Un monumento en las Malvinas
Por Enrique Oliva Para LA NACION
Luego de más de cinco años y medio de arduas gestiones, la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur alcanzó el anhelado objetivo de erigir el monumento a los soldados argentinos que murieron en la guerra. Así lo confirmó el arquitecto Carlos D´Aprile, ganador del concurso para el proyecto y la ejecución de la obra. D´Aprile, recién arribado de Malvinas, permaneció allí durante ocho semanas hasta que, como estaba previsto, concluyeron los trabajos.
La iniciativa de construir este monumento con los nombres de los 649 argentinos caídos en el conflicto de 1982 fue caracterizada por sus propios deudos como un emprendimiento estrictamente humanitario.
Los primeros pasos se dieron a fines de 1998, con la presentación de la propuesta al embajador británico en la República Argentina, William Mardsen, debido a la negativa del entonces canciller Guido Di Tella a asumir la gestión.
Pocos meses después, el representante de la potencia que ocupa los archipiélagos argentinos respondió positivamente, abriendo la posibilidad de concretar el homenaje. Rápidamente, la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas definió los lineamientos que debería tener el proyecto: a) recordar a todos los héroes, sin excepciones, con sus nombres impresos en placas, alfabéticamente y sin distinguir grado, fuerza o circunstancia de la muerte; b) contener los símbolos de la fe religiosa de los caídos y de la inmensa mayoría de los argentinos; c) resguardar a los visitantes de las inclemencias climáticas; d) que el monumento se integrara al paisaje, y e) que tuviera una dimensión digna del homenaje.
Con estas consignas, artistas y arquitectos comenzaron a presentar sus proyectos, que fueron evaluados por los familiares de los caídos. Paralelamente, los gobiernos argentino y británico firmaron una declaración conjunta en la que acordaban la construcción y la incluían en las acciones tendientes a "la creación de confianza recíproca".
El proyecto seleccionado fue llevado a Londres por la Comisión de Familiares y fue presentado ante la Comisión de Tumbas de Guerra del Commonwealth, para evitar objeciones y trabas.
La gestión resultó positiva y quedó pendiente la discusión por la altura de la cruz mayor, que es el eje del conjunto arquitectónico. El punto fue resuelto con posterioridad.
Comprensión de los isleños
Luego de avances y retrocesos -producto no de la oposición británica, sino de los vaivenes de la política argentina-, la Comisión de Familiares logró que el 7 de marzo de 2002 el Comité de Planificación y Construcción de las Islas aprobara los planos para la ejecución del monumento. Se obtuvo, además, la comprensión de los isleños, quienes entendieron que el tema era ajeno a la discusión pendiente sobre la soberanía.
Para financiar la obra, la entidad impulsora inició la campaña "Monumento a los Caídos en Malvinas, tarea de todos". La grave crisis de los últimos años impidió recaudar el dinero suficiente, pero posibilitó que se verificara un alto grado de adhesión popular.
El empresario Eduardo Eurnekian se acercó a la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas y se comprometió a financiar la totalidad de la obra, lo que, finalmente, se llevó a efecto.
El actual embajador británico en la Argentina, Robin Christopher, fue un activo promotor de la iniciativa. Ayudó a las partes a resolver todos los obstáculos que se fueron presentando.
La cancillería argentina, por medio de la Dirección de Malvinas y del Atlántico Sur, sugirió los caminos para no afectar el interés nacional sobre las islas. Desde que asumió, el canciller Rafael Bielsa se sumó con entusiasmo a la idea del homenaje.
Por su parte, el presidente Néstor Kirchner se comprometió a brindar todo el apoyo para que la Comisión de Familiares pueda proyectar el sentido del homenaje a la conciencia de todos los argentinos, con acciones educativas, culturales y sociales en el nivel nacional. Esto se encuentra a estudio en diversas áreas del Poder Ejecutivo.
Dos muros curvos
El proyecto se materializó con dos muros curvos que simbolizan un abrazo al cementerio. Ellos sirven de soporte y de marco a las 24 placas de granito que contienen los nombres de los argentinos caídos.
En el centro de estos dos muros se ubicó una cruz blanca de tres metros de altura. La obra está formada por trece bloques de concreto premoldeado, de quince toneladas cada uno, realizados en Buenos Aires. Partieron del puerto de Campana el 20 de febrero último, en un barco antillano de bandera de Antigua y Barbuda.
La preciosa carga llegó al puerto East Cove, de la base militar de Mont Pleasant. Desde allí fue llevada a Darwin, distante a unos cincuenta kilómetros. La empresa escocesa AWG, contratada para el montaje en Darwin, contó con trabajadores de las propias islas, además de ingleses, africanos de la isla de Santa Elena y un chileno.
El arquitecto D´Aprile declaró que las tareas se desarrollaron normalmente, en un ambiente de respeto por los símbolos del lugar.