Un kirchnerismo fuera del Estado
A la luz de los resultados de las PASO, hay quienes han empezado a imaginar al oficialista Frente para la Victoria en el llano o como oposición. Un desafío difícil para un proyecto partidario que usufructuó el poder estatal y se afirmó en la presencia de un líder insustituible
Tanto quería la re-reelección Cristina que, al final, terminó siendo su lápida. No sólo no conseguirá la dichosa re-reelección, sino que además tendrá que transitar la situación que más temía, convertirse en pata renga ( lame duck ). La elección realizada el 11 del actual dejó en claro la inviabilidad de la re-reelección tanto como la naturaleza del kirchnerismo como partido de Estado.
El kirchnerismo, aferrado a una idea consoladora, se dijo: perdimos en la provincia de Buenos Aires, la más grande del país, y perdimos en la mayoría de las provincias, incluso en nuestros bastiones, pero nuestro partido, el Frente para la Victoria, no sólo es el más votado; es, además, el único que tiene presencia real en todo el país.
Este concepto le permitió a la Presidenta, en su alucinado mensaje del hotel Intercontinental, felicitar a sus candidatos por la "gran elección". En realidad, todos los que estaban en el escenario habían recibido una dura paliza. Nunca un presidente desperdició tantos votos en dos años: del 54% que obtuvo Cristina en 2011 bajó al 26.
El kirchnerismo confunde el partido con el Estado. En la elección primaria, los candidatos oficialistas usufructuaron el aparato difusor oficial, ya que la Presidenta usó repetidamente la cadena oficial para sus mensajes partidistas, además de emitir profusa publicidad en Fútbol para Todos, algo que sólo está al alcance del kirchnerismo. Entonces, ¿cómo no va a ser el kirchnerismo el único partido con base en todo el país si sus comités son agencias de gobierno? ¿Cómo no va a ser el kirchnerismo el único partido con radicación en cada una de las provincias si es el único que usufructúa los millones de pesos anuales de la publicidad oficial? ¿Cómo no va a ser el FPV el partido más votado si fue el único que encaró los comicios del 11 del actual como un plebiscito nacional?
¡Y así y todo perdieron!
Cuando en 1955 el primer peronismo fue derrocado por un golpe de Estado, los antiperonistas sostenían que sólo el monopolio de los medios de comunicación explicaba que el régimen se hubiera mantenido tanto tiempo en el poder. Predecían que, desguazado ese aparato de propaganda, el peronismo desaparecería como una tormenta de verano cuando sale el sol. Esa profecía no se cumplió. En parte, por el feroz revanchismo de los propios antiperonistas, que devolvieron, multiplicadas, las intemperancias que había tenido Perón hacia ellos. Pero también hubo en aquellas predicciones un error de apreciación. Los antiperonistas duros del 55 creían -o querían creer- que el peronismo no tenía raíces en la sociedad. Un movimiento político que es pura creación del Estado, decían, no resistiría la prueba del llano. Se equivocaron.
La encuesta del 11 de agosto, tan contundente, puso en claro que el kirchnerismo debe prepararse para una prueba de fuego: su pase al llano en 2015. Un diario progubernamental, en su panorama político del sábado anterior a las elecciones, avanzó por primera vez la hipótesis de un kirchnerismo como partido de oposición. Sostenía ese artículo que el kirchnerismo tendría que ir pensando en lo que piensan todos los partidos que son derrotados y pasan a la oposición: a saber, acomodarse a vivir en la calle y no en palacio, mantener su militancia ya no rentada por el erario, sino por el sacrificio del que puede prescindir quien ocupa el poder. ¿Qué pasaría si quedaran sin trabajo asesores, pensadores, publicitarios, escribas, aplaudidores, punteros, ñoquis y demás cuadros de intermediación que posee el Gobierno? ¿Qué pasaría si ya no fluyeran los dones de la profusa caja K? Imposible saberlo. El kirchnerismo fue creado desde el Estado y no ha conocido otra habitación que el poder. ¿Sobreviviría el kirchnerismo a tal destierro? ¿Entenderá el FPV que ese cambio puede ser su escenario en 2015? El discurso de la Presidente en Tecnópolis, a 72 horas de los comicios, deja muchas dudas al respecto.
La cuestión se ha convertido en la clave del futuro político argentino. Una democracia sólo es madura si acepta que ninguna hegemonía puede estar más allá de las alternancias. Lo contrario es canibalismo político. A dónde conduce el endiosamiento de las hegemonías no necesito ponerlo por escrito: está grabado en la memoria de los argentinos.
La retórica kirchnerista, la que expresa el ideólogo Ernesto Laclau y repiten sus discípulos locales, la que Cristina convierte en doctrina, va por caminos diferentes. En principio, se basa en la presencia insustituible de un líder. La muerte de Néstor Kirchner en octubre de 2010 fue usada para consolidar esa idea. Aunque la desaparición imprevista de Néstor hizo cambiar los roles: él se convirtió en faro, y Cristina, en conductora. La vocación necrófila de la sociedad argentina, azuzada hasta el paroxismo por el Gobierno, dio sus frutos. Rápidamente se consolidó la narrativa sobre los dioses que mueren jóvenes, sobre la antorcha que recogen sus seguidores, etc. Una mayoría compró, en 2011, esa construcción: el 54% del electorado.
A partir de la asunción de la reelegida Cristina, comenzó otra historia. Un lento declive, acompañado por performances económicas decrecientes. Cristina sigue vistiéndose de negro, pero el mito de Néstor como héroe se fue deshilachando, en parte por el mero paso del tiempo y en parte porque Jorge Lanata y sus denuncias pusieron en el primer plano a otro Néstor. De impoluto prócer Kirchner pasó a ser visto como el jefe de una asociación ilícita que se llenaba los bolsillos mientras despuntaba el vicio de la política.
Sin embargo, el proyecto de una Cristina eterna siguió adelante. Ante los límites legales, la reforma de la Constitución era la única salida. Esa reforma fue reclamada a viva voz por los voceros más zafados del oficialismo, como la diputada Conti o el senador Fernández. Otros, más sofisticados, decían con extraño pudor que la reforma constitucional era necesaria "para la continuidad y profundización del proyecto".
Como sin Cristina no hay proyecto, el propio Gobierno cambió la naturaleza de las elecciones de representación local del 27 de octubre, y su anticipo, las primarias del 11 de agosto: las nacionalizó y les dio un carácter plebiscitario. Cristina y sus partidarios pidieron el voto para continuar el proyecto, amenazando con que si al electorado se le ocurriera la peregrina idea de votar a otro todos los males del mundo caerían sobre la cabeza de los argentinos.
Y bien, la sociedad desechó esta vez tal discurso y, en las urnas, opinó lo contrario. La revolución que Carta Abierta, La Cámpora, el ideólogo Laclau y otros faros de doctrina dicen en marcha ya no podrá hacerse a través de las urnas. La madrastra reina del cuento "Blancanieves" se había acostumbrado a dialogar con el espejo: "Espejito espejito, ¿quién es la más hermosa?", preguntaba. "Tú", respondía el espejo. Pero un helado día de agosto, el espejo (las urnas) no le dijo que era la más linda. Le devolvió la horrible verdad.
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