Un libro manchado con sangre
Héctor D'AmicoLA NACION
Un mar de petróleo en manos de un tirano es, y será siempre, una pésima combinación. El coronel Muammar Khadafy nos lo recuerda día tras día mientras su régimen tambalea, se resiste y condena a la sociedad libia a un baño de sangre por una razón muy sencilla: sigue convencido de que después de 40 años en el poder merece una nueva oportunidad.
En el relato de esta enorme tragedia, tanto en las crónicas de los combates como en el análisis de los comentaristas internacionales ha quedado relegada, sin embargo, de manera comprensible, una cuestión de peso y, por lo tanto, necesaria para entender mejor el rompecabezas libio. Me refiero al significado de lo que podríamos llamar, con una dosis de benevolencia, el ideario vivo de Khadafy. Es decir, su visión política, religiosa, social y económica de la Jamahiriya , el "Estado de las Masas", verdadera razón de ser de la revolución y durante décadas modelo de exportación para autócratas, dictadores y absolutistas de cualquier geografía, dentro o fuera del continente africano.
El ADN de ese credo (de algún modo hay que llamarlo) es el Libro Verde , del cual convendría salvar alguna copia antes de que las llamas de la rebelión árabe conviertan en cenizas hasta el último ejemplar. Es comprensible que los líderes políticos y las empresas que durante años recibieron inversiones, petróleo y favores de todo tipo de Khadafy hayan priorizado siempre los negocios a la ideología en la relación que mantenían con el dictador. Para ellos, el Libro Verde , escrito entre 1975 y 1979, del que se imprimieron millones de ejemplares y fue traducido a veinte lenguas, no merecía más consideración que una remera de Bono o del Che.
Diferente es el caso de las organizaciones políticas, desde grupos progresistas de América latina hasta separatistas asiáticos, pasando por sectores reaccionarios de España y de la ex Unión Soviética, que se acercaron a Khadafy en busca de inspiración y apoyo económico para sus proyectos políticos. El capítulo argentino es un buen ejemplo de la diversidad de vínculos que un país podía establecer con el rais . Fueron huéspedes en su carpa desde José López Rega y militantes Montoneros hasta ministros, gobernadores y senadores del PJ, empresarios, enviados personales del general Leopoldo Galtieri, que desembarcaron en Trípoli en plena Guerra de Malvinas, y, más recientemente, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Volver sobre las páginas del Libro Verde , escritas y difundidas con la pretensión de que serían una versión evolucionada de El Capital , de Karl Marx, o El Libro Rojo , de Mao, ayuda a comprender el vacío y la incoherencia dialéctica sobre las que se puso en marcha la "revolución verde" que pasará a la historia como una dictadura tribal, autoritaria, apoyada en la tradición islámica, de características medievales, pero nacida en la segunda mitad del siglo XX.
El principal enemigo de las sociedades modernas para el Libro Verde no es otro que la democracia a la que llama, de manera genérica, falsa democracia. Y en la primera página se cita un ejemplo que supuestamente debería ser aleccionador. Dice así: "La lucha política que conduce a la victoria de un candidato con, por ejemplo, el 51% del conjunto de los votos, conduce a un sistema dictatorial, pero bajo un disfraz democrático. En efecto, 49% de los electores estarán gobernados por un sistema de gobierno que ellos no han elegido y que, por el contrario, les ha sido impuesto. Esto es la dictadura".
El segundo enemigo de la felicidad de una sociedad, según el libro, es el sistema parlamentario, aunque reconoce que conforma la columna vertebral de la democracia clásica moderna. "La Asamblea parlamentaria es una representación desvirtuada del pueblo y una solución truncada al problema de la democracia -afirma-; la Asamblea se constituye, fundamentalmente, como representante del pueblo, pero su fundamento no es, en realidad, democrático, ya que la democracia es el poder del pueblo y no el poder del sustituto del pueblo".
El sistema tradicional de partidos es calificado como "una dictadura contemporánea al descubierto" que el mundo todavía no ha logrado superar. Como respuesta, el libro presenta una solución definitiva al problema: entregarle el poder al pueblo, sin sustituto ni representación, mediante un complejo sistema de congresos populares. El esquema es el siguiente. Lo que se debate en el Congreso General del Pueblo, que se reúne una vez por año en Trípoli, es sometido, a su vez, a los congresos populares y a los comités populares y a los sindicatos. Finalmente son los llamados congresos de base los encargados de ejecutar los planes acordados. El propio Khadafy ha repetido que ningún régimen parlamentario podrá considerarse democrático hasta que no haya adoptado el método propuesto por la Jamahiriya .
El capítulo dedicado al periodismo y a los medios es, previsiblemente, breve. En la introducción se deja en claro que una persona normal tiene el derecho de expresarse, incluso si lo hace de una manera incoherente para admitir que es un loco. Una persona jurídica, a su vez, puede expresar su personalidad jurídica. Pero tanto uno como el otro no pueden representar la voluntad de terceros. Conclusión. No es admisible que una persona física posea un medio de difusión o de información en Libia porque "solamente puede expresarse a sí misma". La reflexión final sobre la cuestión es lapidaria. "Así, se resuelve, de raíz y democráticamente, lo que se llama en el mundo el problema de la libertad de prensa." De hecho, los únicos medios autorizados son aquellos que publica un comité popular en el que convergen todas y cada una de las categorías sociales, como asociaciones de obreros, mujeres, campesinos, dentistas, funcionarios y artesanos, entre otros.
La tierra en Libia no es propiedad de nadie, pero cada uno tiene el derecho a explotarla para su beneficio. La actividad económica está orientada a la saturación de las necesidades personales. Todo acopio por encima de esas necesidades implica "un atentado contra la riqueza pública". El régimen de Khadafy, o lo que sobrevive de él, considera que el paso definitivo para alcanzar la nueva sociedad socialista es la desaparición del lucro y del dinero.
En los párrafos finales, el Libro Verde augura un futuro de felicidad para las masas, en el que "todo el mundo tendrá igualdad de poder, de riqueza y de armas".
Extraño destino el de este libro. Nació para alumbrar un mundo nuevo y concluye como un epitafio.