Un mundo de fantasía oculto en La Boca
Los domingos, con frecuencia, el pintor, escenógrafo y escultor Juan Stoppani y su compañero, el director de teatro, diseñador de vestuario y escenógrafo Jean-Yves Legavre reúnen en la casa de La Boca donde viven a sus amigos de toda la vida y a los nuevos. La fachada no dice nada o más bien calla. Hay una puerta, como tantas puertas de barrio, quizá menos llamativa que las otras de la cuadra. Pero cuando se la franquea, cuando se recorre el largo pasillo que es también patio, comienza a oficiarse el acto de magia y de afecto. A la derecha, adosadas a la pared donde se abren las puertas de los cuartos, hay espejos antiguos y mesas con bellos y extraños objetos diseñados por Stoppani. En el fondo de ese profundo corredor al aire libre, espera la sala de estar y comedor: es como si se entrara en el teatro o se subiera a un escenario para improvisar lo que se va a decir durante el almuerzo. Todo es fantasía. Hay columnas, las típicas columnas de teatro, que no llegan al techo, cubiertas por los coloridos dibujos geométricos característicos de Stoppani. Todo predispone a la alegría. En la biblioteca, se descubre, por ejemplo, un libro en cuya tapa blanca se ven pequeños retratos de escritores y actores dibujados por Delia Cancela. En las paredes, hay obras y fotografías de amigos (Marta Minujín, Copi). Encima de las mesas que sirven de escolta a un gran sofá, se ven esculturas de cabezas y pequeños animales en terracota o perfiles de sol, inspirados en perfiles humanos. Entre las fotografías, hay una célebre, de la década de 1960, en la que se ve a los integrantes del grupo de teatro de Alfredo Rodríguez Arias, es decir, al futuro grupo TSE, completamente desnudos. La foto fue tomada por Rubén Santantonín en el estudio que Alfredo Arias y Stoppani tenían en la calle Melo.
Alrededor de una gran, pesada y noble mesa de madera, se sentó hace dos domingos un conjunto de amigos en el que estaban, entre otros, Marilú Marini, Alejandra Radano, Marcial Berro y los dueños de casa. Un ventanal dejaba ver el cielo gris y el jardín con un limonero, un árbol de paltas y otro de quinotos.
La mesa tenía su historia. Es la misma que se utilizó para la puesta en escena de Deshonrada, la obra de Gonzalo de María que se estrenó en El Cultural San Martín en 2015. Sobre esa mesa, Alejandra, que encarnaba a Fanny Navarro, había sido humillada y torturada. En la casa de La Boca, la actriz contó que acababa de volver de París, donde había interpretado precisamente esa pieza con Marcos Montes en el famoso Théâtre du Rond Point. Tuvo un espectador notable: el presidente Hollande. Ahora Radano se prepara para presentar un CD y un espectáculo en el Centro Cultural Kirchner.
Marilú Marini estaba muy atareada en cortar salamines y distribuir lonjas de jamón. En medio de ese anticlímax romántico comentaba con una sonrisa que, después del asado, volvería a su departamento para terminar de aprender la letra de Todas las canciones de amor, la pieza de Santiago Loza, dirigida por Alejandro Tantanian, que se estrena el 16 de agosto en Paseo La Plaza. "Voy a cantar dos canciones", dijo. No es la primera vez que lo hace, por supuesto. Hace pocas semanas cantó en las cuatro funciones de El día de una soñadora, de Copi en el CCK. A unos metros de esa sala, se exhibía simultáneamente una muestra sobre el creador de La mujer sentada en la que se podía ver un inmenso telón (catorce metros) pintado por Stoppani para la obra Frigo también de Copi. El destino de ese telón inmenso es inevitable: por sus dimensiones, sólo puede albergarlo un museo. Por suerte, hay interesados.
También Marcial Berro vive entre París y Buenos Aires. Para quienes circulan por las cercanías del boulevard Saint Germain y de la rue Bonaparte, no es extraño verlo pasar con carpetas: se ocupa como siempre de diseños de objetos. Algunos de los que realizó para grandes casas están hoy en museos.
Resulta interesante y conmovedor advertir hasta qué punto esos amigos están unidos por la aventura compartida de introducirse en el difícil mundo artístico de París. En el caso de los que pasaron por el Instituto Di Tella, hay algo que hace esa unión más estrecha. Cuando Victoria Ocampo explicaba su amistad con Jean Cocteau decía: "Fuimos jóvenes bajo el mismo cielo".