Un ministerio de Economía y Educación
Si algo le falta a la inexistente, igual a sí misma y previsible discusión sobre política educativa, son otros enfoques. Pero no matices sobre lo conocido o variaciones sobre similares argumentos. Eso significaría dar vueltas sobre lo mismo e implementar recetas ya aplicadas, que, por sus resultados en la Argentina, deberían revisarse o destinarse al baúl de los malos recuerdos.
Gerardo della Paolera, con indiferencia a las críticas que le llegan de todos lados, insiste en sus puntos de vista con una pasión indisimulable por sus buenas maneras. “La economía la cambian las personas, la sumatoria de buenas cabezas”, explica. Ergo, educadas. Es por eso que “la educación tiene que ser tan importante como la economía”, continúa. Y repite una idea audaz por la que ha sido criticado sin atenuantes: “Tendría que existir un ministerio de Economía y Educación”, dándoles el mismo nivel de importancia a ambos sectores, reuniéndolos en una misma cartera ministerial. Ámbitos imbricados en una sociedad como la actual, basada en la economía del conocimiento.
Una idea sencilla pero potente. Quizás allí radique la controversia que genera al ser evaluada por las anteojeras ideológicas presentes en el ámbito educativo. Una elusión prejuiciosa que impide la pausa reflexiva para observar, levantar la cabeza y entender el mundo “tal como funciona la maquinaria”, como explica Thomas Friedman en su libro Gracias por llegar tarde.
Economista por la Universidad de Chicago, exrector de la Universidad Di Tella y vinculado desde siempre a lo educativo, se define como humanista. Porque la economía es una ciencia social y se ocupa de varias dimensiones de lo humano: la producción y distribución de bienes y servicios, el comportamiento humano, el pensamiento en relación con la mejor manera de organizar productivamente una sociedad para hacerla más justa y, claro, la sustentabilidad y el análisis prospectivo necesario para orientarnos hacia el futuro. Imperio de lo económico no, humanismo en sus temas e intereses, sí.
“No tenés desarrollo económico sin capital humano” y “la educación es la banca de inversión de un país”, parecen desmentir la definición de sí mismo que tiene el economista. Pero solo en la superficie. La educación aporta riqueza y contribuye al incremento del PBI, como lo fundamentaba Gary Becker, también de la Universidad de Chicago, en los años 60. Sus investigaciones prácticas fundaron la teoría del capital humano que tuvo sus críticos y reformuladores posteriores, pero que sin duda contribuyó a explicar en qué medida la educación incrementa la riqueza de un país. Educar entonces crea bienestar individual, riqueza social y aliviana la mochila de la desigualdad. Esa carga ingrata y desmedida que día a día cargamos en el equipaje de las generaciones futuras.
En un país en donde la responsabilidad primaria por la educación es de las provincias, el Ministerio de Educación debería ser una agencia de innovación, un apoyo de cercanía, explica Gerry, como prefiere que lo llamen, que asista y empuje positivamente a las provincias en sus transformaciones necesarias. Qué mejor que contar con una cartera con natural llegada a todas las jurisdicciones y con la posibilidad de tener una mirada más amplia de la educación, capaz de explicar mejor los matices y diferencias entre ellas, hacer estudios comparados de experiencias, políticas y planes, potenciar buenas prácticas, mirar lo que en el nivel micro puede escaparse. Estar en la brecha, con todos los instrumentos y herramientas que puede desplegar un Estado federal.
En nuestro país más del 60% de los chicos menores de 14 años son pobres y la evaluación interanual de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) llegó a la conclusión de que en la Argentina el 46% de los chicos de tercer grado no entienden lo que leen. Si se contempla a los estudiantes de menor nivel socioeconómico, la cifra asciende al 61,5%. Las cifras de un fracaso al que cada gobierno aportó su camión de arena.
Algo anda muy mal en la Argentina. Razón más que poderosa para que las ideas de Della Paolera sean analizadas en profundidad. Comenzando por la mirada precaria que tiene la dirigencia acerca de la educación: una segundona de otros temas “más importantes”. Por esas razones Gerry patea el pupitre. Y quizá de eso trate el comienzo del cambio educativo, tan imperioso como ausente.