Un líder camaleónico en un país volátil
Se le atribuye al premio Nobel de Economía Simon Kuznets la siguiente frase: “Hay cuatro clases de países: desarrollados, en vías de desarrollo, Japón, y Argentina”.
Argentina, ese país que fue rico y terminó con niveles de pobreza exasperantes, es el país de sorpresas electorales únicas en el mundo.
Días antes de las elecciones generales del domingo 22 de octubre, los analistas avizoraban que el candidato a presidente Milei podría arrasar en las elecciones de ese día y el segundo puesto sería peleado entre Massa y Bullrich. Algunos, inclusive, hablaban de que Milei podría ganar en primera vuelta. Pero la volatilidad del electorado sorprendió hasta a los mismos candidatos: Massa, el ministro de un gobierno que está al borde del colapso, repuntó de tal manera de dejar tercera a Patricia Bullrich y desplazó a Javier Milei del primer puesto. Argentina es una caja de sorpresas.
Pero no le quitemos méritos a Sergio Massa que, ávido de poder, tomó “la papa caliente” del Ministerio de Economía que había ocupado su antecesor, hizo “puré” la economía, como lo acusó su rival Bullrich, pero recuperó la impronta y ganó las elecciones.
¿Qué hizo Massa para lograr este efecto impensado? Más allá del clientelismo peronista, que puso todos los recursos del Estado en la calle, Massa pareciera que supo leer cómo interpretar lo que el variable electorado argentino necesitaba. Nada mejor que un líder cambiante para un electorado volátil.
Durante el debate presidencial antes de las elecciones generales, Massa se mostró con un discurso insulso, sin propuestas concretas de cómo salir de la crisis y con algunas propuestas como un FBI argentino que son más fuegos artificiales que cosas concretas. Toda su presentación se dio con calma y sin exaltarse más allá de las críticas de sus contrincantes. Pero el aparato peronista azuzó al electorado con el miedo: el miedo a perder las prebendas, el miedo a perder los subsidios y los derechos adquiridos. Mientras tanto, Milei fue explosivo, como siempre, con algunas propuestas radicales que al electorado post PASO le costó digerir: ruptura con el Vaticano, portación de armas, venta de órganos y un estado inexistente. Una cosa es el voto bronca en las PASO, otra diferente es el voto más racional en las generales.
Nuestro candidato camaleónico aprendió rápidamente a adaptarse y generar la metamorfosis necesaria para caer parado. Mientras avanzan las elecciones las radicalizaciones no son agradables para el electorado y eso lo leyó Massa pero no Milei. Ni el affaire Insaurralde en el barco Bandido en el Mediterráneo afectó al candidato peronista en el contexto de una sociedad impermeable a la corrupción y amante de los subsidios. Sin embargo, y mirando al ballotage, Massa deberá hacer algo que le cuesta: presentar un plan concreto que salga del populismo refractario que se instaló en la sociedad desde hace 20 años. En el ballotage el electorado se convierte en más incisivo y racional y querrá ver un líder concreto, más centrista, no tan rupturista pero con ideas claras de cómo sacar al país del desastre en el que está sumido.
Massa está ante una oportunidad única de consagrarse presidente siendo el ministro de una Economía arruinada. Para variar, una gentileza de un país disfuncional y único en el mundo. Está en el candidato Massa consolidar su perfil. De aquí al 19 de noviembre seguramente tratará de enervar a Milei, para sacar su extremismo en un momento que la sociedad requiere sosiego.
PhD, autor de Imperfectos (Galerna, 2023)