k, el kirchnerismo lograría sobrevivir. Ella es Cristina y él -su memoria-, Néstor. En tantos años de familiaridad se pierde el apellido y el nombre se torna marca registrada. Perder el apellido es garantía de una celebridad antes limitada a las estrellas. Hoy no: también Lázaro y Cristóbal perdieron sus apellidos mientras ganaban otras cosas.