Un milagro cada 35 días, o menos
Un mediodía del año 2002, mientras caminaba por la avenida Rivadavia llevando a mi hijo Vicente en su cochecito, me sobresaltó un ruido explosivo muy cerca. Justo un metro delante del cochecito, había caído una maza de demolición de hierro de un kilogramo. Al caer rompió la baldosa en cuatro triángulos que dibujaron una x en el suelo. Me quedé mirando la maza con un miedo especulativo y después miré hacia arriba, donde alguien me gritaba. En el tercer piso de un departamento había un albañil asomado que mientras gesticulaba nervioso decía: "Disculpame, se me patinó de la mano...". Taciturno, seguí caminando con el cochecito sin dejar de pensar que la distancia entre la maza y Vicente había sido de apenas un segundo. Si hubiese ido un segundo más rápido, habría llegado al lugar donde quedó la cruz en el momento fatal.
Aquel hecho es lo más parecido que recuerdo a un milagro: "Un evento extraordinario con un significado especial que ocurre con una frecuencia de uno en un millón", según la definición del matemático John Edensor Littlewood. También recuerdo una historia que es exactamente contraria a la de la maza. El 21 de octubre de 1988 un perro caniche cayó de un piso 13 de un edificio ubicado en Rivadavia 6155 y mató a una mujer que pasaba por la puerta. La extrañísima y desgraciada historia del perro es como un milagro al revés, pero donde también sirve la definición de "uno en un millón...".
Littlewood no creía en los milagros y para desacreditarlos sostuvo la idea de que por cada millón de hechos sucede uno extraordinario. Según su hipótesis, una persona puede percibir un evento por segundo durante ocho horas cada día, o sea, 28.800 eventos. Sobre la base de ese cálculo, afirmó que una persona estaría expuesta a un milagro cada 35 días, porque se habría cumplido el tiempo necesario para percibir un millón de eventos. Esta idea loca luego fue conocida como la "ley de Littlewood".
Siguiendo esa idea, si por cada millón de eventos hay uno extraordinario, con un significado especial, por cada millón de fotografías, por ejemplo, también debería haber una extraordinaria, igual que por cada millón de videos o de posts en Facebook o de notas en Internet. Por cada millón de algo debería haber siempre al menos "un algo" extraordinario. La explicación de por qué ahora vemos tantas cosas extraordinarias puede ser Internet y los grandes números de todo a lo que nos expone. Hay tantos "milagros" para ver y leer, que, por abundantes, se vuelven invisibles.
Puede ser que a estas alturas creas que el milagro de Littlewood que te toca cada 35 días no sucedió, que el azar milagroso tiene una deuda con vos. Pero no seas injusto. Tal vez ayer o esta mañana estuviste a punto de ser atropellado por uno de los 70 millones de usuarios de Instagram que admiten chequear su cuenta mientras conducen su auto, pero tuviste la suerte de que fuera uno de los 70 extraordinarios, el uno en el millón, que levantó la vista a último momento y pudo esquivarte. Aunque no lo hayas visto, ése pudo ser tu milagro del mes. No te quejes.