Un libertario esclavo de sus promesas
El presidente Milei cometió indisimulables yerros al referirse a las jubilaciones y al defender a Ariel Lijo hasta que llegó la mano salvadora de Cristina Kirchner
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Por distintos motivos, el presidente de la Nación quedó en los últimos días atrapado por su propio discurso y sus promesas. Pero tuvo suerte: tanto Cristina Kirchner como, en menor medida, Mario Firmenich acudieron involuntariamente en su ayuda con sus respectivas intervenciones mediáticas.
Lo mejor que puede seguir pasándole a Javier Milei es ser descalificado públicamente por la líder del kirchnerismo, como ocurrió anteayer cuando la expresidenta dio a conocer a través de las redes sociales una carta de ocho páginas titulada “Es la economía bimonetaria, estúpido”. El hecho de que la principal fuerza opositora no haya sido hasta ahora capaz de articular una alternativa coherente frente al oficialismo, al tiempo que continúa enfrascada en sus sucesivos escándalos de corrupción, ayuda a Milei y legitima su gestión.
Hay coincidencia entre un buen número de analistas de opinión pública en que mientras la sociedad perciba que en la vereda de enfrente está Cristina Kirchner, habrá mucha más gente dispuesta a acompañar al actual gobierno y a perdonarle a Milei cualquier desliz. Ni que hablar si al coro de voces del kirchnerismo se suma el tren fantasma del pasado montonero, con el propio Firmenich a la cabeza.
A Milei le encanta debatir sobre economía y especialmente con personalidades como Cristina Kirchner, que ni son especialistas en esa materia ni han dejado un buen recuerdo de sus gestiones. Así como Carlos Menem jubiló a Antonio Cafiero entre fines de los años 80 y principios de los 90, y Néstor Kirchner se ocupó de jubilar a Menem y Eduardo Duhalde una década después, no parece haber hoy en el seno del peronismo alguien con la voluntad y la fuerza necesarias para jubilar a Cristina. La vigencia de la expresidenta en la conducción al menos espiritual del peronismo es vista como una buena noticia en el Gobierno. Durante la presidencia de Mauricio Macri, no pocos de sus funcionarios creían lo mismo, pero el final de la historia no fue feliz.
La pasión de Milei por la economía no le asegura estar exento de cometer grandes yerros. El fin de semana último, luego de firmar el veto total a la ley de movilidad jubilatoria que aumentaba los haberes, el Presidente afirmó, en una entrevista con Luis Majul en LN+, que las jubilaciones le estaban ganando a la inflación, al tiempo que voló en dólares el poder adquisitivo de los jubilados.
Un estudio de Chequeado, sin embargo, señala que la actual jubilación mínima, equivalente a 304.540 pesos si se incluye el bono compensatorio de 70.000 pesos, es en términos reales un 5,8% inferior a la de diciembre de 2023. En tanto, los haberes jubilatorios que se ubican por encima de aquella cifra y que no reciben bonos aumentaron un 10,3% real con relación a diciembre, aunque mantienen una caída del 13% en términos interanuales.
Por otro lado, es cierto que las jubilaciones subieron en dólares desde la asunción de Milei hasta hoy. Sin embargo, el Presidente exageró ese crecimiento, por cuanto el dólar blue no cotizaba a 1300 pesos cuando él llegó al Gobierno, como afirmó, sino a 990 pesos.
Sí le asiste la razón al primer mandatario cuando puntualiza que durante el gobierno de Alberto Fernández los haberes de los jubilados sufrieron una pérdida de su poder adquisitivo: la jubilación mínima cayó el 10,25% y el promedio de todas disminuyó el 28,35%. También es cierto que las irresponsables políticas previsionales del kirchnerismo, con su secuela de moratorias que permitieron jubilar a un gran número de personas sin aportes, han provocado un desfinanciamiento del sistema, que hoy tiene alrededor de 1,3 trabajadores aportantes por cada jubilado, cuando esa relación debería ser de tres a uno. Del mismo modo, un punto cuestionable de la ley de movilidad que rechazó el Poder Ejecutivo es que no especificaba de dónde saldrían los recursos para financiar los aumentos proyectados.
En la misma entrevista con LN+, al justificar su propuesta de nominar al juez federal Ariel Lijo para la Corte Suprema de Justicia, Milei afirmó que su candidato era “el único que conoce perfectamente cómo funciona el sistema judicial” y “el único especialista” en ciberataques. Se trató, por cierto, de una defensa más que endeble y exagerada respecto de alguien que ha sido cuestionado por numerosas organizaciones no gubernamentales, asociaciones profesionales del quehacer judicial y académico, así como por juristas de reconocido prestigio. ¿Cómo puede afirmar un presidente que ninguno de los actuales jueces o camaristas conoce el funcionamiento del sistema judicial, a excepción de Lijo? ¿Y acaso puede aseverar que no hay en la Argentina otros especialistas en ciberdelincuencia?
