Un honoris causa a la vocación destituyente
Cristina recibió anoche un doctorado honoris causa de la Universidad Nacional del Chaco Austral, la más prestigiosa casa de estudios del Chaco austral. Por el momento en que se lo dieron, la causa del honoris debe ser su vocación destituyente, abrazada con ardor en la madurez de una inigualable carrera política. Durante la solemne ceremonia se dio lectura a su producción académica en la materia: “discursos, cartas públicas, tuits y generación de contenidos para palomas mensajeras, voceros extraoficiales y periodistas allegados”. Cristina agradeció la distinción con una clase magistral a la medida de las circunstancias: después de hablar una hora y media y de dar vueltas a la calesita, dejando caer cada tanto sortijas envenenadas, lo más significativo fue su última frase, referida al Gobierno: “No estamos haciendo honor a la confianza que nos depositaron”. El recinto abandonó sus formas recoletas y estalló de júbilo; lo que antes maduraba en los cuarteles, ahora era aplaudido en los claustros.
Alberto, chambonazo, le quiso discutir en el rubro en que menos puede hacerlo, la oratoria. Horas antes dio un triste discurso en Ushuaia, histeriqueando su endeblez y su miedo. “¡Que nadie nos desuna!”, gritó. ¡Hace dos meses que no se hablan! El problema es que alguien intente unirlos, porque habrá llanto y crujir de dientes.
Nunca antes un honoris causa había suscitado tamaño interés: el mensaje de la vice fue seguido en puntas de pie en la quinta de Olivos, en el Fondo Monetario y en el Vaticano. Parrilli le pidió especialmente al gobernador Coqui Capitanich que el acto se hiciera después de las 3 de la tarde, cuando ya estuviesen cerrados los mercados. Dio también precisas instrucciones sobre los asistentes: debían convocar al rector y al vicerrector, a dos o tres profesores y a 2000 militantes de acreditado fervor revolucionario.
Fue una suerte que el rector, Germán Oestmann, haya podido concurrir: un fiscal federal pidió su detención por estar involucrado en una vasta trama de corrupción en la universidad; lo acusa de desvío de fondos, asociación ilícita y lavado de dinero. Lo que ahora se exhibe con orgullo en las aulas, antes llevaba a la cárcel.
Coqui estaba emocionado hasta las lágrimas: ni él ni su provincia lograban semejante centralidad desde que, tiempo atrás, fue a la localidad de Charata a inaugurar una canilla.
No menos conmovida se la vio a Cristina, que siempre temió que un premio como este se lo otorgara la Universidad de La Matanza.
Cristina siempre temió que una distinción como esta se la entregara la Universidad de La Matanza
El título de su disertación es tan explícito, le salió tan redondito, que casi no hacía falta decir nada más: “La insatisfacción democrática”. Su agudo olfato le hizo percibir que todos estamos muy insatisfechos, y entonces se puso al frente de la insatisfacción. Ya no es parte del problema, sino de la solución. ¡Otra trampa sacada de una galera inagotable, Cris! Dibuje, reina. En su célebre tuit del martes dijo que un gobierno puede tener “legitimidad de origen y no de gestión”. Asume su responsabilidad histórica: si en el origen está ella, que designó a Alberto, para corregir la ilegitimidad de la gestión también debe estar ella. Yo lo puse, luego yo lo saco, razona con lógica cartesiana. A eso dedica sus días y sus noches desde hace meses, empeño que le valió la distinción académica. Pero su hartazgo es “democrático”: quiere domesticarlo por las buenas, vaciándole el gabinete, la lapicera y el alma, o por las malas, obligándolo a cumplir 24x7 sus deberes de padre de un recién nacido; que se tome la larga licencia que la propia Casa Rosada está impulsando para los “no gestantes” (casi pongo “no gestionantes”). No lo quiere ver más. No lo puede ver.
Acusado por el Cuervo Larroque de robarse el gobierno y esconderlo en la mesita de luz, y cada vez más consciente de que le están rodeando la manzana, el miércoles Alberto reunió a sus altos mandos en Olivos con el objetivo de diseñar una estrategia de defensa (por la emergencia, le había pedido a Fabiola que lo despertara temprano, a las 10). Fue una deliberación a fondo, concienzuda, como nunca antes; les llevó diez minutos. Al cabo, el profesor ordenó que le inventaran un viaje a Europa: “Yo me borro”, dijo; si Cristina parafrasea a Descartes, él, a Casildo Herrera, el líder de la CGT que prefirió ver el golpe de marzo de 1976 desde Montevideo. Manzur, Cafierito y Beliz coincidieron en que no parecía una buena idea estar fuera del país después de la clase magistral de Cristina y la semana de un nuevo desembarco piquetero; además, se conocerá la inflación de abril y empiezan las audiencias por los tarifazos de luz y gas. Escapista de tiempo completo, Alberto replicó: “Me voy justamente por eso”.
Tan inventado es el viaje que se va sin saber si lo va a recibir Macron; la duda de Macron es si recibe a este invento de Cristina.
Los que esperaban una declaración de guerra desde Chaco un poco se habrán desilusionado. Eso es no conocerla: para el trabajo sucio tiene a la infantería. Generalísima, evitará cometer los errores de Putin. Solo cuando las defensas hayan cedido irá por Kiev.