Un mundo a medida K ¿Hacia un giro en la política exterior después de 2015?
El discurso de Cristina Kirchner en la ONU la semana pasada fue el punto más alto de una política exterior que se caracterizó por actuar afuera mirando las disputas políticas domésticas. Así, el esquema de alianzas internacionales de la Argentina la ha colocado varias veces en posiciones complicadas que, dicen los analistas, obligarán al próximo gobierno a recuperar el prestigio en el escenario internacional, reconstruir los lazos con los países vecinos y reformular el modo de mirar el mundo
Como viene ocurriendo en la larga saga con los holdouts, la Argentina acaba de imponerse una nueva frontera imaginaria. Podría resumirse de este modo: el país será de una manera si en enero el Gobierno resuelve finalmente negociar con los fondos buitre, una vez liberado de los compromisos con los bonistas derivados de la celebérrima cláusula RUFO. Una Argentina distinta nos espera si no hay negociación alguna por el fallo Griesa, se ejecuta la sentencia y se consolida el escenario de default.
No sólo la economía argentina parece atada a esta encrucijada. También su política exterior.
Como una década atrás, los principales esfuerzos de la Argentinahan estado girando en torno a una cesación de pagos. En un contexto de fuerte retracción económica, inflación y creciente escasez de divisas -para los economistas, el corazón mismo de la crisis del modelo-, el frente financiero externo concentra buena parte de la tarea de la diplomacia: el Gobierno ha puesto el servicio exterior al servicio de la pelea por el default.
Cuál es el lugar de la Argentina en el mundo es una pregunta que aún sorprende hacerse y que sigue sin respuesta cuando apenas queda algo más de un año de gobierno Kirchner. La pertenencia regional es incuestionable, tanto como que se han generado conflictos insospechados e inútiles con los vecinos.
La Argentina ocupa un lugar de preferencia en el G-20, pero no consigue salir de un rol testimonial, en una responsabilidad tal vez compartida con Brasil y México. Amplió su búsqueda y reforzó nuevas asociaciones estratégicas, como en los casos de Rusia y China, pero parece haberlo logrado a costa de sus alianzas históricas.
El miércoles, ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, la Presidenta devolvió la relación con los Estados Unidos, la primera potencia mundial, a su nivel más bajo. Dijo que los fondos buitre intentan "desestabilizar la economía" argentina y acusó a Washington de "complicidad" con ellos. En una segunda intervención ante el Consejo de Seguridad, Cristina Kirchner cuestionó la estrategia norteamericana y la declaración de una nueva guerra contra el terrorismo. La seguía, a un asiento de distancia, sin traducción simultánea, Barack Obama.
La cruzada en la ONU confirma que, fuera de su asociación regional estratégica, la Argentina privilegia un sistema de alianzas resultado, precisamente, de la deuda en default desatendida en la última década. Según este protocolo, Estados Unidos es un adversario, cualquiera que sea su gobierno y su verdadero grado de influencia en las cuestiones internacionales. Lo mismo cabe para Europa, una tierra vieja y ajena. "Algún día comprenderán", les dedicó la Presidenta.
Las intervenciones de Cristina Kirchner fueron el llamado de un náufrago: sus dos mensajes al mundo sobre las cuestiones de interés nacional y global transmitieron la posición de aquel que no tiene, en escala relativa, ningún protagonismo. Tal vez es allí donde se encuentre, penosamente, hoy el país.
"Nadie quiere que la Argentina esté en esta situación", dijo un embajador europeo consultado por la nacion, poco después de que el jefe de Gabinete , Jorge Capitanich, acusara a Alemania y a su ministro de Finanzas de tener una "actitud hostil" hacia la Argentina. "La politización del tema no ayuda. Puede tener un rédito en el corto plazo, pero la Argentina, de esta manera, está limitando sus posibilidades de negociar", agregó.
Martín Redrado, referente económico del Frente Renovador de Sergio Massa, relativiza el alcance de la iniciativa de la Presidenta en las Naciones Unidas. "Es marginal cualquier discusión en foros políticos de un tema que no es político, sino técnico. En todo caso puede ser subalterno, pero no puede ser el eje de la estrategia. Son declaraciones inefectivas".