Antes de asumir, Milei prometía que la meritocracia iba a reemplazar a la cleptocracia
Entre otras graves cuestiones, a Lijo se lo ha criticado por sus lamentables cualidades éticas; por las denuncias y sospechas que acumuló en su contra en los últimos años, que apuntan tanto a su incremento patrimonial como a su lentitud en el manejo de causas judiciales sobre hechos de corrupción; por sus limitados antecedentes académicos, y por su falta de independencia respecto de ciertos sectores políticos.
Lo que Milei no puede admitir en público es que, detrás de su propuesta de designar a Lijo junto a Manuel García-Mansilla –un jurista con sobrados antecedentes académicos y respetado en el ámbito judicial–, existe su creencia de que, sumando ambos nombres y al actual juez de la Corte Ricardo Lorenzetti, se asegurará en el máximo tribunal una mayoría de tres sobre cinco miembros que no obstaculizarían las reformas estructurales de su gobierno y sus decretos que puedan ser tildados de inconstitucionales. Ese plan, en cuyo diseño mucho tuvo que ver la recomendación de Lorenzetti de nominar a Lijo, tal vez apostando a que sería potable para los 33 senadores kirchneristas que tienen la llave para alcanzar los dos tercios necesarios en la votación, está cerca de naufragar.
Lo cierto es que a Cristina Kirchner no le satisface esa fórmula para la Corte. No confía en García-Mansilla y sabe que la composición propuesta por Milei no le garantizará la ansiada impunidad. Por eso ha instruido a sus laderos que negocien con el Gobierno el aumento del número de miembros de la Corte de cinco a siete o nueve, con la intención de completarla al menos con dos candidatas mujeres que gocen de su confianza. Por si esto fuera poco, dentro de la negociación, el kirchnerismo buscaría acordar la designación de un buen número de jueces federales y del futuro titular de la Procuración General de la Nación, hoy a cargo interinamente de Eduardo Casal.
Algunos analistas de opinión pública indican que la designación de Lijo no es una cuestión que preocupe a la sociedad, en tanto que un buen porcentaje de argentinos no conocen al candidato de Milei para la Corte. Sin embargo, según la consultora Synopsis, de Lucas Romero, quienes no conocen o no tienen una opinión formada sobre ese juez representan el 37,3% de la población, en tanto que entre quienes dicen conocerlo, ocho de cada diez poseen una opinión negativa sobre su nominación.
En cualquier caso, es claro que cualquier intento de contubernio con el kirchnerismo tendría un efecto negativo sobre la reputación de quien llegó a la presidencia de la Nación proclamando que “una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre”.
Ya desde antes de asumir, Milei también prometía que la meritocracia iba a reemplazar a la cleptocracia. Sin embargo, los desaguisados producidos en los bloques de diputados y senadores de La Libertad Avanza lo están desmintiendo. Días atrás, nada menos que el presidente provisional del Senado, Bartolomé Abdala, confesó alegremente que tenía un gran número de asesores en la Cámara alta que mayoritariamente hacen trabajo territorial en su provincia, San Luis, con el fin de fogonear su candidatura a gobernador. Dijo que tenía no menos de 15 asesores, de los cuales al menos 13 se desempeñaban en San Luis. Se quedó corto, porque se pudo confirmar después que, en rigor, cuenta con 20, incluida una hija del ex gobernador y exsenador Adolfo Rodríguez Saá.
Desde luego que Abdala no es el único senador que, con el dinero de los contribuyentes, financia a militantes políticos o familiares. No hace mucho se tuvo conocimiento de otra senadora de La Libertad Avanza, la jujeña Vilma Bedia, quien había nombrado a 11 familiares –entre hermanos, hijos, sobrinos y una nuera– en diferentes cargos en su despacho, aunque la difusión de tan escandalosa situación la forzó a dar de baja varios contratos.
Se trata de episodios que dan cuenta de que al menos buena parte del oficialismo se está abusando del cheque de confianza que le extendió la ciudadanía y que, en torno de la agrupación de Milei, se está conformando una nueva casta con más rasgos populistas que liberales. Que otras fuerzas políticas vengan haciendo lo mismo no exculpa a quienes prometieron ser distintos.
La insistencia del Presidente en agraviar al periodismo y su reciente decreto para acotar la ley de acceso a la información pública constituyeron otra señal de alarma. Corre Milei el innecesario riesgo de terminar siendo identificado con los rasgos de intolerancia y crispación hacia la prensa y hacia quienes piensan distinto que caracterizaron a Néstor y Cristina Kirchner. Mimetizarse con el estilo autoritario de quienes sostienen que en política solo puede haber súbditos o enemigos no será su mejor elección.
Tal vez el Presidente debería recordar una frase de Francis Bacon, célebre filósofo y político inglés, que, hacia el siglo XVII, afirmó: “El que da buenos consejos construye con una mano; el que da buenos consejos y ejemplos edifica con ambas; pero el que da buena advertencia y mal ejemplo construye con una mano y tira abajo con la otra”.