Un momento crítico para Milei
Las diferencias entre Karina Milei y el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, serían irreversibles y el empantanamiento de la Ley Bases en el Senado asusta a los mercados, pero la sociedad aguanta al Presidente
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Javier Milei se muestra orondo ante la tapa que le dedicó la revista Time, una distinción que tuvieron apenas nueve argentinos en más de cien años y solo tres presidentes constitucionales antes que él: Ramón Castillo, Juan Domingo Perón y Arturo Frondizi. Los últimos argentinos que merecieron la portada de esa prestigiosa publicación fueron el papa Francisco y Lionel Messi. “Volvimos a poner a la Argentina en la discusión del mundo”, se jactó ayer el Presidente durante la entrevista que concedió a Luis Majul en LN+. Sin embargo, un comentario que desliza la autora de la nota en Time, Vera Bergengruen, debería preocupar al mandatario argentino. “Es posible que a Milei se le esté acabando el tiempo antes de que su apoyo popular se desmorone”, escribe la periodista.
Más allá de la fiesta que protagonizó dos noches atrás en el Luna Park, donde presentó su último libro y desplegó su mística rockera ante unas 6000 personas, la semana que está terminando no ha sido buena para Milei. El dólar “blue” y los dólares financieros parecieron despertar de su prolongado letargo, acentuando la brecha cambiaria y otorgándoles argumentos a quienes venían advirtiendo sobre el “atraso” del tipo de cambio oficial. La liquidación de las exportaciones del campo continúa siendo mucho más lenta de lo esperado. La economía cayó el 8,4% en marzo en términos interanuales, según el Estimador Mensual de Actividad Económica del Indec. Se supo que en el primer trimestre del año fueron cerradas 275 mil cuentas sueldo. Y el cada vez más violento reclamo salarial de policías y maestros en Misiones puede anticipar algo de lo que podría ocurrir en otras provincias.
Para colmo, en el Senado, el Gobierno sigue con el pescado sin vender. La Ley Bases y el paquete fiscal, que tienen media sanción de la Cámara de Diputados, se encuentran empantanados en la Cámara alta como consecuencia de las objeciones que ambos proyectos están sufriendo por parte de legisladores –fundamentalmente del radicalismo– que el oficialismo imaginaba que estaban de su lado.
El Gobierno continúa así invicto, sin haber podido sacar una sola ley en cinco meses y medio de gestión, un triste récord de la era democrática iniciada en 1983. Los más optimistas hablan de un dictamen de comisión para la semana próxima, pero con sensibles modificaciones respecto del texto aprobado en Diputados. Muchos creen que la primera ley de la época mileísta dará a luz en junio, aunque pocos se animan a decir con precisión cómo será.
Las complicaciones en el terreno parlamentario se han visto reflejadas en el mercado financiero no solo en la suba del dólar, sino también en el aumento del riesgo país, que tras descender a partir del triunfo electoral de Milei desde los 2412 puntos hasta su nivel más bajo de 1148 puntos el 22 de abril último, ayer concluyó en 1433 puntos. El propio Presidente coincidió en que los vaivenes de la Ley Bases en el Senado son la causa del más reciente nivel de desconfianza de los operadores del mercado: “La política metió la cola”, enfatizó.
Hay otros ruidos que provienen desde la Casa Rosada y que ayer alimentaron versiones de cambios en el gabinete ministerial. Como un hábil prestidigitador, Milei encontró sobre la marcha una explicación para salir al cruce de cualquiera de esas versiones. Dijo que con el desenlace de la Ley Bases y el paquete fiscal en el Congreso –sea este favorable o desfavorable– se producirá un hito en su gestión, a partir del cual quedará bajo análisis todo el gabinete.
Detrás de semejante explicación, podría verse una estrategia discursiva que busca ocultar que, en rigor, la relación entre el Presidente y su jefe de Gabinete, Nicolás Posse, se encuentra deteriorada. Desde hace semanas, las discrepancias personales entre Posse y la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, son más que ostensibles, según quienes frecuentan a ambos. Ergo, el jefe de Gabinete estaría con un pie fuera del Gobierno. La posibilidad de un desembarco de Federico Sturzenegger para planificar una nueva etapa de reformas estructurales gana terreno, luego de que el propio Milei barajara esa hipótesis durante la entrevista con LN+.
No todas son malas noticias para el Gobierno. Las perspectivas para un nuevo descenso del índice inflacionario en mayo son positivas. La economista Marina Dal Poggetto dijo que sus proyecciones arrojan hasta ahora una inflación del 4,6% para este mes, tras el 8,8% de abril.
Según la directora de Eco Go Consultores, son cuatro los aspectos que mira el mercado: el nivel de inflación, la evolución del equilibrio fiscal, la compra de dólares y la imagen de Milei en la opinión pública. Y respecto de este último punto, las empresas encuestadoras coinciden mayormente en que, casi seis meses después de su asunción, el nivel de apoyo al titular del Poder Ejecutivo Nacional alcanza un nivel más o menos similar al del porcentaje de votos cosechado por Milei en el balotaje de noviembre último. Analistas de opinión pública, como Juan Mayol, creen que, más que una prolongación de la luna de miel, impera “el aguante”.
Sabe el Presidente que, para poder seguir dando la batalla cultural de la que volvió a hablar en el acto del Luna Park, le alcanza con retener ese nivel de apoyo de la ciudadanía. Por encima de su histrionismo y sus extravagancias, que no parecen molestar a quienes lo votaron, se siente cómodo y feliz hablando de economía. Es probable que muchos se hayan perdido entre sus disquisiciones teóricas y sus citas a Murray Rothbard, a Adam Smith y a la teoría del valor de Gerard Debreu, más propias de un catedrático que de un dirigente político. Sin embargo, al menos sus votantes lo han ubicado en el lugar del saber económico, y parecen valorar que hoy haya un economista en el Gobierno. Un economista que, sin embargo, no deja de ser un político y que, cuando quiere, sabe acomodar su discurso a las circunstancias. A tal punto que, en los últimos días, de frenéticas negociaciones con la oposición, ha mencionado mucho menos a “la casta” y ha concentrado sus ataques dialécticos en “el maldito socialismo”.