Para José Octavio Bordón, ex embajador en Washington y miembro del comité ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), es equivocado creer que EE.UU. "conspira" contra la Argentina en la cuestión del default. "No tiene ningún asidero, más allá de la actividad de sectores internos en EE.UU. que defienden intereses específicos y buscan apoyo, por ejemplo, en el Congreso. Una cosa es haber esperado una acción más activa del gobierno de EE.UU. y otra denunciar una confabulación mundial contra la Argentina", sostiene.
El presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, prefiere enfocar la relación con Estados Unidos en la "defensa de los «intereses productivos» de la Argentina" y salir de otros corsets. "Debe estar basada en la cooperación, la igualdad y complementariedad de Estados soberanos. Las relaciones internacionales tienen la dinámica de la evolución de los intereses vitales de cada nación", dice Domínguez.
El ex canciller Jorge Taiana, también miembro del CARI, defiende la avanzada diplomática contra los fondos especulativos y la destaca entre en una lista de iniciativas en los foros internacionales. "Es vital que sigamos defendiendo la democracia, los Derechos Humanos y el respeto a la integridad de los Estados y de la soberanía nacional. El conflicto con los fondos buitre demuestra que nada se ha hecho para modificar la estructura financiera multilateral y la arquitectura del sistema financiero privado. Los fondos buitre son la expresión más descarnada y perversa de una economía dominada por el capital financiero y los sectores más especulativos."
Más allá de los gestos
El estilo confrontativo que distingue al kirchnerismo debutó hace ya una década en el escenario internacional. Hay quienes ahora perciben sin embargo que, más allá de gestos o imposturas, la Argentina avanza hacia una reconfiguración de su sistema de alianzas extra regionales.
Sebastián Velesquen, que también asesora a Sergio Massa, advierte esa dirección. "Hay que cambiar una lógica imperante: aunque existen las tensiones, no podemos alterar la posición estratégica de la Argentina por cuestiones coyunturales. No podemos jugar a ser amigos de unos porque nos enojamos con otros."
"No estamos en la Guerra Fría. El alicate no puede ser un camino para la relación con EE.UU. Tampoco la sobreactuación. Estados Unidos no tiene una influencia en la región como la tuvo en otras ocasiones", dice Jesús Rodríguez, que trabaja con el titular de la UCR, Ernesto Sanz, en cuestiones de política exterior. "Hay una urgencia de reformulación de la política exterior para que mire al mundo no como un peligro, sino como una oportunidad".
Las asociaciones estratégicas con China y con Rusia -la primera data de 2004; la segunda, de 2008- alimentaron ambiciones en Olivos de participar en la construcción de un nuevo mundo.
Los recientes acuerdos con Pekín firmados durante la visita del presidente Xi incluyeron la financiación de obras de infraestructura hidroeléctrica y de transporte, pero también un swap o intercambio de monedas destinado a sostener el nivel de reservas del Banco Central. Y aún así, ese contrato se ha visto condicionado por la declaración de default de una de las calificadoras de riesgo chinas.
Tras la visita de Putin a la Argentina, Rusia volvió a abrir la puerta a la cooperación bilateral en materia nuclear y a la inversión en hidrocarburos no convencionales, la conocida promesa de Vaca Muerta. El Gobierno encontró además un nicho en la disputa entre Moscú y la Unión Europea: negoció un acuerdo que llevará a duplicar el comercio con el gobierno ruso en el año próximo, en medio de las sanciones cruzadas por la crisis en Ucrania.
Redrado se muestra muy crítico al respecto. "Es un escenario que no proyecta precisamente los valores que defiende la Argentina. Allí se están violando los derechos humanos. No se pueden poner los intereses comerciales por encima de tus valores", dice.
Una de las voces que escucha Hermes Binner en cuestiones internacionales, Juan Carlos Zabalza, habla de recuperar vínculos históricos de la Argentina. "Por nuestro origen, debemos avanzar en la firma del acuerdo Mercosur-UE que está paralizado: hay voluntad europea y puede ser consistente para la región", dice Zabalza. Jefe del bloque socialista de la Cámara de Diputados, Zabalza cuestiona la asociación con China tal como está planteada: "Ya hizo bajar el comercio intrarregional y eso no puede ser positivo".
También Jesús Rodríguez advierte sobre los alcances de la relación estratégica con China. "Hay que considerar el estilo predatorio de la política comercial china. Sería deseable que hubiera una política de cooperación en la región para enfrentar los temas comunes de este tipo de relación. No es posible que los tres países latinoamericanos en el G-20 no tengan una política común".
Para Fulvio Pompeo, coordinador de temas de exterior del proyecto de Mauricio Macri, juegan otras cuestiones conceptuales y de identidad. "China y Rusia son dos oportunidades, pero tenemos que evitar que los nuevos vínculos lesionen relaciones históricas", sostiene. "Buscar nuevos mercados no debe hacernos olvidar qué queremos de la República Argentina, cuáles deberían ser nuestros aliados y dónde debe estar parada. Tenemos que recuperar los aliados europeos de la Argentina. Hay una idea de un cambio de aliados y eso es peligroso. No hay que cambiar EE.UU. por China. No queremos ir en ese camino", explica.
Domínguez no evita una mirada realista sobre los condicionantes de la relación con China. "Es una relación económica determinante, pero requiere profundizar la generación de valor agregado en el país. La Argentina debe salir de la exportación de producción primaria y pasar a estar lo más cerca de la góndola posible", dice. Ex ministro de Agricultura y con llegada privilegiada a la dirigencia china, defiende que el país "debe avanzar hacia una relación multipolar, con diferentes países, con intereses convergentes. Debe llegar a aquellos países que necesitan alimentos, tecnología, conocimientos".
En tensión con los vecinos
La potenciación del comercio y la necesidad de un salto de desarrollo en las exportaciones y la búsqueda de nuevos mercados aparecen como los desafíos centrales para la política exterior argentina en el común de la dirigencia.
"La Argentina tiene que lograr un posicionamiento internacional acorde a lo que representa el país y el futuro que tiene. Hay que poner a la Argentina con todo su potencial en el mundo", dice Pompeo, de la Fundación Pensar. "Hay que agregar talento, emprendedorismo, creatividad a nuestras exportaciones. Desarrollo sustentable que agregue valor a los que producimos. Debemos tener en los agroalimentos la matriz de una política exterior por desarrollar."
Aunque el oficialismo y la oposición coinciden en que América del Sur debe ser la plataforma de las relaciones exteriores de la Argentina, para los segundos, poco es lo que se ha conseguido. A pesar de las apariencias. "La Argentina hoy tiene relaciones internacionales con actores estatales y no estatales, pero no tiene política exterior. El mejor ejemplo de esto son las conflictivas relaciones con sus vecinos. Tenemos que ser un eje para las corrientes de comercio y producción al Pacífico", dice Jesús Rodríguez. Para Zabalza, "primero, los vecinos. Pero menos discurso y más acción".
Dos definiciones, de Taiana y Velesquen, complementan la cosmovisión sobre la cuestión Malvinas. Para el ex canciller, es clave "la continuidad del reclamo, no sólo de Argentina, sino de toda América latina". El asesor massista cree que "falta poner un montón de cosas a la consigna de que son argentinas. Cuando seamos un país más respetado en el mundo vamos a tener más visibilidad en el reclamo".
Así, el regreso al lugar perdido, imaginario o no, aparece como objetivo inmediato. "Hay que recuperar el prestigio de la Argentina", dice Jesús Rodríguez. "No podemos andar dando clase por el mundo". Zabalza coincide: "Hay que recuperar el respeto perdido de la comunidad internacional. Hay un personal diplomático de muchísimo valor, pero hay que respetarlo y tener coherencia en las relaciones internacionales".Pompeo, del macrismo, presenta un matiz: "No diría «recuperar». Tenemos que conseguir que el mundo confíe en la Argentina, y eso nos va a llevar mucho trabajo".
La Argentina debe reformular su política exterior, coinciden desde la oposición. Allí es usual la crítica al uso de categorías del pasado, propias de la Guerra Fría, y escuchar que el país se debe un diseño para su relacionamiento con el mundo. El ex embajador Bordón, de buenos contactos en el exterior, dice percibir que el mundo tiene expectativas sobre la llegada de un gobierno "más amigable" en la Argentina. "En definitiva, lo que se espera en el mundo es que el país se mueva con mayor protagonismo y previsibilidad".
Una corriente en diplomacia sostiene que la política exterior debería reflejar las mismas normas morales que la ética personal. Tal vez sea un buen punto de partida.